Ramon Fontserè, director de Els Joglars: «Necesitamos políticos más cultos»

E. Gutiérrez REDACCIÓN

CULTURA

La compañía de teatro trae a Asturias su última obra «¡Que salga Aristófanes!», una critica a los tabúes y a lo políticamente correcto

15 oct 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Desde hace sesenta años la compañía Els Joglars recorre los escenarios de medio mundo ofreciendo espectáculos que siempre suelen ser críticos con el poder establecido, con la moda, con las leyes consuetudinarias de la burguesía o con la política, recordando al espectador que los tabúes siguen presentes en la sociedad. Esa es la labor que la compañía española de teatro independiente, desde la belleza y la poesía intrínseca a la liturgia de la dramaturgia, mantiene desde sus comienzos.

Fundada por Albert Boadella hace 60 años y heredada en dirección y en espíritu en 2012 por Ramón Fontserè. Con la obra ¡Que salga Aristófanes!, de su propia creación y direcciónque este sábado llega al Valey Centro Cultural de Castrillóninvita a los espectadores a la reflexión sobre los tabúes, lo identitario, la cultura de la cancelación o lo políticamente correcto a través de la figura del comediógrafo griego. 

-El año pasado la función tuvo que ser cancelada en Avilés, después de casi un año presentan la obra en Asturias.

-Sí, estamos muy contentos de poder presentar aquí en el Valey y de poder actuar en Asturias. Lamentablemente, el año pasado, tuvimos que suspender por cuestiones técnicas y ahora, por fin, podemos tráelo. Hemos estado ya en varias ciudades de gira y ahora toca más gira en Asturias y estamos muy contentos.

-¿Cómo es el público asturiano?

-Tenemos muchos fans aquí. Es un público muy cálido y que reacciona muy bien a nuestros espectáculos. Unos espectáculos que son inspirados en la realidad y el público lo sabe captar muy bien. Hay veces en las que hemos recibido reacciones catárticas, yo me acuerdo en Señor ruiseñor que tuvimos un aplauso muy emotivo y muy largo… Estuvo muy bien, la obra era una sátira sobre el procès y el humor lo cogieron muy bien. Creo que en Asturias hay, desde hace años, una cantera muy Joglars.

-En ¡Que salga Aristófanes! denuncian esa sobreprotección que ejerce la sociedad actual a la hora de abordar ciertos temas. ¿Cómo se enlaza eso en el argumento de la obra?

-Como dice Edu Galán, vuestro paisano, vivimos en la sociedad de atención al cliente, entonces esta «sobre protección» nosotros la enlazamos en lo políticamente correcto. Yo creo que el humor nos pone en contacto con la verdad y como nuestro referente, Aristófanes, es lo que intentamos hacer nosotros.  El hilo argumental de ¡Que salga Aristófanes! está situado en el ahora. Es un viejo profesor que ha sido cancelado y expulsado de la universidad por sus propios alumnos, lo que le produce unas secuelas mentales que hace que le internen en un centro (un hipotético centro) de reeducación psicocultural para que vuelva un poco a las normas marcadas por lo políticamente correcto. Pero como es un profesor de Clásicas, allí asume, por momentos, ese personaje de Aristófanes, imaginándose que es el dramaturgo griego como modelo de libertad frente a una sociedad cada vez más repleta de tabúes y censuras. Ese es el argumento de ¡Que salga Aristófanes!, con humor e ironía. Es un espectáculo muy catártico, también, por eso que hemos hablado antes de que nomina o retrata una parte de esa realidad que, a veces, no queremos ver.

-No dejan títere con cabeza. Hacen sátira del feminismo, el lenguaje inclusivo, del ecologismo y de otros temas muy tabú. 

-Es lo que hay. En esta deriva actual parece que el sentido común es lo que más falta. Esta sociedad sobreprotectora e infantilizada, de lo políticamente correcto, te obliga a adaptarte a un pensamiento y lenguaje que marcan unos, aunque nadie les haya pedido la opinión. Hay miedo a hablar libremente y de forma espontánea porque te pueden señalar por facha por todo. Nosotros reflejamos la sociedad.

-¿La gente se ofende muy rápido hoy día?

-Sí, ahora está la cosa de no frustrar. Hace años recuerdo, en Avilés, la gente pedía unas actuaciones más asilvestradas… ahora no podrían hacerse porque, con esta moral que hay ahora, nos tacharían en las redes. Yo soy de una generación mucho más abierta a eso, quizás porque veníamos de unos años que necesitábamos un soplo más fuerte, y, ahora, algo que nació para subir fotos de las vacaciones se ha convertido en la máxima cancelación y no puedes dar un paso con tranquilidad sin miedo a que, incluso, se dilapide tu carrera. A la mínima has dicho algo y la gente se ofende y se monta un gran señalamiento.

-¿Alguna vez se ha autocensurado por miedo a la cultura de la cancelación?

