Eloy Gayán: «La inmigración quizás se puede entender mejor desde la literatura que desde el derecho»

Javier Becerra
Javier becerra REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

El escritor asturiano Eloy Gayán (Oviedo, 1964).
El escritor asturiano Eloy Gayán (Oviedo, 1964). Eduardo Pérez

En la novela «¡A extremo!» plantea un choque de culturas y formas de ver el mundo en el contexto de la España vaciada

25 dic 2022 . Actualizado a las 17:01 h.

Dice Eloy Gayán (Oviedo, 1964) que para él la literatura es una forma de evasión. «Supone soñar y escapar de tecnicismos, normas y demás», afirma este doctor en Derecho y profesor titular en la UDC. Acaba de publicar ¡A extremo! (Editorial Manuscritos), su tercera novela tras Las damas silenciosas (2017) y Un puente a Peulla (2022).

—Su libro toca el tema de la España vaciada y las migraciones, ambos de máxima actualidad. ¿Está motivado por ello?

—Surge por la preocupación que hay en las aulas cuando explico el derecho de extranjería con los alumnos. Nos damos cuenta todos de que hay un problema con la inmigración ilegal. Esas normas que regulan la inmigración no se llegan a entender bien por la sociedad, se ven desde el punto de vista de la frialdad. Aquí pretendo sensibilizar para transmitir la idea de que podemos convivir y que la inmigración quizás se puede entender mejor desde la literatura que desde el derecho.

—¿Refleja un mundo que está a punto de desaparecer o algo oculto en la modernidad?

—Precisamente, uno de los protagonistas del libro es el nieto de unos pastores trashumantes que vive en un mundo de videojuegos. Descubre una realidad distinta que desconocía totalmente: las penurias de una familiar africana con la que va a convivir y se da cuenta de que es un joven que vive aislado de la naturaleza.

—¿Es la emigración que llega la que recuerda lo que fuimos y hemos dejado de ser?

—En parte, sí. Los españoles y los gallegos en particular, sí. Muchos tuvieron que partir, en mejores condiciones quizá que las que les toca a mucha gente hoy en día. Eso se olvida. Hay etapas en los países y los pueblos que no se pueden olvidar. Hay que intentar asimilar lo que viene ahora: toda esa gente que huye de penurias, guerras y persecuciones y quiere buscarse un hueco. Tenemos que ver entre todos qué podemos hacer.

—En el libro se dice que estos problemas son derivados de la desidia y la ignorancia.

—Se hace referencia y son un hilo conductor las normas de la mesta y la Casa de Ganaderos de Zaragoza. Si leemos y nos fijamos en esas normas, que regulaban la trashumancia, vemos que algunas de las cuestiones y problemas que tenemos hoy ya se plantearon entonces. En un informe sobre la Ley Agraria escrito en 1795 Jovellanos ya avisaba de la España vaciada y pedía soluciones a la despoblación. Es curioso que no lo hayamos sabido ver y que, por desidia o ignorancia, el problema siga ahí.

—¿Se ve ese mundo como algo ajeno desde las ciudades?

—Sí, y las personas competentes deberían encontrar soluciones para acercar ese campo. Se habla de explotar el potencial cultural o turístico. También la energía eólica. Es difícil acomodar a la juventud de hoy para que se pueda trasladar a un pueblo. ¿Qué le ofreces a esos jóvenes?