La francesa Justine Triet, Palma de Oro en Cannes con duros zarpazos contra Macron

josé luis losa CANNES / LA VOZ

CULTURA

Justine Triet recibe la Palma de Oro de la actriz Jane Fonda.
Justine Triet recibe la Palma de Oro de la actriz Jane Fonda. GONZALO FUENTES | REUTERS

La favorita, «La zona de interés», se lleva la plata del Gran Premio del Jurado en un palmarés muy conservador

28 may 2023 . Actualizado a las 16:15 h.

La realizadora Justine Triet se ha convertido en la segunda directora francesa en ganar la Palma de Oro, tras el recientísimo triunfo de Julia Ducournau por Titane en el 2021. Triet se hace con este triunfo gracias a una película notable, Anatomía de una caída, que desarrolla una trama de cine de juicios, pero innova su estructura al restarle teatralidad y ofrecer un drama que bebe mucho de la influencia literaria de la autoficción. La protagonista del filme, la formidable actriz alemana Sandra Hüller, es una escritora de éxito a la que se acusa de haber arrojado al vacío a su marido en la casa que comparten. Y sobre esa base, en lo que se centra realmente Anatomía de una caída no es en la truculencia de los golpes de efecto sorpresivos, tan propios del género, sino en las intimidades o en las pugnas de esa pareja: en su relación carcomida por los celos profesionales y la toxicidad. Y es gran mérito del filme de Triet la tensión que genera su tratamiento ambiguo, siempre en la cuerda floja de la culpabilidad como un valor no siempre objetivo.

A partir de ese reconocimiento a los méritos nunca escatimables de Anatomía de una caída, la sensación que deja su Palma de Oro es la de la desazón. Porque muy por encima de ella alcanzaban otras cotas artísticas las formidables películas de los italianos Nanni Moreti, Alicia Rohrwacher y Marco Bellocchio, los tres lamentablemente sepultados por la ignorancia de tipos como el presidente del jurado, el sueco Ruben Östlund, quien con su cine y sus declaraciones ha dado siempre pruebas palmarias de su desprecio por el arte que se atreve a desafiar al poder o a echarle un pulso al feo estado de las cosas y no rendirse en ese noble y hermoso empeño.

Y también se movía muy por encima del filme de Triet la película de Aki Kaurismaki, Las hojas muertas, imágenes henchida por la poética de la huida subversiva de los desheredados. A Kaurismaki lo despacharon en el palmarés con un Premio del Jurado que viene a ser como una cuarta plaza en el escalafón. Y es que hay —en el pasado— ofensivas declaraciones de Östlund, pésimo cineasta, juez de la horca y malísima persona, hacia Kaurismaki, descalificando su universo creativo por naif.

No es culpable Justine Triet de la injusticia cardinal de su Palma de Oro porque ya está dicho que en Anatomía de una caída hay logros en absoluto despreciables. Y también conviene poner en el haber de la directora francesa su decidido discurso de denuncia de la política de Macron con su reforma de las pensiones y con una política cultural que lo mercantiliza todo y que protagonizaron su discurso al recoger el premio.

La plata del palmarés, el Gran Premio del Jurado, está muy en concordancia con los eminentes méritos de La zona de interés, el filme con el cual Jonathan Glazer es capaz de atrapar como ficción dramática —quizás por primera vez— el concepto de la banalidad del mal, a partir del personaje de Rudolf Höss, el responsable del campo de Auschwitz, y de su vida familiar de jerarca de los hornos crematorios y del Zyclon-B, capaz de convivir con las cenizas de las chimeneas del lager que ensucian la colada de su esposa. Y mención singular merece Sandra Hüller, que encarna a la mujer de Höss y que —con su presencia tanto en la película de Glazer como en la de Justine Triet— se erige en la otra mayúscula vencedora de este festival.

Mucho alcanfor y nula sutileza

El resto del palmarés del Festival de Cannes de este año reafirma la horma de unos premios cinematográficos muy conservadores en su sobrevaloración del cine más básico. Manca finezza, que decía Giulio Andreotti.

Así, se lee como un acto casi de necrofilia resucitar a un autor prematuramente muerto creativamente como es el vietnamita Tran Anh Hung. Hung fue hace 30 años considerado chico maravilla aquí en Cannes, donde ganó la Cámara de Oro por su ópera prima El olor de la papaya verde. Pero después de una segunda película valiosa, Cyclo, que le valió en 1995 el León de Oro en Venecia, el cineasta se desmoronó y no volvió a ser lo que era. Por eso la película que le ha valido ahora la consideración de mejor director, La pasión de Dodin Bouffant, quiere ser una obra sobre la alta gastronomía como filosofía de vida y de un orden social en el siglo XVII que —en realidad— se acerca bastante no ya al criticado Emmanuel Macron sino a la Francia hiperclasista añorada por Marine Le Pen.

Los de los actores, incontestables

Es también rancio y torpe laurear el guion de Monster, dirigida por el amanerado Hirokazu Kore-eda, pero los premios de interpretación para el japonés Koji Yakusho y para la turca Merve Dizbar son, en cambio, incontestables.

Yakusho —actor legendario que ha trabajado con Imamura, Kurosawa o Miike— es el salvavidas al que se aferra el siempre parasitario Wim Wenders para disimular que su Perfect Life es, en realidad, la nada. Y premiar a Merve Dizbar se entiende como una forma de no marginar la hondura muy Dostoievski de About Dry Grasses, del gran director de cine turco Nuri Bilge Ceilan.