Viaje a las entrañas de Annie Ernaux

CULTURA

La autora francesa vuelve a los estantes de novedades con la traducción de «Perderse», un diario íntimo sobre la historia de amor, deseo y obsesión que vivió a finales de los ochenta

06 nov 2021 . Actualizado a las 10:17 h.

Annie Ernaux (Lillebonne, Francia, 1940) lleva desde los 16 años escribiendo un diario. Religiosamente, sin cesar. A estas alturas de su vida serán ya decenas de volúmenes los que hablen de sí misma. Uno podría pensar que en seis décadas de narraciones caben muchos «bajé al súper», «hoy no hice nada» o «me corté pelando patatas», pero ese no es el tipo de diario que escribiría Ernaux. «Siempre he tomado nota de los sentimientos, los hombres, mis familiares, mi madre, mis hijos… Me acostumbré a anotar las emociones fuertes. Pero la vida vacía no la escribo nunca. Nunca escribo lo que hago en el día, eso no me interesa».

Imaginen la cantidad de páginas que habrá escrito reflexionando sobre los acontecimientos que más marcaron su vida. Un ciento o dos. Sin embargo, aquellas anteriores a 1962 las hemos perdido para siempre. Sus primeros papeles los dejó olvidados en la casa familiar y un día, tras leer lo que su pequeña Annie había escrito en ellos —vivencias adolescentes, escenas sexuales y un largo etcétera—, su madre decidió quemarlos. «Olvidarlos allí fue un error por mi parte», aseguraba.

Y uno de los grandes, porque esos journals que ahora tanto atesora son en realidad las entrañas de sus novelas.

Una mujer en cuatro novelas

Las obras que la francesa ha publicado desde 1974 son, en conjunto, una autobiografía fragmentada en pequeñas dosis. Todas se basan en su memoria, que Ernaux escarba para rescatar historias personales. Y es gracias a sus anotaciones, algunas fotografías y los objetos que aún guarda, que va tejiendo su pasado.

Con Perderse (publicado en Francia en el 2001 y traducido ahora al castellano por Cabaret Voltaire) Annie nos regala íntegramente uno de esos diarios, el que se escondía tras las páginas de Pura pasión. En aquella novela narraba la obsesión con un diplomático ruso que la llevó a perder la conciencia sobre sí misma. Es una historia de fragilidad en la que Annie recuerda cómo se sintió aquellos días en los que se dejó llevar por un sentimiento que la idiotizó.

En Pura pasión conocimos el deseo pos-producido, comentado por una Annie del futuro a la que el tiempo ya había ayudado a ver la historia con otra perspectiva. Ahora, en Perderse, leemos de una forma más desnuda a la Annie de aquel presente turbio y descontrolado.

El amor, los hombres y la pasión son temas a los que les ha dedicado gran parte de su trayectoria. La mujer helada es una de sus obras más valoradas, en la que reflexiona sobre el divorcio, la maternidad y el papel de la mujer en la sociedad, el hogar y el matrimonio.

También en Memoria de chica un hombre marca el compás de la historia. Esta vez, el primero, el que llegó, la violó y se marchó. Es una obra que escribió 58 años después de que sucedieran los acontecimientos, y quizás por ello, es en la que más notamos la presencia de su querido diario.

La obsesión de Ernaux por referenciar sus anotaciones es también la obsesión de alguien que busca colocarse lo más cerca posible de la verdad y mantenerse fiel a lo que sentía en aquel momento. Su objetividad es lo que llevó al jurado del Premio Formentor de las Letras a galardonarla en el 2019 por su «implacable ejercicio de veracidad que penetra los más íntimos recovecos de la conciencia».

Escudarse tras un diario es también una forma de hablar sin tapujos. Decía Ernaux que es ahí «donde se escribe con la brutalidad del momento. Donde somos menos políticamente correctos». Abrir la puerta de esa intimidad, en la que todos pensamos cosas que no nos atreveríamos a decir en alto, es su seña de identidad.

Con esa franqueza nos ha contado cómo fue crecer con las altas expectativas que le impuso su padre (El Lugar), el dolor que le supuso la enfermedad de su madre (La mujer) o su aborto clandestino cuando era una joven estudiante (El acontecimiento).

Las crudas vivencias de Ernaux podían haber sido publicadas en un tomo de mil páginas. Ella ha preferido fragmentar su vida en pequeñas historias e ir publicándolas cuando el tiempo así se lo pedía. Quizás porque una no es la misma a los 34 años, cuando escribió Los armarios vacíos, que a los 76, al lanzar Memoria de chica. Puede que haya episodios de su vida que le haya costado décadas poder releer y contar sin dolor. Ahora, a sus 81, esperemos que todavía le queden historias que rescatar. Y que nos las cuente, claro.