Apple TV estrena «Silo», una feroz distopía que atrapa

iker cortés COLPISA

CULTURA

Basada en la trilogía homónima de Hugh Howey, la ficción cuenta con unos valores de producción más que importantes, pero un guion algo menos certero

15 may 2023 . Actualizado a las 08:24 h.

El arranque de Silo, la nueva serie de Apple TV+, desconcierta porque su verdadera protagonista no se deja ver hasta bien avanzado el metraje del primer episodio. Aunque arriesgada, es una buena decisión que permite establecer, desde el mismo punto de partida, las reglas en torno a las que se sostiene la ficción sin quemar a su personaje principal. Silo es otra distopía, sí, pero se aleja en la medida de lo posible de los clichés y lo logra gracias a la peculiar situación en la que se encuentra la comunidad de seres humanos sobre la que pone el foco: en un gigantesco refugio que se adentra miles de metros bajo el suelo, protegidos de un exterior que parece una amenaza para los ciudadanos. Ah, y no hay ascensores.

«No sabemos por qué estamos aquí, no sabemos quién construyo el silo, no sabemos por qué todo fuera del silo es como es, no sabemos cuándo será seguro salir. Solo sabemos que ese día no es hoy», reflexiona, o más bien resume, el sheriff Holston Becker en los primeros compases de la ficción. Acto seguido, le pide a su compañero Sam que cuando se acabe el café vaya a verle a la celda número tres, donde se encierra. Un escalofrío recorre la espalda de Sam, que cuando finalmente se acerca al habitáculo ya teme lo que Holston le va a decir: «Quiero salir».

Esas son, exactamente, las dos mismas palabras que su esposa, Allie, pronunció hace tres años, delante de todo el comedor. De la mano de la pareja y a través de un flashback, el primer capítulo de la serie, creada por Graham Yost y basada en la trilogía homónima de Hugh Howey, desarrolla la historia que condujo a Allie a tomar la decisión y, al mismo tiempo, narra el día a día y las dinámicas en la monstruosa fortaleza. Pronto se establecen las reglas que dicta el llamado Poder Judicial, que tiene hasta sus propias fuerzas de seguridad. Al parecer, hace 150 años los rebeldes quemaron todos los libros y borraron cualquier información del lugar.

Desde entonces, el Poder Judicial vela por la paz en el silo, destinando a las minas de las profundidades a quienes guardan algún tipo de reliquia de tiempos remotos o expulsando al exterior quienes no se atienen a las normas, que mueren irremediablemente tras exponerse unos pocos segundos al páramo. Un paisaje desolador que los ciudadanos pueden ver a través de las pantallas gracias a una cámara ubicada fuera de las instalaciones. El Poder Judicial, además, controla, literalmente, a la población. De sus decisiones depende, por ejemplo, que dos personas puedan convertirse en pareja o que tengan permiso para procrear, dado que todas las mujeres llevan implantada una cápsula que inhibe su fertilidad.

 A Allie, por cierto, se la acaban de quitar. Será la tercera vez y, con toda probabilidad, la última que pueda intentar quedarse embarazada porque ya tiene 39 años. Dispone de todo un año para conseguirlo y esta información es pública. Pero los días pasan y la suerte no parece estar de su lado. La mujer del sheriff trabaja como informática en el servicio técnico de la estación. Allie comenzara a poner en tela de juicio el sistema cuando un programador de las zonas bajas del refugio le pida ayuda ante el hallazgo de una reliquia que parece tener información del pasado.

Una ambientación sublime

Además de por su solvente reparto, encabezado por Rebecca Ferguson, en el papel de Juliette, una de las responsables de que el corazón del silo siga funcionando, y en el que podemos encontrar a actores de la talla de Tim Robbins, Iain Glen, Will Patton o Rashida Jones, Silo destaca sobremanera por su excelente ambientación. Se nota que buena parte del presupuesto ha ido destinada a levantar los espacios de una estructura marcada la escalera de caracol ubicada en el centro y que desciende miles de metros por el subsuelo. El uso moderado de los efectos digitales contribuyen a reforzar la presencia gigantesca de un silo en el que los monitores de los ordenadores son de tubo, no existen las pantallas táctiles y los habitantes se comunican por walkie-talkies, reforzando la idea de que la humanidad se detuvo bastante antes de llegar a nuestra era.

Menos afortunado es un guion que, al menos en los dos primeros episodios, hace aguas y obliga al espectador a suspender su incredulidad con relativa frecuencia. Que Holston jamás se plantee como buena la teoría de su esposa, a pesar de recibir alguna prueba, o que ella pacte una señal para demostrar al sheriff que todo en el exterior es correcto, que es exactamente el mismo gesto que ha hecho todo el mundo al salir, es un sin sentido. Lo terrible es que hay bastantes ejemplos más.

Y sin embargo Silo engancha por su poderosa premisa y por las preguntas que planean durante buena parte del metraje: ¿es el silo un refugio o es una cárcel? ¿es lo que los ciudadanos ven por las pantallas la realidad o, como en la caverna de Platón, un puro espejismo? ¿qué pasó hace 150 años? ¿Es el silo el único reducto de la humanidad o no? ¿Por qué el Poder Judicial requisa todas las reliquias?

La ficción juega en todo momento al despiste con la intención de que el espectador lance teorías, muy en la onda de Perdidos. Solo el final de la serie desvelará realmente si, como en aquella, lo importante era el camino y no el desenlace. A juzgar por los primeros guiones, nos atrevemos a aventurar lo primero.