-Esto es lo que desgraciadamente se consigue. Uno de los peligros para el artista hoy día tiene que ver directamente con esta presión de la que hablaba. Ahora todo el mundo se ofende. Todo está minado. No puedes dar un paso con tranquilidad, ni hablar, porque si haces alguna manifestación y la mayoría no está de acuerdo, corres el peligro de ser linchado por esas redes inquisitoriales. Nosotros nunca nos hemos cortado, pero sí lo hemos tenido presente. La libertad tiene unas consecuencias, que nosotros aceptamos. Habrá un público que nos lo agradecerá. 

-¿Sigue siendo el teatro uno de los últimos lugares donde realmente se puede ejercer la libertad de expresión?

-El teatro tiene que ser una libertad de expresión. El teatro es el espacio supremo de libertad pese a quien le pese. Eso es un elemento fundamental. El teatro tiene que cumplir esa función de mostrar una realidad insospechada al espectador. Es decir, mostrar la realidad que el espectador piensa en realidad en su foro interior. Muchas veces los espectáculos de Els Joglars han sido catárticos porque el espectador ve sobre el escenario, en un cuerpo ajeno, lo que realmente piensa y que, por pereza, mecanización o complejo, no se atreve a manifestar. En el ADN del cómico siempre tiene que ir esa cosa de, con la máxima gracia, belleza, poesía y malicia, poner en solfa los tabúes de la sociedad. Nadie te obliga a ir al teatro, si no te gusta no vas.

-Los Joglars han tocado las narices al franquismo, a la Iglesia, al independentismo… Y ahora a los «nuevos puritanismos». ¿Cuál es más difícil de abordar?

-Cuando te enfrentas al tema en cada espectáculo es todo difícil, pero una vez metido en harina se va desbrozando y se construye el espectáculo. Nosotros seguimos la tradición de los cómicos. Una de las principales virtudes que se señala de la obra de Aristófanes, aparte de su gran talento artístico, es que gracias a él se puede conocer la sociedad griega del siglo V a.C. Con los espectáculos, Els Joglars aspiramos a que se pueda seguir la historia de España. 

-Ha hecho de Jordi Pujol, Franco, Sánchez Mazas o Dalí. ¿Con qué personaje se ha divertido más? ¿Por qué?

-Con Josep Pla y Dalí porque son los que considero más cercanos a mí. Pla era un hombre muy culto, un extraordinario escritor y un apasionado de su oficio que vivía en una masía del pequeño Ampurdán. Es el que más me ha gustado hacer por una cierta simpatía y coincidir con su manera de ver el mundo, de pensar. Decía que era un pesimista optimista. Era también un hombre muy socarrón y divertido. Me gustó muchísimo estudiarlo y documentarme sobre su vida. Y Dalí era un hombre que parecía que decía muchas tonterías, pero no decía ninguna. Era un hombre que siempre ha reconocido a los grandes y era una persona genial, muy teatral. Son dos personajes muy teatrales con un legado artístico impresionante.

-Después de tantos años en la carrera, ¿qué detecta que reclama la sociedad actualmente?

-Como ciudadano mas cordura y sentido común. Ahora todo el mundo tiene una solución y eso es muy complicado. Necesitaríamos unos políticos más profundos y más cultos. Necesitamos a gente que apele más por el sentido común porque ahora solo se piensa en el poder y se hace todo por conseguirlo.

-¿Dónde están las nuevas generaciones para reflexionar sobre estos temas?

-No están. Las nuevas generaciones tienen que ver primero lo que hacen sus padres y tienen que hartarse de lo que han visto hacer para saltar y tomar esas riendas.

-¿En qué momento se encuentra Els Joglars? ¿Cómo definiría el momento actual de la compañía?

- Aquí estamos con 60 años encima de las tablas. Yo tengo ganas de continuar y de seguir haciendo esta cosa fantástica que es el juego teatral y lo que me ha gustado siempre. Estamos con ánimos y, como siempre, con ganas de más.

- Desde que usted relevó a Boadella en la dirección de Els Joglars han pasado ya diez años. ¿Qué impronta personal cree que ha dejado usted en la compañía?

- Yo qué sé, ni idea. He intentado seguir una idea y una estética como carne de Joglars que soy. He intentado seguir con esta ética y con esa estética y pasármelo lo mejor posible haciendo teatro. La personalidad de Albert es distinta a la mía y, naturalmente, la mirada es diferente; pero no, digamos, los referentes. Hay una manera de entender el teatro y la construcción de los espectáculos. Eso sí que lo he mantenido. He sido un conservador de ese espíritu que yo he mamado toda la vida

-Ha venido en varias ocasiones a Asturias con la compañía. ¿Qué es lo que más le gusta del Principado?

-Asturias es una comunidad extraordinaria. Uno de los mayores placeres de los cómicos es la gastronomía y en Asturias es una locura, tengo grandes recuerdos en el casco antiguo de avilés de pegarnos atracones a marisco, fabada, cachopos y sidra.

-¿Por qué debería el público ir a ver ¡Que salga Aristófanes!

-Porque se lo van a pasar bien. Van a reír y a reflexionar. Creo que es un espectáculo catártico en el que se van a desahogar. Creo que es un espectáculo que tiene esos elementos del humor y de la poesía. Y porque es sano reírse de los tabúes y los traumas de la sociedad.