Bernardo Díaz Nosty: «La mirada de las periodistas ayuda a entender la Guerra Civil»

CULTURA

Javier Albiñana

El autor rescata del olvido el trabajo de las extranjeras que cubrieron la contienda, que se acercaron a las víctimas, lejos de los frentes

10 feb 2023 . Actualizado a las 09:04 h.

Periodista de larga trayectoria, investigador y docente, Bernardo Díaz Nosty es autor de obras sobre historia contemporánea como Las Cortes de Franco: 30 años orgánicos, La irresistible ascensión de Juan March o Historia del franquismo (con Daniel Sueiro); sobre periodismo, como Libro negro del periodismo en España, La prensa en el nuevo ecosistema informativo o Periodistas en el punto de mira; y de novelas como El crimen de la calle de la Justa o La monja encuadernadora. Ahora publica un monumental libro de casi 900 páginas, Periodistas extranjeras en la Guerra Civil (Renacimiento), en el que rescata del olvido el trabajo y el papel que jugaron las mujeres que cubrieron la contienda. Una obra fundamental que llena un hueco llamativo en la historiografía de la Guerra Civil, vista desde los ojos femeninos.

­—¿Qué papel jugaron las periodistas extranjeras en la Guerra Civil?

Aportaron una visión complementaria de la tragedia, generalmente guiada por una inteligencia emocional que las llevó a acercarse a las víctimas de la guerra lejos de los frentes. En las ciudades, en los pequeños pueblos, mujeres, niños y ancianos también eran víctimas de las enfermedades, del hambre y de los bombardeos aéreos sobre la población civil, una modalidad devastadora que introdujeron en los conflictos bélicos, por primera vez en la historia contemporánea, alemanes e italianos, aliados de los sublevados. Algo que, poco tiempo después, tras la Segunda Guerra Mundial, sería tipificable como crímenes de lesa humanidad.

­—¿Qué perfil tenían esas periodistas, formación, procedencia, ideología, número de las que vinieron, por qué vinieron..?

—Es difícil saber cuántas vinieron, pero desde luego más de las diez o veinte identificadas en la historiografía más conocida. Al menos, según he podido documentar, fueron cerca de doscientas las periodistas, fotoperiodistas y colaboradoras de prensa y radio las que viajaron a España entre 1936 y 1939. En general, y eso es sorprendente, eran universitarias. En cuanto a la ideología, predominaban las progresistas, de ahí que el mayor número de ellas viajase a la zona republicana, y su procedencia iba más allá del Reino Unido y Estados Unidos, como indicaban algunos historiadores de la Guerra Civil, y alcanzaban a cerca de treinta nacionalidades, con una fuerte presencia de francesas, alemanas y austríacas, nórdicas, rusas y latinoamericanas, especialmente, entre estas últimas, cubanas, mexicanas y argentinas.

­—¿Las periodistas tenían una mirada diferente que la de sus compañeros en su manera de contar la guerra y de reflejar el sufrimiento?

—En efecto. Ellas son las que dan cuenta de los bombardeos sobre las colas de mujeres y niños en mercados y comercios; las que acuden a las morgues y relatan las estampas dramáticas de los cuerpos destrozados; las que revelan, como escribe la noruega Gerda Grepp, que aquellos cadáveres no son víctimas de una guerra, sino de vulgares asesinatos… En muchos casos, unen su labor periodística al activismo humanitario, emprendiendo campañas en sus medios en favor, muy especialmente, de la protección de los menores.

­—¿Puede contar brevemente los casos de cinco periodistas que destacaran por su labor?

—Siempre he creído que destacar a unas pocas es enterrar a la mayoría, por eso prefiero referirme a la dimensión coral del relato femenino sobre la guerra y a la necesidad de incorporarlo al sedimento historiográfico. No obstante, y sin marcar jerarquías, ahí van cinco nombres de periodistas, que no son las mejores, ya que no se trata de eso aquí. Las cinco primeras que a bote pronto vienen a mi memoria: la sueca Anna Elgstöm, que recorre la España franquista y entrevista a Carmen Polo; las francesas Simone Téry y Madeleine Jacob, ambas muy presentes en distintas circunstancias y escenarios de la guerra; las inglesas Nancy Cunard y Hilde Matchant, también muy comprometidas en su labor de denuncia de las atrocidades, y la alemana Ilse Wolff, que algunos confunden con otra colega excelente, la austriaca Ilse Kulcsar, ambas con un recorrido vital y profesional apasionante y con dificultades que las llevaron a salir del país. Bueno, son siete en lugar de cinco…

­—¿Por qué, siendo tan numerosa y valiosa la labor de las periodistas extranjeras en la Guerra Civil, se conoce tan poco, salvo casos aislados?

—El relato de la guerra y lo que podríamos denominar la cultura de la guerra es netamente masculina. Hoy ha variado bastante y, como estamos viendo en Ucrania, el foco no solo se pone en los frentes, sino en la percepción del sufrimiento de la población civil. Se conocen los casos de las periodistas estrella estadounidenses Martha Gellhorn, Eleanor Packard o Virginia Cowles, pero el silencio diluye la memoria de decenas de historias contadas por mujeres acerca de la piel herida de una sociedad sometida a las penalidades de la guerra. También es necesario rescatar el legado de las periodistas españolas, cuatro de ellas directoras de periódicos durante la guerra, entre ellas la gallega María Luz Morales, directora de La Vanguardia de Barcelona. Ahora, habrá que reconstruir aspectos narrados de forma parcial o con una visión sesgada a escenarios más inclusivos, donde la mirada de la mujer, tan determinante en estos casos, contribuye a entender mejor el drama del conflicto.