«La unidad»: Una serie policial que va camino de la excelencia

miguel anxo fernández

CULTURA

María Heras | Movistar+

Movistar+ estrena este viernes la segunda temporada del «thriller» dirigido por Dani de la Torre

17 mar 2022 . Actualizado a las 19:26 h.

El grato aroma desprendido por La unidad hace un par de años, presagiaba una segunda temporada superior, consolidado el equipo creativo liderado por Dani de la Torre como director y Alberto Marini en la escritura. Y así se confirma. Producida por Buendía Estudios para Movistar Plus+, agranda las virtudes de aquella y da como resultado un producto electrizante, bien tensionado, en el que la acción de buen trazo discurre en paralelo a un mayor desarrollo de los personajes con sus miedos y sus cuitas, vamos, lo común a cualquier ser humano, sea miembro de una unidad de élite policial o fanático integrante de una célula terrorista.

Pero antes de entrar en materia, regreso a De la Torre, gallego militante de Monforte, que, más allá de haberse currado el oficio por vía formativa y montando promocionales, es un consumado cinéfilo —más que seriéfilo, que también lo es— con el thriller entre sus amores, como confirmó en sus largos El desconocido (2015) y La sombra de la ley (2018) —a la espera, el próximo verano, de su cambio de registro en la nostálgica y entrañable Live is Life (2021)—, y que, al cabo, asoma en esta segunda tanda de seis entregas.

El grupo liderado por la comisaria Carla Torres (interpretada por Nathalie Poza) invertirá su modus operandi al pasar de ser cazadores a ser piezas a cobrar, objetivo de aquellos a quienes antes perseguían, obligándoles a ponerse a la defensiva con la presión emocional que eso supone, sumado al miedo de tener a un topo en sus filas. Un líder yihadista, que pierde a su hijo en una operación policial, despierta a una célula durmiente contra los miembros de la unidad y sus familias. Habrá dolor y lágrimas.

Aparte de lo anotado sobre un mayor refuerzo de los personajes —sobresale un redondeado Ramón a cargo de Carlos Blanco, un regalo dramático al actor—, la mejora en medios de producción luce radiante en varias set pieces, como la del atentado en la madrileña calle Preciados, resuelto con una potencia visual que destila al mejor De la Torre, y otro tanto en las localizaciones, cuidando de que su vistosidad no aplaste al factor humano, error frecuente en otros títulos, como su renuncia al «mal de dron» y a sobrepasarse con la postproducción de color, puros artificios visuales, que saturan la actual ficción seriada.

También atinan con la estructura circular de cada episodio, jugando con la alternancia para asegurarse la atención del espectador. Toda la sustancia dramática se entrecruza con inteligencia, camino de un desenlace en absoluto previsible, muy al contrario, otra de sus virtudes.

Finalmente, la obligada referencia al reparto, que comienza por la parte gallega, con el mencionado Blanco junto a Luis Zahera, reservando apariciones de Melania Cruz, Tamara Canosa, Alberto Medeiros y Camila Bossa, que se suman al reparto principal completado por el argentino Michel Noher, junto a Marián Álvarez, Raúl Fernández y Fele Martínez, entre otros, todos óptimos. Un lujazo de serie.