El pedófilo Jeffrey Epstein como espectro del mal en «The Scary of Sixty-First»

josé luis losa SITGES / E. LA VOZ

CULTURA

Ari Folman relata desde la animación la historia de Anna Frank.
Ari Folman relata desde la animación la historia de Anna Frank.

La figura de Anna Frank llevada a una animación de Ari Folman que trata de hacer digerible para todos los públicos la tragedia de la adolescente judía

12 oct 2021 . Actualizado a las 10:17 h.

La memoria, como emanación del inconsciente colectivo o como recreación fantasmática, es un espacio en el cual el cine fantástico posee enormes bazas para desarrollar. La memoria del pasado inmediato -en la figura de Jeffrey Epstein, pedófilo y proxeneta al servicio de sus colegas de las élites, que llegaban en sus conexiones, tentáculos o garras humanas a la Casa de Windsor o a la anterior presidencia de los Estados Unidos- y la del siglo XX con el exterminio de los judíos y su personalización más célebre, la de Anna Frank, llevada a la animación por un virtuoso de ese arte como Ari Folman.

The Scary of Sixty-First es una ciertamente insólita traducción del subgénero de casas encantadas porque encuentra y define a su súcubo, al origen del Mal que palpita en los fantasmas, en un referente tan inmediato como el de Jeffrey Epstein y su nunca del todo bien esclarecido ahorcamiento en la celda de un centro correccional de Manhattan, en el 2019. La bielorrusa Dasha Nekrasova -la pueden reconocer en la formidable Succession- dirige, guioniza y protagoniza esta suerte de exorcismo del personaje de Epstein en un apartamento del Upper East Side en el cual dos compañeras de piso asisten a una ceremonia muy poltergeist focalizada en el rastro de dolor que el despiadado depredador dejó en su actuación en cadena. Y el hecho de que la extraña y urgida desaparición -o autoliquidación, quién lo sabe- de Epstein declinase oportunamente mayores aclaraciones de la lista de contactos y compadreos de su libreta azul es un reguero por el cual transitan los espectros de The Scary of Sisty-First.

Animación sobre Anna Frank

El israelí Ari Folman ha sabido hallar en la animación su camino idóneo para hacer fluctuar con apabullante solvencia otros exorcismos: en Vals con Bashir era el de la matanza de palestinos en los campos de Sabra y Chatila, con la aquiescencia del gobierno de Tel Aviv, del halcón Ariel Sharon. Con Where is Anna Frank creo que Folman se excede en la dulcificación de aquel macabro juego de escondite o en el complaciente recurso de un personaje ideado para hermanar la Shoah con la crisis humanitaria de los refugiados. Me pregunto si es útil para la conciencia colectiva tanto melodramatismo fácil. Mis dudas se despejan cuando subo a la habitación del hotel y al conectar la televisión, en un pantallazo del trash reality show de Telecinco el presentador reconviene a una concursante, veinteañera influencer alemana: si no se muestra más cooperativa, igual tiene que ponerse a escuchar a Wagner varias horas. «¿A… quién?», pregunta la joven. Si los influencers de la nueva Alemania desconocen ya quién fue Wagner, no cabe duda de que tenemos serios problema de que Polonia sea nuevamente invadida. Así que inyéctennos a Anna Frank, aunque sea en cuento de hadas.