Las rubias de Hitchcock y cómo el mago del suspense las hizo inmortales

José Luis Losa

CULTURA

Hitchcock dando indicaciones a Kim Novak durante el rodaje de «Vértigo». A la derecha, Vera Miles en «Psicosis».
Hitchcock dando indicaciones a Kim Novak durante el rodaje de «Vértigo». A la derecha, Vera Miles en «Psicosis».

Eva Marie Saint, Vera Miles, Tippi Hedren y Kim Novak son nonagenarias; y Shirley McLaine y Julie Andrews están a punto de entrar en ese estanque dorado

20 mar 2023 . Actualizado a las 08:21 h.

Alfred Hitchcock ha pasado a la Historia del cine por su genio singularísimo para convertir a sus actrices en sujeto de fascinación y en motor del suspense a partir de una sexualidad gélida. También por el controvertido trato —entre la reverencia, el desprecio y el acoso— con el cual las manipuló. Pero como si se tratase de uno de los trucos o de los vuelcos inesperados que cultivaba a modo de gran prestidigitador en sus películas, Hitch nos deparaba un póstumo misterio que se llevó consigo bien resguardado tras su fallecimiento en 1980. Un enigma que ha ido desvelándose en el curso del tiempo. Una pirueta digna de su capacidad para epatar en filmes como su obra maestra Vértigo, donde planteaba la cuestión de la inmortalidad o la resurrección de su protagonista, Kim Novak.

Kim Novak, en una escena de «Vértigo».
Kim Novak, en una escena de «Vértigo».

Novak ha cumplido hace unas semanas 90 años. Pero su longevidad no es la única ni la más llamativa que surca el siglo XXI de entre las estrellas del temporalmente tan lejano universo hitchcockiano. Vera Miles —protagonista de Falso culpable y de Psicosis— tiene 93 años. Los mismos que Tippi Hedren, quien también fue por dos veces su actriz principal, en Los pájaros y Marnie, la ladrona. Y Eva Marie Saint parece desafiar irónicamente el título del filme en el cual compartió escarpadas peripecias con Cary Grant, Con la muerte en los talones: ella tiene 98.

Tippi Hedren en «Los pájaros» (1963) y en un anuncio que rodó en el 2018 para Gucci.
Tippi Hedren en «Los pájaros» (1963) y en un anuncio que rodó en el 2018 para Gucci.

Esto es así: Alfred Hitchcock, conocido artísticamente como el enemigo de las rubias, pareció inyectar en ellas, como ofrenda póstuma o deuda nunca negociada un don de (semi)inmortalidad que desafía todas las leyes de lo probable. Esas bellezas de gen anglosajón o nórdico, que en su famoso libro de conversaciones con Truffaut quedaron definidas sin ambages como portadoras de una sexualidad gélida, una pasión hibernada, parecen habitar ahora un libre invernadero, un Cocoon que las acerca a la eternidad. Un espacio que —para abundar en el efectismo casi mágico— las divas Eva Marie Saint, Vera Miles, Tippi Hedren y Kim Novak no son las únicas en disfrutar.

Eva Marie Saint con Cary Grant, en «Con la muerte en los talones».
Eva Marie Saint con Cary Grant, en «Con la muerte en los talones».

Otras dos protagonistas del cine de Hitchcock, Shirley McLaine y Julie Andrews han cumplido ya los 88 años. McLaine debutó en el cine en 1955 en Pero ¿quién mató a Harry?, comedia macabra con un muerto que daba más lata que Rascayú. Y Julie Andrews fue protagonista de una de las películas menos felices de Hitchcock, Cortina rasgada, con su acartonado anticomunismo en clave de guerra fría. Es verdad que ni Shirley McLaine ni Julie Andrews responden en puridad al celoso arquetipo sexual —casi racial— que obsesionaba al autor de La ventana indiscreta. Ambas serían —más bien— pelirrojas de Hitchcock. Y —quizás por eso, por el descuido o desinterés por parte del director que estas obras denotan, al no existir la motivación de la libido como fuente del peligro o del miedo a lo inesperado o a lo casi intangible— nadie citaría las dos películas protagonizadas por ambas actrices en su top-ten de favoritas de la filmografía del maestro.

Carnalidad blanca

Ni Andrews ni McLaine —pecosas, demasiado previsibles— semejaban la carnalidad blanca, anglosajona y protestante de la cual Hitchcock comenzó a hacer rehén a su cine desde sus películas silentes rodadas en Inglaterra. Y que desarrollaría luego con Madeleine Carroll y, ya en Hollywood, con Joan Fontaine e Ingrid Bergman, hasta alcanzar la cima de esa perfección con Grace Kelly, a la que esculpió, impuso regímenes alimentarios y de vestimenta e idolatró en Crimen perfecto, La ventana indiscreta y Atrapa a un ladrón. La traición de Grace, que lo abandonó por el principado y la basca monegasca, nunca la perdonó su demiurgo. No seré yo quien establezca una relación entre esa ruptura y el hecho de que Gracia de Mónaco perdiese la vida a los 52 años en la carretera, en una mala curva de Niza, tan lejos del estanque dorado de la casi centenaria Eva Marie Saint.

Eva Marie Saint, en «Con la muerte en los talones».
Eva Marie Saint, en «Con la muerte en los talones».

A toda esta ya legendaria gerontocracia femenina —con la excepción de Vera Miles, totalmente retirada— la hemos podido ver en público en algún momento de lo que va de siglo, siempre en tributos, en festivales diversos. Recuerdo muy especialmente una proyección de Vértigo en el Cannes del 2013. La sesión contaba con la presencia de Kim Novak y —a pesar de celebrarse en la última tarde del certamen— cómo desistir de ver en la pantalla la duplicidad de mujeres que corporeizaba la actriz (James Stewart viéndola reaparecer como Judy/Madeleine, de entre los fastos oníricos y espectrales) sabiendo que a solo unas filas de butacas estaba una tercera persona, la genuina Kim Novak. El agotamiento de once días de proyecciones y la atmósfera brumosa e hipnótica de Vértigo, tan propicia, condujo al sueño involuntario a la sala Agnès Varda en pleno. Nunca supimos si Kim Novak permaneció en su butaca o levitó como su personaje. Finalizada la proyección, encendidas las luces, todos despertamos para aplaudir con entusiasmo a aquella mujer de 80 años, con el deseo de estirar ese momento y de hacerla inmortal. Desconocíamos que esa taumaturgia la había gestado ya el mago del suspense, desde su jardín de las delicias.