Mujeres y abstracción, reescribiendo la historia del arte contemporáneo

Héctor J. Porto BILBAO / ENV. ESPECIAL

CULTURA

Instalaciones escultóricas de Claire Falkenstein y Ruth Asawa, parte de una muestra que reúne más de cuatrocientas obras de 110 mujeres artistas. A la derecha, detalle del retrato de «Los irascibles», que concita la primera generación estadounidense de la pintura expresionista abstracta; la única mujer que aparece es Hedda Sterne.
Instalaciones escultóricas de Claire Falkenstein y Ruth Asawa, parte de una muestra que reúne más de cuatrocientas obras de 110 mujeres artistas. A la derecha, detalle del retrato de «Los irascibles», que concita la primera generación estadounidense de la pintura expresionista abstracta; la única mujer que aparece es Hedda Sterne. Miguel Toña | Nina Leen

Una exposición en el Guggenheim de Bilbao combate la invisibilidad femenina en la creación desde finales del siglo XIX hasta los años 80 del siglo pasado

22 oct 2021 . Actualizado a las 09:25 h.

«Estaban furiosos por el hecho de que yo apareciera en la foto, porque todos eran tan machistas que temían que la presencia de una mujer hiciera que la foto no se tomara en serio. [...] Me conocen más por esa maldita foto que por ochenta años de trabajo». Quien con esta contundencia se expresa es Hedda Sterne, que se refiere a la icónica imagen de la fotógrafa Nina Leen publicada en la revista Life el 15 de enero de 1951. Es un retrato de grupo que reúne a la crema de la primera generación de expresionistas abstractos estadounidenses apodado como Los irascibles, entre los que están Barnet Newman, Jackson Pollock, Robert Motherwell y Willem de Kooning. El comentario de Sterne habla a las claras de las dificultades que la mujer se topaba en un mundo del arte -incluso entre colegas- al que se le presupone de partida ideales de libertad e igualdad.

La invisibilidad pesa todavía sobre las artistas y contra ese arrumbamiento combate la gran exposición que este viernes abre al público en el museo Guggenheim de Bilbao, Mujeres de la abstracción, que, con el patrocinio de la Fundación BBVA, pretende hacer su aportación a la reescritura de la historia del arte contemporáneo, una reconstrucción que debe devolver su papel y su lugar a un buen número de creadoras hoy postergadas o directamente olvidadas. De tal modo indaga en las circunstancias diversas educativas, sociales e institucionales que están detrás de este ostracismo generalizado, algo que queda patente en la proliferación de mujeres en la escena de la vanguardia rusa y que halla una explicación en la excepción de aquel país: desde 1871 la mujer tiene acceso en equidad a las escuelas de bellas artes.

Comisariada por Christine Macel (centro Pompidou), Karolina Lewandowska (museo de Varsovia) y Lekha Hileman Waitoller (Guggenheim), y a través de más cuatrocientas obras de 110 mujeres, el proyecto desvela el legítimo espacio que estas autoras representan en la creación de la modernidad desde finales del siglo XIX hasta la década de los años ochenta del XX. Aunque el ámbito es predominantemente europeo y estadounidense, hay también piezas de América Latina, Oriente Medio, África y Asia que tratan de romper la rigidez del canon occidental.

La comisaria Christine Macel, a punto de pasar ante una obra de la artista coreana Wook-Kyung Choi.
La comisaria Christine Macel, a punto de pasar ante una obra de la artista coreana Wook-Kyung Choi. Miguel Toña | Efe

En su amplitud y heterodoxia, la muestra supone además un verdadero ensayo sobre lo que significa abstracción, ya que pone en duda los conceptos a veces lastrados por el estereotipo y las simplificaciones, cuestionando los cánones estéticos. Ofrece así una narración que defiende la complejidad de los procesos y de las situaciones que se dieron en la historia, no siempre reducibles a una única monolítica verdad.

De la misma manera, también son muy distintas las formas en que las propias creadoras afrontan su posición en el arte, desde las que no aceptan que se las tome o valore por su condición de mujer hasta las que hacen del género la temática de su trabajo y la clave de su discurso político.

Mujeres de la abstracción parte desde la figura de Georgiana Houghton, cuyos trabajos datan de la década de 1860 y hunden sus raíces en el espiritualismo y el ocultismo. Es decir, ella llega a planteamientos abstractos por la vía de la representación del simbolismo sagrado. No es tanto que su exploración se adelantara a Kandinsky, sino que frecuenta otros caminos al separarse del enfoque racional y buscar ofrecer un mensaje mediante una conexión con el amor de Dios y la vía del esoterismo.

Otra de las fuentes primigenias que confluye en este asombroso, caudaloso y riquísimo río del arte abstracto hecho por mujeres es la danza, a través del movimiento del cuerpo, del juego de perfiles de la figura humana. Y es que la abstracción performativa era un campo posible debido a que, por motivaciones sociológicas, a la mujer se le permite la dedicación y el estudio de la danza.

Un tercer espacio en el que se desarrolla el arte abstracto es el tejido, los tapices, incluso la vestimenta y la moda, reducto pensado para las destrezas de la artesanía que se elevaría desde lo doméstico de la mano, por ejemplo, de Gunta Stölzl, de quien se podría afirmar lo que de Hedda Sterne: en la fotografía de familia de la Bauhaus de 1926 es la única mujer entre los trece maestros miembros del grupo. Ilumina especialmente este terreno textil la obra de la catalana Aurèlia Muñoz, que crea maravillosas instalaciones escultóricas de macramé, yute, papel, conchas... Con Muñoz, el uso de la línea de Esther Ferrer y la computación de Elena Asins se completa la presencia española en la muestra.

Queda claro, como anotaba la teórica y activista estadounidense Lucy Lippard, que «el arte no tiene sexo, pero los artistas sí». Como también la injusticia de aquel crítico que arruinó la reputación de Lee Krasner, artista pero esposa de Jackson Pollock, al calificarla de «ama de casa». Solo ahora se empieza a rehabilitar su obra.