James Ellroy: «Hollywood es un lugar de borrachos, pervertidos, depravados y drogadictos»

CULTURA

Ellroy (Los Ángeles, 1948), retratado recientemente en Madrid.
Ellroy (Los Ángeles, 1948), retratado recientemente en Madrid. Kiko Huesca | Efe

«James Dean era un actor de mierda y un degenerado», asegura el autor californiano, que estos días presenta en España su nueva novela «Pánico»

30 abr 2022 . Actualizado a las 10:15 h.

Se ha creado su propio personaje, el perro demoníaco de la literatura estadounidense, un supuesto ogro irascible al que conviene no incomodar. Provocador, disfruta epatando, ya sea a sus lectores o a los periodistas. Más allá de esta fachada y de las sucesivas máscaras que utiliza, James Ellroy (Los Ángeles, 1948) es el maestro del noir, con novelas míticas como La Dalia Negra, dedicada a su madre, violada y asesinada cuando él tenía diez años, y Los Ángeles Confidencial —ambas llevadas al cine—. Ahora publica Pánico (Literatura Random House), que protagoniza Freddy Otash, un personaje real que ya sirvió de inspiración a Polanski en Chinatown. Corrupto, brutal, proxeneta y matón, fue policía y detective en Los Ángeles en los años 50, y luego trabajó para la revista Confidential, que se dedicaba a destapar los cotilleos escabrosos de las estrellas de Hollywood. Un lugar que retrata como un pandemonio de sexo y drogas, vicio y depravación. Por la novela desfilan James Dean, Nicholas Ray, Marilyn Monroe, Elizabeth Taylor, Rock Hudson, Burt Lancaster o el presidente Kennedy.

—¿Cuándo conoció a Otash?

—Había oído hablar de él y me pareció que podía convertirlo en el protagonista de mi novela American Tabloid, como uno de los implicados en el asesinato de Kennedy. En 1989 volé a Miami para verlo. Nos llevamos bien, pero no me pareció un tipo fascinante ni especialmente duro. Tampoco entendía cuál era su atractivo. Pero llegué a un acuerdo con él para pagarle si aceptaba ser el protagonista del libro, con una condición, que no divulgara nada del mismo ni contradijera lo que decía. Me di cuenta de que iba a traicionar ese acuerdo y le dije: finito. Y va y se muere, con lo que podía utilizarlo gratis, pero no como protagonista. Lo puse en tres novelas como personaje secundario.

—¿Esta es la gran novela sobre el Hollywood de los 50?

—No. Lo será la siguiente. Esta es una sátira, una comedia negra. Otash es despreciable y asqueroso, pero también un personaje ridículo. Me divierto con los putos [en español] que odio, como el actor James Dean o el director Nicholas Ray.

—De todos los personajes detestables que pueblan la novela, Dean es quizá el que sale peor parado. ¿Por qué?

—Porque era un subnormal, adicto a las drogas, un degenerado que acosaba sexualmente a los niños, como hizo con Sal Mineo, un actor de mierda, un tipo despreciable.

—A Ray también le zurra.

—Acosó sexualmente a Natalie Wood cuando era menor. Un comunista de mierda. Odio Rebelde sin causa y me burlo de esa película a través de Freddy Otash.

—En la novela aparece el presidente Kennedy. ¿Qué opina de él?

—Un presidente malo [en español] e ineficaz. Me rio de él.

—¿A usted se le podría calificar como una persona de derechas, religioso y feroz anticomunista?

—Yo me calificaría como conservador y muy anticomunista. Joyce Carol Oates dijo lo mejor que han dicho sobre mí, que soy el Dostoyevski americano. Y Dostoyevski dijo que si no existe Dios todo está permitido.

—Pero usted ha reconocido que no ha leído al autor ruso.

—Nunca.

—Hablando de comunismo, ¿qué le parece la caza de brujas del macartismo?

—No, no, no vamos a meternos en eso. McCarthy era un senador que actuó por su cuenta. Pero la mayoría de los comités que investigaron el comunismo eran honorables e hicieron un buen trabajo, porque existía la infiltración del comunismo, sobre todo en el ámbito del entretenimiento. Formaba parte de una conspiración de la Komintern. Los comunistas eran espías de la URSS que querían subvertir el orden.

—Aunque nunca desvela qué parte de sus novelas es ficción y cuál es realidad, ¿podría decirme si hay más de la una que de la otra?

—Le puedo decir que hay más ficción que realidad. Utilizo personajes reales que hacen cosas que se sabía que hacían, pero la mayoría de las veces me lo invento, aunque lo hago tan bien que los lectores se lo creen.

—En una entrevista que le hice hace unos años dijo que amaba a los policías, pero Otash es un personaje repugnante.

