Sira Vázquez, el miembro más joven de la Panorama: «Bailo ante miles de personas, pero soy vergonzosa»

CULTURA

MARCOS MÍGUEZ

Esta coruñesa, de tan solo 23 años, vive de la danza gracias a la verbena gallega

28 nov 2023 . Actualizado a las 09:34 h.

La misma chica que se come cualquier escenario con coreografías imposibles arranca la primera entrevista de su vida diciendo que está nerviosa, porque ella es vergonzosa. «Con la Panorama puedo actuar ante miles de personas, no me da nada de vergüenza. ¡Pero al hablar me pongo nerviosa!», dice Sira Vázquez, coruñesa que, con 23 años, es el miembro más joven de la icónica orquesta. Y, aunque le cueste reconocerlo, su soltura al hablar no tiene nada que envidiar a su seguridad sobre el escenario.

 Dice que baila desde que nació, y en el colegio la danza era la actividad extraescolar que consumía su tiempo libre: «Me apunté a una escuela y cogí el bono para ir a todas las clases que pudiese: salsa, baile clásico, contemporáneo..., Pero el estilo que más me gusta es el de danzas urbanas», explica. Y entre ensayos y competiciones, empezó en el mundo de las orquestas: en la Olympus primero y en la Panorama después, donde terminó la gira el pasado mes de octubre.

No tenía claro cómo, pero nunca dudó de que esa sería su vida: «Empezó siendo una afición, algo secundario. Pero yo creo que siempre lo supe». Eso sí, lo de que la danza le diese de comer lo veía, cuando menos, complicado: «Sabía que intentaría vivir del baile lo máximo posible, pero siempre pensé que tendría que compaginarlo con algo, tener otro trabajo». Por eso, se considera una afortunada y es la primera sorprendida por haber logrado vivir de su pasión: «Al final he conseguido vivir del baile gracias a la verbena gallega. Eso es algo que solo sucede en Galicia y es una suerte», defiende.

Aunque no le tiembla la voz a la hora de decir que la orquesta es «una experiencia increíble», reconoce que no es oro todo lo que reluce: «Hay días que se hace duro, porque estás muy cansada físicamente, quieres parar y no puedes. Tienes que salir ahí con una sonrisa a animar a la gente y a dar lo mejor de ti, aunque en ese momento ni lo tengas ni estés animada». Y es que, transformarse en un animal nocturno durante los meses de verano convierte la suya en una «vida diferente». Solo escucharla narrar cómo es cualquier día normal, resulta agotador: «Nosotros vivimos de noche, así que tenemos que cambiar todo el horario», cuenta. «Las fiestas empiezan sobre las diez de la noche, pero nosotros tenemos que ir antes, para hacer las pruebas de sonido. Acabamos sobre las siete de la mañana, el bus nos lleva a casa, adonde llegamos sobre las ocho. Nos vamos a dormir y cuando nos despertamos, a veces, ya está anocheciendo», detalla Sira.

Pero, pese a que «al principio al cuerpo le cuesta un poco adaptarse», Sira no cambiaría su vida por ninguna otra: «Te acabas acostumbrando. Esto es lo que me gusta y vale la pena, porque es lo que me hace feliz». Por encima de todo, tiene siempre presente cuál es la parte más gratificante: «Lo mejor es ver cómo la gente disfruta de tu trabajo. Es increíble ver a miles de personas a diario, que están deseando verte, y a las que se les nota mucho que tienen ganas de ver tu trabajo y que, de verdad, vienen a disfrutarlo», cuenta.

 LA FAMILIA ES LA ORQUESTA

Aunque la época de más actuaciones transcurre durante los meses de julio y agosto, el trabajo en la orquesta comienza mucho antes y ocupa la mayor parte del año: «Empezamos a ensayar en enero y estamos dos meses preparando el espectáculo, hasta que empezamos a salir. Las actuaciones van aumentando poco a poco a medida que se acerca el verano: empezamos en marzo y acabamos a mediados de octubre, y en ese período la Panorama hace unas 200 actuaciones».

Y durante ese tiempo «la familia, prácticamente, es la orquesta» y, aunque «en la Panorama hay un equipo increíble», estar lejos de sus padres y de su hermana «es una de las cosas más duras». Los ve menos de lo que le gustaría, pero esa familia incondicional, que «siempre supo» que su hija se dedicaría al baile, ha sido —y sigue siendo— uno de sus principales pilares: «Muchas veces, los padres llevan mal que sus hijos sean artistas y prefieren algo ‘más normal'. Pero los míos siempre me apoyaron, porque ven que es lo que me hace feliz». También son sus seguidores más fieles: «En verano vienen muchas veces a verme actuar, ¡les encanta la orquesta!», cuenta.

¿Y cómo consigue salir airosa de cualquier actuación? ¿Cómo puede aprenderse todos los pasos de cualquier coreografía que se le ponga por delante y coordinarse con sus compañeras para conseguir un resultado espectacular? «Cuando vas a empezar y tienes 80 coreografías por delante, te parece imposible», reconoce. «Pero empiezas, vas poco a poco y todo va saliendo sin que tú te des cuenta», explica, aunque confiesa que también hay lugar para el caos: «Es cierto que, cuando llegamos al escenario el primer día, no sale perfecto, pero nos vamos amoldando unos a otros y a los pocos días ya sale rodado».

Pero el de la Panorama no es su único trabajo. Empezó la carrera de Bellas Artes, fue profesora de baile, se formó en la escuela Danza 10 de A Coruña y también ha formado parte del ballet de varios programas de televisión, como Luar o A Liga dos Cantantes Extraordinarios. «Me apasiona todo lo relacionado con el arte. Me encanta enseñar a los niños y ver que les gusta tanto el baile, y trabajar en la tele también fue alucinante», relata. Después de haber pasado por todas estas facetas, cree que no en todas partes se tiene la misma percepción del papel de los bailarines: «En general, creo que cada vez se nos valora más, porque la gente se da cuenta de que sí que aportamos. Pero sí que es cierto que en la tele, aunque no en todos los programas, a veces parece que estamos más de relleno, y se le da más importancia a otros artistas». Algo que, asegura, no sucede en la verbena: «En la orquesta es diferente, todos tenemos nuestro momento y se nos valora a todos por igual, en ese sentido es mucho mejor».

¿Y qué pasa con el futuro? Tiene claro que intentará vivir del baile el máximo tiempo posible, pero también es consciente de que «la vida del bailarín sobre los escenarios tiene caducidad». «Supone usar tu cuerpo todos los días, y tu cuerpo tiene que estar bien. Yo quiero dedicarme a ello tanto como el mío me lo permita», concluye.