Tres estrenos cinematográficos: «Olga», «Mi vacío y yo» y «Cadejo Blanco»

La Voz REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

La atleta Anastasia Budiashkina protagoniza el filme «Olga».
La atleta Anastasia Budiashkina protagoniza el filme «Olga».

Los críticos de La Voz de Galicia analizan las últimas películas de los realizadores Elie Grappe, Adrián Silvestre y Justin Lerner, que acaban de llegar a las salas españolas

16 sep 2022 . Actualizado a las 09:04 h.

Los críticos de La Voz de Galicia Eduardo Galán Blanco, Miguel Anxo Fernández y Sabela Pillado analizan las últimas películas de los realizadores Elie Grappe, Adrián Silvestre y Justin Lerner, que acaban de llegar a las salas españolas. Son, respectivamente, «Olga», «Mi vacío y yo» y «Cadejo Blanco», y los tres estrenos, muy diferentes, abordan asuntos de relevante carga y compromiso sociales.

Fotograma de la película «Olga».
Fotograma de la película «Olga».

«Olga», la soledad de la atleta

Por Eduardo Galán Blanco

La oportunidad coyuntural le otorga a Olga un valor inicialmente inesperado. La película está grabada entre finales del 2019 y comienzos del 2020, justo antes del estallido de la pandemia del coronavirus, y cuenta una historia que sucede entre Ucrania y Suiza durante el 2013 y el 2014, incluyendo una coda final situada seis años después. La Olga del título es una rebelde y tenaz pero desorientada gimnasta ucraniana de 15 años, especializada en barras asimétricas que debe completar su formación en Suiza —país de origen de su padre—, pues el régimen de Yanukóvich persigue a la madre periodista y la vida de ambas corre peligro. La chica tiene que enfrentarse en el exilio al desarrollo de su identidad como persona y como atleta, compitiendo en el Europeo de atletismo con la nacionalidad suiza y observando en la distancia la sangrienta crisis en su país, con el telón de la célebre revolución de la plaza Maidan de Kiev.

Olga cobra hoy, tras la invasión de Ucrania por el ejército ruso, una nueva dimensión, pues, como decía, hace casi noventa años, el gran documentalista John Grierson —uno de los precursores de lo que luego sería el cine realista británico, un estilo que ejerce no poca influencia en el tono de este filme—: «El cine social trascenderá el tiempo y nos ayudará a comprender mejor nuestra historia».

Además, Olga es una hermosa cinta sobre la dificultad de crecer, un filme que examina los dolorosos trastornos de la mutación de hacerse mayor. Y el honrado y comprometido discurso de la película da el salto sin redes, apoyado en la maravillosa presencia de la atleta Anastasia Budiashkina que debuta como actriz —todas las jóvenes intérpretes del filme son también gimnastas— exhibiendo una frescura y franqueza conmovedoras. De Olga agradecemos su autenticidad, su limpieza estética y narrativa, que homenajea, sin tapujos ni maquillajes, la belleza de lo cotidiano.

«OLGA»

Francia- Suiza-Ucrania, 2021.

Director: Elie Grappe.

Intérpretes: Anastasia Budiashkina, Théa Brogli, Catherina Barloggio, Sabrina Rubtsova, Philippe Schuler, Tanya Mikhina, Jerome Martin, Alicia Onomor, Roger Jendly, Aleksandr Maurits.

Drama. 86 minutos.

Silvestre retrata con autenticidad la peripecia de un ser humano en busca de su identidad.
Silvestre retrata con autenticidad la peripecia de un ser humano en busca de su identidad.

«Mi vacío y yo», de hombre a mujer, sin trauma

Por Miguel Anxo Fernández

La temática LGTBIQ+ llegó para quedarse. El medio audiovisual es parte de ese proceso y lo hace de forma honesta en Mi vacío y yo, a sabiendas de que todavía hay sectores del público refractarios a una normalidad que siempre estuvo ahí, pero también estigmatizada, cuando no ocultada con premeditación y alevosía en este país. Apenas los dedos de la mano llegan para contar las películas producidas por el cine español, comenzando por el insólito musical Diferente (Luis María Delgado, sobre historia de Alfredo Alaria, 1961), en el que coló su protagonista gay cual golazo por toda la escuadra a aquella censura reaccionaria y castradora actuante bajo el paraguas franquista. Vale que eran otros tiempos. En esa opción por lo cotidiano, el filme de Adrián Silvestre Mi vacío y yo ni se va por las ramas, ni se anda con tapujos ni se ahorra ese realismo crudo que incluye escenas explícitas de sexo que para los antiguos lindarían con el hardcore.

