«Sparta», filme de Ulrich Seidl, piedra de escándalo en la lucha por la Concha de Oro

Jose Luis Losa SAN SEBASTIÁN

CULTURA

Fotograma de «Sparta»
Fotograma de «Sparta» .

Junto a la controvertida obra del austríaco, excluida del Festival de Toronto, compiten Jaime

16 sep 2022 . Actualizado a las 09:03 h.

Hace una semana, cuando Sparta, el filme del austriaco Ulrich Seidl, estaba ya anunciado dentro de la competición oficial de este 70º Festival de San Sebastián, saltaron a los medios de comunicación las denuncias de supuesto trato inadecuado durante el rodaje a algunos de los menores rumanos que fueron reclutados como actores no profesionales en la película, cuyo personaje central es un pederasta. Seidl es un cineasta que aborda en su filmografía extrema y apasionante el lado oscuro de la Europa del bienestar: ha tratado la explotación o el turismo sexual, el integrismo religioso asociado a prácticas masoquistas, los viejos fantasmas familiares del nazismo escondidos en el armario de la Mitteleuropa o el negocio de los safaris como obscena reproducción rapaz de la lucha de clases. Si el cine de Seidl siempre incomoda, con Sparta la controversia ha llegado más lejos en el momento en que han surgido las acusaciones de supuestos malos tratos del director a los menores del pueblo de la Rumanía profunda en la que filmó la película en 2019. El argumento de Sparta es el de la secta que crea un hombre con crisis de identidad, que convierte una escuela derruida en una fortaleza en la que se rodea de jóvenes de la zona. Este personaje afronta su inclinación irreprimible hacia la pederastia.

De lo que se culpa a Seidl es de no haber informado a los niños o a sus familias del tema de la función. Y es un escándalo en diferido porque ya antes de la pandemia ocupó a la prensa rumana. Finalmente, ninguna de las familias presentó acusación alguna contra Seidl. Supongo que todo este ruido resurge porque la película va a ver la luz. Lo hará en la sección oficial del Festival de San Sebastián, cuyo director, José Luis Rebordinos, ya dio un paso al frente, con buen criterio, apuntando que si no existe ninguna denuncia judicial, él no puede juzgar si hubo algo incorrecto en el rodaje de Sparta. Y que, por tanto, la película participará en la competición.

En cambio, de donde se ha caído como consecuencia de la controversia, es del Festival de Toronto, ese pantagruélico expositor de cine para compradores internacionales. Hay que dar por hecho que el business tiene muy fácil jugar la carta del puritanismo preventivo. La exclusión de la película de un austriaco con sabia mala baba es para Toronto algo así como aplastar a un mosquito. Ni se plantean allá valores supremos como la libertad de expresión o la importancia de no caer en linchamientos morales sin prueba alguna. Lo sustantivo es seguir haciendo caja con cine que no incordie o picotee conciencias.

Así que el caso Sparta ha convertido al festival donostiarra en un fortín de protección de los autores frente a la ola censora. Y cuando aún no termina de cerrarse este zafarrancho, surge uno nuevo con la película argentina Pornomelancolía, de Manuel Abramovich, también en concurso aquí En ella, el protagonista, Lalo Santos, desarrolla ante la cámara lo que es su trabajo en la vida real, más allá de la ficción: el de estrella de porno gay e influencer. Parece que Santos se ha sentido manipulado por Manuel Abramovich. Y -como buen influencer- ha desparramado su ira en redes sociales. De modo que también Pornomelancolía llega aureolada de sospechas, aunque estas parezcan poco fundadas. Creo que estos ruidos de fondo son positivos para este festival, que se mantiene en su posición de respeto a la libertad de creación mientras no existan delitos. Y también porque siempre es bueno que se hable de un certamen de cine. Aunque se hable bien.

Cuatro películas españolas en competición

En el concurso por la Concha de Oro sobresale -según el canon- el cine español para el cual Donosti y la sala Kursaal quieren jugar siempre como cajas de resonancia. Serán cuatro las cintas españolas en liza: el ya veterano Jaime Rosales, uno de los contados realizadores de nuestro país que suele tener espacio en las secciones paralelas de Cannes, presenta Girasoles silvestres. La muy esperada segunda película de Pilar Palomero -tras los premios recabados por Las niñas- se llama La Maternal y es la segunda apuesta de la industria nacional. A los films de Rosales y de Palomero hay que sumar La consagración de la primavera, lo nuevo de Fernando Franco -que debutó, con muy buen pie, en este festival con La herida-. Y la opera prima del vasco Mikel Gurrea, Surio, completa la representación española.

Enfrente tendrán a uno de los popes del cine de la vanguardia, el coreano y bien prolífico Hong Sang soo. Ya posee Hong una Concha de Plata como mejor director, obtenida en 2016 con Lo tuyo y tu. No me da el coreano la impresión de una sed de ambición ante los palmarés de festival. De hecho, suele quedarse fuera muchas más veces de las que su lobby de adoradores desearía. Pero en el cartel de este San Sebastián 2021 es un peso pesado. Algunos peldaños por encima del francés Christophe Honoré, que compite con Le Lycéen. Y del chileno Sebastian Lelio, que dio su gran paso adelante internacional con Gloria, preimada en Berlín. Y que ahora se trae al Kursaal The Wonder, una producción internacional amparada por Netflix y rodada en Irlanda con Florence Pugh, mega star millenial, como protagonista. No sé si Pugh volará a San Sebastián en su avión privado, tal y como se presentó en el Lido hace una semana para pelearse el resto del equipo de Don`t Worry, Darling. Conociendo la voracidad para con el oro de los festivales de Sebastián Lelio -de la saga de los hermanos Larraín, que nunca perdonan- ya puede Hong Sang soo guardarse a salvo la cartera.