James Gray reúne a Reagan y los Trump con Dickens y Mark Twain

José Luis Losa CANNES / E. LA VOZ

CULTURA

SEBASTIEN NOGIER | EFE

Un filme egipcio traspone «El nombre de la rosa» al mayor templo musulmán

21 may 2022 . Actualizado a las 10:14 h.

Con Armageddon Time estampa el gran James Gray en el lugar que debe una película mayestática, enorme bajo su apariencia de sencilla fluidez. Es la historia autobiográfica de su niñez de hijo de judíos ucranianos. Y sobre esa evocación de la familia tira las líneas de una historia ambiciosísima: la de un coming of age marcado por otra de las obsesiones de director, los conflictos de clase social.

La amistad entre el joven protagonista, sosias del propio Gray, y un niño negro hace que en escena entren los ecos de Dickens y de Mark Twain. Y a partir de ellos asistamos a un relato de ternura infinita pero también de crueldad manifiesta: la lucha del joven por ser fiel a ese iniciático afecto amistoso, que se da de bruces con la cruda verdad que niega el ideal americano de la justicia para todos. La vida entera, la tierra toda, el sol y el mar son para aquellos que han sabido sentarse sobre los demás. Como en el poema de Goytisolo, esta verdad la adquiere el protagonista de su padre y de su abuelo. Este —un Anthony Hopkins que lega aquí un trabajo crepuscular que suena a largo adiós— le entrega otra consigna. La de la memoria histórica de los perseguidos, los judíos huidos de la aniquilación en Europa. Recuérdalo, le advierte Hopkins, hablando de sus orígenes en los pogromos de Ucrania, porque ese pasado está ahí y siempre vuelve.

Y es entonces cuando Armaggedon Time despliega su otra cara: la de esa niñez desarrollada en 1980, año del nacimiento de la revolución conservadora. Resuenan en televisión las palabras de Ronald Reagan, en la campaña que abrirá la Casa Blanca a los neocon y al universo fake. Y el joven trasunto de Gray lo entiende en el selectivo colegio donde pierde la inocencia. Un centro que vive de la financiación del padre de Donald Trump. Y de su mujer, en un cameo de Jessica Chastain, que invoca el aquelarre del racismo, la extracción elitista, el aplastamiento de los diferentes. En ese pulso entre la honestidad que su abuelo le ha inculcado y la renuncia a ella —que su padre le confiesa que es tributo a pagar para seguir adelante— late el corazón herido de este filme que deviene sutilísima y clarividente obra política.

El niño idealista descubre que la vida va en serio y pasa por laminar a los de abajo. Llega a ello tras atravesar un campo minado de pequeños apocalipsis emocionales. Y, así, Armaggedon Time se eleva, en su belleza fotografiada por el gigante Darius Khondi y en su despiadada radiografía de un mundo o de una jauría de privilegiados, como obra avasalladora en la elegancia con que destroza la desgarradora mentira del sueño americano. Y de fondo ya se escuchan los ladridos de los perros negros. De la negra historia del siglo XX que regresa.

También en sección oficial, la egipcia Boy From Heaven, de Tarik Salek, propone algo así como El nombre de la rosa trasladado al mayor templo del mundo musulmán. Allí, los aspirantes a Gran Muftí se tiran puñaladas literales, mientras el estado policial quiere controlar con un servicio secreto de anacletos cairotas quién sale de la fumata musulmana. La idea está plagada de posibilidades. Pero el guion, la realización, todo en la película es de una trivialidad tan ingenua y de tal torpeza que el cónclave de complots en la Gran Mezquita parece un enredo de polichinelas suníes.