Raphaëlle es un trans francés en Barcelona, mujer en cuerpo de hombre al que diagnostican disforia de género, que inicia un complejo periplo tan emocional como físico en al menos dos años y que el filme recoge con tono de ficción. La cinta no renuncia a la experiencia vital de Raphi en una suerte de viaje que no será a los infiernos, pero tampoco exento de dolor, escuchando a médicos, compañeros en igual situación, personas que ya pasaron por el quirófano, ligues ocasionales o no...

En fin, una peripecia con mucho de didáctica para ajenos a este mundo, por ignorancia o por prejuicios enraizados en una cultura empeñada en marginarlos. Se agradece la foto desnuda, sin apenas aditivos de esa —muchas veces molesta— excesiva posproducción de color, redimensionando el aura de autenticidad que rezuma la peripecia de un ser humano en busca de su identidad. Al final quizá haya logrado un doble objetivo: el suyo personal y el de sensibilizar al espectador.

«MI VACÍO Y YO»

España, 2022.

Director: Adrián Silvestre.

Intérpretes: Raphaëlle Pérez, Alberto Díaz, Carles Fernández Giua, Carmen Moreno, Marc Ribera, Isabel Rocatti.

Drama. 98 minutos.

La protagonista va en busca de respuestas y su pesquisa pronto se convierte en un viaje de venganza y autodescubrimiento.
La protagonista va en busca de respuestas y su pesquisa pronto se convierte en un viaje de venganza y autodescubrimiento.

«Cadejo Blanco», viaje de venganza

Por Sabela Pillado

Es escaso (por no decir casi inexistente) el cine guatemalteco que llega a las pantallas españolas. Es esa una (una más, porque hay unas cuantas) de las razones que hacen que esta película, Cadejo Blanco, llame la atención. Hasta Guatemala se trasladó el cineasta estadounidense Justin Lerner para, a lo largo de tres años, realizar un trabajo de investigación exhaustivo sobre las maras (pandillas juveniles con actividad de carácter criminal) del país. Fruto de todas sus horas de entrevistas y testimonios, surgió un filme de ficción que por veces se asemeja a un documental con hechuras de thriller.

Aunando actores no profesionales con otros —los menos— que sí lo son, Lerner engarza una historia que sigue a una chica que, para investigar la desaparición de su hermana, se infiltra en una de esas violentas sociedades. Tal es la audacia, en su lucha por averiguar la verdad, que llegan a desdibujarse ante ella los límites entre el bien y el mal, aunque la muchacha intenta no perder su humanidad en el proceso. De su mano descubrimos un mundo de delincuencia donde la vida apenas tiene valor, y en el cual habitan jóvenes sin futuro que no conocen otro medio de subsistencia. Ellos son ejemplo de cómo las circunstancias del entorno condicionan decisivamente al individuo, de cómo niños criados en una espiral de violencia parecen no poder aspirar a más.

La violencia en Centroamérica, que afecta de modo especial a las mujeres, y que se desarrolla ante el desinterés de las autoridades y la policía, es mostrada a través de los ojos de una chica que comienza una pesquisa para obtener respuestas y que pronto se convierte en un viaje de venganza y autodescubrimiento por medio de la exploración de los límites y moralidad propios.

Lejos de clichés, con buen ritmo, calidad técnica y una protagonista que dota de veracidad la huida hacia delante de su personaje, Justin Lerner demuestra su buen hacer y nos brinda un retrato de un mundo descarnado que se rige por sus propias leyes.

«CADEJO BLANCO»

Guatemala, 2021.

Director: Justin Lerner.

Intérpretes: Karen Martínez, Rudy Rodríguez, Pamela Martínez, Brandon López, Juan Pablo Olyslager.

Drama. 125 minutos.