—Me encanta la policía. A mí Freddy no me gustó cuando le conocí, pero sí el Freddy ficticio.

—¿El Hollywood que retrata responde a lo que era en realidad, aunque haya mucha ficción?

—Sí, aunque sea una sátira.

—¿El Hollywood actual es parecido?

—Sí. Sigue siendo un lugar de pervertidos, depravados, raros, borrachos, drogadictos...

—Usted es un escritor obsesivamente perfeccionista. ¿Ha escrito ya la novela perfecta?

—Me voy acercando cada vez más.

—¿En qué novela se ha acercado más?

—En el libro que estoy escribiendo, la continuación de Pánico. No voy a hablar de él, pero es un libro muy serio, no es una sátira.

«Las adaptaciones al cine de mis novelas son basura, pero me pagan»

Ha habido exitosas adaptaciones de las novelas de Ellroy al cine, aunque él no está satisfecho.

—Todas son basura. Mierda [en español]. No me gusta ninguna. Pero me pagan. Eso es todo.

—¿Qué película refleja mejor el mundo de Hollywood?

—Ninguna.

—Pero en su día habló bien de «Érase una vez en Hollywood», de Quentin Tarantino.

—Me gustó por el pitbull maravilloso que salía, una hembra que mata a la familia Manson. Por eso es una película feminista, porque la protagonista es una perra.

—¿Es usted feminista?

—No.

Ellroy asegura que se siente muy a gusto viviendo en el pasado. No tiene Internet ni e-mail ni lee los periódicos ni ve la televisión. «Vivo en el pasado, en una especie de reclusión, alejado del mundo», asegura. «Odio cualquier cosa que pueda distraerme», explica. Y carga contra «esos jóvenes que tendrían que estar explorando la posibilidad de tener amor humano de verdad y se les ve ahí tecleando y mirando sus máquinas, se creen todo lo que leen en ellas, es satánico».

Las antenas de Ellroy

La revista Confidential sacaba los trapos sucios de los famosos, pero Otash también cobraba de ellos como en un chantaje para que no se publicaran e incluso actuaba como matón. Y explica Ellroy: «Esto es lo que yo pienso del cotilleo. De repente, tengo una intuición y decido que me lo creo independientemente de que haya o no pruebas, tengo mis antenas [se pone las manos en la cabeza y las mueve simulando unas antenas] que lo detectan: ninfómana, homosexual, drogadicto, borracho, hijo de puta...». Pero, ¿ahora es muy complicado distinguir la verdad de la mentira? «Sí, es lo que pasa en Internet, pero a mí eso no me preocupa, yo escribo novelas», responde.

El autor no se documenta excesivamente para sus novelas. «Contrato a alguien que se ocupa de la investigación, para que me dé los datos históricos imprescindibles y me ayude a establecer las coordenadas de lo que cuento; antes de empezar a escribir me preparo un esquema detallado de personajes y tramas que sigo de forma rigurosa», detalla. ¿A través de la ficción se puede llegar a conocer la realidad incluso mejor que con la historia? «Ni lo sé ni me interesa, yo solo escribo para mí y mis lectores, quiero entretenerlos, emocionarlos, me encanta escribir historias de amor apasionadas, quiero poner en la picota a los falsos ídolos de la lujuria, la codicia...», concluye.

«Odio a los rusos, Putin es malo, malo, malo, un psicópata»

Ellroy es lo más opuesto que hay a lo políticamente correcto y no le afecta la política de cancelación, porque en sus novelas no existen los tabúes. «Así son mis libros y la gente lo sabe», afirma. Detesta hablar de la actualidad y son célebres sus encontronazos con los periodistas cuando se atreven a preguntar sobre ella. Y protagoniza momentos muy desagradables. Ahora incluso se les avisa previamente para que no aborden esos temas. Sin embargo, merece la pena intentar una incursión, romper la regla, aprovechando que en esta ocasión parece distendido, aunque sea no sin cierta cautela.

—Lleva usted en la solapa un pin con la bandera de Ucrania. Sé que no le gusta hablar de asuntos de actualidad...

—Y no le voy a responder...

—Pero el gesto de llevar la bandera ucraniana es un claro mensaje político de apoyo a la causa...

—Sí, sí, sí, sí, odio a los rusos. Malos, malos, malos [en español]. Me aterroriza lo que está pasando en Ucrania, y espero que acaben dando una patada en el culo a Putin. Putin es malo, malo, malo, es un psicópata.

—Se le ha calificado como el perro rabioso de la literatura. ¿Han logrado domesticarlo?

—No. Y nunca lo harán. Yo soy el perro malo y feo, el diablo [dice en español, gesticulando].

Esta vez la entrevista acaba sin sobresaltos. Incluso accede a dedicar la novela. Y dibuja un perro (se supone que diabólico).