Nacho Vegas: «Hoy los jóvenes saben cómo aprovecharse del sistema»

CULTURA

DIEGO SANCHEZ

Militante del inconformismo, vigía constante y hostil ante la abnegación, Nacho Vegas confía en que otros mundos son posibles. La cultura y las canciones son su testimonio

27 ene 2023 . Actualizado a las 21:49 h.

Voraz lector y vehemente narrador, Nacho Vegas (Gijón, 1974) se ha convertido en uno de los más ácidos cronistas musicales de este tiempo. De un tiempo que no se resigna a retratar desde una perspectiva contemplativa. Prefiere manifestarse hiriente y sagaz, cáustico y al tiempo poético. En sus canciones y en su discurso. Que por veces confunde y entrelaza sin atisbo alguno de temor ni rubor.

—En 2018 decías que «la música debe ser un contrapoder». ¿Crees que vamos en esa dirección?

—No lo sé. Ahora mismo hay mucha gente joven haciendo música y el panorama es muy heterogéneo. Ahí me falta un poco de perspectiva. Creo que las generaciones más jóvenes han asumido el sistema y saben como aprovecharse de él, en lugar de confrontarlo, cuestionarlo y combatirlo, que fue el papel que la música popular jugó históricamente. El de hacer de contrapoder. El contar las cosas que no te cuentan en las versiones oficiales. Tras la pandemia, yo esperaba que surgiera una escena nueva que realmente cuestionara este sistema y todo este entramado de poderes que nos gobiernan en la sombra... O no tan en la sombra. Pero hoy no sé...

—Para generaciones anteriores era «nosotros contra el sistema». Ahora es «el sistema contra nosotros». Alterando un poco el título de tu último disco, da la sensación de que son «Mundos derrumbándose y nosotros inmóviles».

—Exactamente. Cuando llegó la pandemia tuvimos la sensación de que podía ser un buen momento para repensarlo todo y volver a construir modelos. Pero hemos ido en la dirección contraria. O nos conformamos con el «por lo menos que nos quedemos como estábamos antes. Joder, ¡pero es que antes estábamos mal! ¿Nos hemos olvidado de eso? Supongo que es cosa del shock. Que saca nuestra parte más reaccionaria. De ahí la referencia en el título del disco a derrumbar esos mundos inmóviles para construir otros nuevos

—«Ay, el azar!» cantas en «Abnegación». ¿Volvemos al determinismo trágico?

—Espero que no. Siempre quise huir de eso. Es cierto que mis primeros discos están un poco empapados de ese determinismo, pero luego intenté rebelarme contra él. En Abnegación, más que volver al determinismo trágico, lo que hago es cuestionar el relativismo.

—El relativismo suele acabar convertido en conformismo.

—Cierto. Y eso es muy peligroso. Porque al final se acaba tirando de argumentos como que cualquier cosa que puedas hacer va a ser cómplice del sistema, y entonces, para qué vas a hacer nada si todo va a seguir igual. Yo entiendo las canciones como lo contrario a ese conformismo, como una buena manera de mirar al mundo, cuestionándolo.

—¿Le ves grietas al sistema?

—Sí, lo que pasa es que muchas veces el sistema aprovecha esas grietas para capitalizarlas. Hace tiempo podíamos pensar que el mundo de las emociones y de los sentimientos era algo a lo que el capitalismo no podía meter mano. Era algo que no se podía privatizar. Pero como apunta el ensayista Alberto Santamaría ya tenemos aquí el «capitalismo afectivo». Todos esos discursos de coaching y motivacionales no hacen sino mercadear con nuestras emociones.

—Retomando «Abnegación», ¿cuál es el número 1 en tu lista de odios?

—El fascismo. Para mí, combatirlo es una obligación moral. Me asusta ver como el neoliberalismo acoge con tanta naturalidad a la ultraderecha. Se están normalizando actitudes muy peligrosas y sin embargo se sigue penalizando la disidencia, incluso en la música. Es aberrante que Pablo Hasél esté la cárcel o Valtònyc en el exilio por cantar lo que les dé la gana. Las canciones no matan a nadie. El racismo y el machismo sí que lo hacen. Todos los días.Pero no va la Audiencia Nacional a detenerte por tener un discurso racista como el que hoy se oye casi a diario.

—Te he escuchado en varias ocasiones reivindicar la ternura. ¿Y la melancolía?

—En una de sus novelas, Russell Banks -quien, por cierto, murió hace un par de semanas-, hablaba del término aflicción y lo ponía en contraposición al de sufrimiento. Decía que del sufrimiento somos conscientes y sin embargo la aflicción es algo que se instala en nosotros y con lo que aprendemos a vivir de una manera, digamos, resignada. Entre tristeza y melancolía podemos hacer la misma analogía. De la tristeza somos conscientes pero la melancolía, una vez se ha apoderado de nosotros, hay que tomar mucha distancia de uno mismo para advertirla. En cualquier caso, aunque es un sentimiento empapado de tristeza, la melancolía viene a constatar que estamos vivos y que tenemos la capacidad de sentir. Eso es bueno cantarlo.

  •  PONTEVEDRA PAZO DA CULTURA VIERNES, 21.00 horas. DESDE 14 EUROS