Olivier Assayas engrandece en Cannes la leyenda vampírica de «Irma Vep»

José Luis Losa CANNES / E. LA VOZ

CULTURA

Vincent Macaigne, Alicia Vikander y Olivier Assayas, en la alfombra roja de Cannes.
Vincent Macaigne, Alicia Vikander y Olivier Assayas, en la alfombra roja de Cannes. Sebastien Nogier | Efe

En una jornada donde domina el género fantástico, David Cronenberg lleva al festival el horror en estado puro con su nuevo filme «Crimes of the Future»

24 may 2022 . Actualizado a las 08:54 h.

Olivier Assayas posee una querencia por el cine tan desbordante que le ha llevado en más de una ocasión a que sus películas se construyesen mirando hacia dentro: protagonistas e historias ambientadas en rodajes, mil y un guiños a la gran pantalla. Todo en una tradición muy francesa. Pensemos en Truffaut y La noche americana. En 1996, Assayas dirigió una película, Irma Vep, que es ya obra de culto. En ella, su entonces pareja, la actriz Maggie Cheung, encarnaba a una cat-woman enfundada en traje de cuero negro objeto de fetichistas. Y asistíamos al rodaje en la ficción de la iniciática película del cine mudo Les Vampires, de Louis Feuilleade, protagonizado por la totémica actriz y escritora de comienzos del siglo XX Musidora.

Con estos antecedentes, existía muy razonable expectación por ver el nuevo bucle que Assayas se ha atrevido a sumar al relato de Irma Vep (anagrama de vampira), al aceptar la propuesta de HBO de recontar en ocho horas esta farsa que habla del cine dentro del cine y proyecta sobre sus orígenes una idea de la súper heroína, en lucha contra una corte de vampiros a modo de secta masónica, que es la más absoluta contrapropuesta frente al aniquilador panorama de la Marvel y compañía.

Porque existe una preciosa paradoja en el hecho de que una figura de este género —en una clave de parodia— forme el eje de una defensa acérrima del cine inteligente, la declaración de amor a este arte que Assayas lleva ensayando toda su vida. Pues bien, este remake de su Irma Vep es un absoluto festín cinéfilo.

La intrahistoria de un rodaje catastrófico, con un director, alter ego del propio Assayas, encarnado por el gran Vincent Macaigne, llevado al caos por sus neurosis y su atracción fatal por el cuero negro que luce su protagonista. El rol original de Musidora —y luego de Maggie Cheung— lo protagoniza aquí una magnética y pansexual Alicia Vikander, epicentro de los diferentes enredos cómicos que componen un trenzado de vodevil de altísima estirpe y colmillo afilado

Está previsto su estreno en HBO como serie de ocho capítulos, de modo que pronto Irma Vep terminará de ser incardinada por Assayas como icono posmoderno y —mucho más que eso— como de verdad heroica defensora del cine sensible frente al de los mastodontes con superpoderes.

En la sección oficial sigue sin hacer acto de presencia -después de la portentosa película de James Gray y de la excelente RMN de Cristian Mungiu- nada que tenga pinta de candidata al gran premio. La italiana Valeria Bruni-Tedeschi, actriz y directora otras veces al frente de sugestivas propuestas, no da en la diana en absoluto con Les Amandiers, una reconstrucción autobiográfica de sus orígenes de juventud en la mítica Escuela de Teatro de Nanterre de Patrice Chéreau, quien dio, además, su primera oportunidad en la pantalla a Bruni-Tedeschi.

Por esto, resulta de muy dudoso gusto el modo en el que ella dibuja aquí a Chéreau, caricaturizado por Louis Garrel como un ser tiránico, un virtual acosador y un adicto a estimulantes ilegales. Más allá del despropósito de iluminar de esta forma cruel lo que era un supuesto homenaje al genio de Chéreau, el filme circula siempre por los rieles de la impostación.

Gareth Cattermole | Efe

Una frivolidad bastante propia de esa llamada izquierda caviar, de la cual Bruni-Tedeschi forma parte, descendiente de una muy rica familia turinesa y hermana de Carla Bruni. Bruni y el elefante en la habitación o incómodo bonsái Nicolas Sarkozy, quienes desfilaron por la alfombra roja casi como si fueran parte del cuadro artístico de este largometraje relamido.

Trata de hablar del veneno del teatro. Pero su profundidad de calado real es más parecido al de Operación triunfo. La pretendida intensidad de ese proscenio se deshace en pirotecnia de efectismos, sobreactuaciones, llantos y deseos más propios de bisbales o chenoas que de aspirantes a intérpretes de Chéjov o Koltés.

Y dramas vívidos de los 80 —el otro temible veneno de esa década, el sida, una plaga en el mundo del teatro que rodeo la existencia de Chéreau— es utilizado aquí como oportunista elemento lacrimógeno, cacareado en el continuo tono de sobreactuación titulada Les Amandiers. Con todo, es una Bruni-Tedeschi. Y en el reparto figura la hija del presidente del jurado, la luminosa Suzane Lindon. No descarten aún este filme del palmarés.

«Holy Spider», asesino en serie iraní

El iraní afincado en Suecia Ali Abbasi no nos alegró tampoco la tarde con Holy Spider, un thriller de asesino en serie de prostitutas ambientado en Teherán. No es despreciable el tono oscurísimo, abiertamente sórdido, que lo preside. Pero su aspiración como película de denuncia de la situación de las mujeres en el régimen de los ayatolás carece de la profundidad o de la agudeza para tocarle las narices al sistema.

Cronenberg

La jornada sí fue fructífera para el género del fantastique o del horror en estado puro. El siempre imprescindible David Cronenberg anuncia por todo lo alto que sigue en plena forma y dispuesto a dar la batalla, pese al fracaso comercial de sus últimas películas, con Crimes of the Future, otra de sus cimas de la insania del universo psicosomático en la que recupera a un gran Viggo Mortensen —con quien ya hizo el director canadiense Promesas del Este y Una historia de violencia— y a dos de las actrices que monopolizan el star-system del empoderamiento: Kristen Stewart y Lèa Seydoux. Cronenberg, con quien este Cannes ha sido hasta en cinco ocasiones cicatero, no debería salir sin recompensa por este retorno al territorio o la cosmogonía de los órganos humanos como fuente de colisión con el mundo racional.