«Abisal»: Cómo nos influyen las películas que vemos, los libros que leemos

CULTURA

Álvaro Cortina
Álvaro Cortina

Jekyll & Jill publica este extraordinario tratado de Álvaro Cortina sobre la mitología subjetiva

03 ene 2022 . Actualizado a las 10:39 h.

Aunque uno nunca haya estado en una azotea, sabe cómo es una azotea. Para imaginar esta terraza sobre un tejado, recurre a una serie de referencias adquiridas en el cine, la literatura, la pintura o la música -en el arte, en general- que, seguramente, serán similares a las que le vienen a cualquier otro a la cabeza, pero al mismo tiempo muy distintas, particulares. Y en estos detalles, en este subjetivo conglomerado de ideas y conceptos, se detiene Álvaro Cortina (Bilbao, 1983) en un extraordinario tratado titulado con puntería Abisal (Jekyll & Jill). Lo interesante -y también lo importante- no es solo que haya reunido en setecientas páginas la antología de imágenes que conforman su universo, sino que proponga que todos tenemos un bestiario personal y un sistema de ordenamiento propio, un inventario mitológico en el que se mezclan la alta y la baja cultura, y en el que -al menos en el sustrato- hay mucho de infancia, pero también de construcción y configuración, de criterio.

Explica el propio Cortina que la idea era escribir un ensayo con géneros hibridados que tuviera elementos de narración y especialmente de paseo, una suerte de reverie, tipo las ensoñaciones de un paseante solitario de Rousseau, que funcionase como un homenaje a sus «pequeños mitos personales». «A partir de aquí -abunda-, quería elevar la cuestión, plantear que todos tenemos uno de estos sistemas de imágenes hecho con los pedazos de obras (clásicas o menos clásicas) y películas (que pueden ser cutres o más importantes), y que con todo eso configuramos nuestro mundo, nuestros gustos, nuestros modos de entender incluso los lugares físicos en los que se idea nuestra vida».

Abisal es un abrumador libro «gótico y urbano» que salta de un sitio a otro sin que esto sorprendentemente expulse al lector. Sucede lo contrario: el laberinto de referencias resulta hipnótico, enciclopédico, digno de permanecer siempre en la mesilla de noche para, de vez en cuando, ser abierto por una página cualquiera y sumergirse en él. Dividido en tres partes, arranca con una antesala a la que Cortina llama Todomosaico y en la que se lanza a definir los principios y el origen de nuestra vida estética, recogiendo las «deudas pendientes» con pensadores del pasado. Continúa con dos capítulos -Zonas y Figuras- en los que, aprovechando el deambular, el autor repasa de qué manera determinados artistas han visto y mostrado espacios y cómo se nos han señalado los secretos, las dimensiones y la esencia de ciertos lugares y también de quiénes los habitan. Y cierra con un apartado dedicado a los estados de ánimo, mentales, desde el más superficial hasta el más oculto, en las Madréporas -islas similares a los icebergs, pero de vegetal, que hay en medio del océano-.

Con tendencia a lo inquietante, Cortina -también autor de la novela Deshielo y ascensión- le da carne y hueso a un discurso que, perfectamente, podría haberse quedado en lo gaseoso; sin embargo es capaz de acortar distancias. Invoca a Baudelaire, Poe, Unamuno y hasta al gallego Valle-Inclán, su «98 favorito», pero también a Hitchcock, Félix Rodríguez de la Fuente, Faulkner y, entre otros, Lynch. «Cuando a uno le preguntan qué le influye, siempre escoge, se queda con lo mejor, pero en el fondo hay mucho de todo. De pequeños, nos influyen cosas que no elegimos: paisajes, relatos que nos cuentan, hasta videojuegos, todo lo que nos llega, pero luego se va escogiendo -desarrolla-. La clave, creo, es mantenerse atentos, conservar la curiosidad y la sensibilidad».

No es una lectura sencilla; es exigente. Pero el interés que inmediatamente despierta la propuesta y su prosa dinámica enseguida atrapan al que decide acompañar a ese faneur que es Cortina. Y asistir, con los cinco sentidos alerta, a su interesante monólogo interior.