Las mejores series del 2023

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CULTURA

Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez, en «El cuerpo en llamas»
Úrsula Corberó y Quim Gutiérrez, en «El cuerpo en llamas» NIL VENTURA | NETFLIX

Las novedades de los últimos meses han estado marcadas por las despedidas de «Cuéntame cómo pasó», «Succession» y «The Crown» y el debate social generado por «La mesías» y «El cuerpo en llamas»

30 dic 2023 . Actualizado a las 17:02 h.

Entre dramas, thrillers y género fantástico, un grupo de redactores de La Voz elige las series más relevantes de cuantas se han estrenado en el año 2023.  

«Cuéntame cómo pasó» (RTVE)

 

El 2023 será recordado como el año en el que nos despedimos para siempre de los Alcántara. El adiós supo a poco, como siempre suele ocurrir. Siete capítulos para poner fin a veinte años de emisión y 36 desde que los vimos por primera vez emocionados con el triunfo de Massiel en Eurovisión. Ahora sus fans estamos huérfanos. Porque muchos vivimos a través de ellos un buen lote de acontecimientos históricos. El atentado de Carrero Blanco, el incendio de Alcalá 20, el asesinato de Miguel Ángel Blanco y hasta el 11-S. Incluso se atrevieron a mostrar el horror de la pandemia del covid viajando al 2020. E hicieron magistrales guiños al espectador, como cuando Antonio acudió a ver una película de Imanol Arias al cine. Ahora estamos huérfanos, porque Cuéntame cómo pasó es imposible de reemplazar. ¿Quién nos contará ahora?

Por Mónica Pérez

«The Bear» (Disney+)

 

Segundas partes sí pueden ser buenas. O incluso mejores. Si The Bear cautivó gracias a Carmy (Jeremy Allen White), su familia disfuncional (también la laboral) y la pelea con sus demonios con el restaurante y el fantasma de su hermano, la nueva entrega se centró en la conversión del garito de barrio en un negocio de cocina creativa. La premisa permite ahondar en los personajes, sus frustraciones y anhelos. Vemos mejor de dónde viene el chef y entendemos qué dirección quiere tomar, aunque él no sepa cómo. En estas fechas conviene volver al sexto episodio (soberbia Jamie Lee Curtis), pero no hay que pasar por alto el séptimo, en el que Richie (Ebon Moss-Bacharach) se reconcilia consigo mismo y su oficio en un restaurante donde todo funciona y lo motivan para que dé lo mejor: reconfortante.

Por Xesús Fraga

«La caída de la casa Usher» (Netflix)

 

Es la despedida de Mike Flanagan de Netflix. Pero, pese a ser obras del mismo creador, La caída de la casa Usher no es La maldición de Hill House, ese monumento que es mucho más que una serie de terror. Esta ficción se va por derroteros cercanos al cómic y la parodia. Es el exterminio de un clan con un pecado original y mil pecados posteriores. Una especie de Succession con armazón de Poe pasada por una picadora gore. Quizás la clave sea comprar ese tono y dejarse llevar por personajes de caricatura para ver cuáles serán sus bizarras formas de morir. Pero el esquema repetitivo de los capítulos, dedicados a un miembro de la familia, excepto el primero y el último, puede acabar cansando. En este ajuste de cuentas con grandes villanos de nuestros tiempos quizás se salve la enigmática Carla Gugino.

Por Mariluz Ferreiro

«La noche que Logan despertó» (Filmin)

 

La teoría del caos —ese inocente aleteo de la mariposa que a miles de kilómetros provoca un devastador tornado— toma en La noche que Logan despertó, primera serie del canadiense Xavier Dolan, una nueva dimensión, la del potencial del relato para ponerlo todo patas arriba: cómo puede cambiar la vida de otros por un par de palabras, capaces de desencadenar estos y no otros acontecimientos; de qué manera abrir la boca en lugar de morderse la lengua condiciona lo que seremos, lo que serán. ¿Qué poder de desviar el destino tiene una determinada versión de los hechos? ¿Cuánto acaba pesando con los años un testimonio de algo que sucedió si, además, resulta que no es fiel? Ahí, en ese lodazal, se revuelca Dolan, enfant terrible, exquisito provocador. Estos cinco episodios, que Filmin estrenó en junio y que adaptan la obra de teatro La nuit où Laurier Gaudreault s'est réveillé, componen una historia de personajes y de relaciones, un rompecabezas que el espectador debe ir encajando hasta que, por fin, Logan se revela, y se rebela también. Hasta que despierta.

Por María Viñas 

«Succession» (HBO Max)

 

Pobres niños ricos, los Roy. De todas las posesiones que se pueden comprar con billetes, estos pudientes herederos (inspirados en los Murdoch) tienen abundancia, pero viven desprovistos de las cosas que son gratis en la vida. El amor de un padre y una madre, abrazos verdaderos, relaciones desinteresadas. El destino ha sido tacaño con ellos poniendo el dinero y los negocios por encima de todas las cosas. En las cuatro temporadas de la opulenta Succession, los acompañamos intentando bucear en el fondo de sus almas, haciendo quinielas sobre quién merecía liderar el imperio mediático Waystar Royco cuando el patriarca Logan faltase. Ni Kendall, ni Roman ni Shiv parecían buenos candidatos ni eran culpables por no serlo. La exquisita pulcritud de sus capítulos finales hizo que viajar con ellos al lado oscuro del poder y el capitalismo mereciera la pena.

Por Beatriz Pallas

«La Mesías» (Movistar+)

 

Un ensayo coral sobre la familia como la primera estructura de poder cimentado sobre algo aparentemente tan banal como los vídeos psicodélicos de pop cristiano perpetrados por las hermanas Stella Maris. Y aunque ponen el espejo en aquel fenómeno del YouTube de hace diez años, Los Javis diseccionan en siete capítulos y con un elenco de lujo (Albert Pla, Lola Dueñas, Carmen Machi, Roger Casamajor, Macarena García, Amaia...) cómo sobrevivir al trauma, a las dinámicas disfuncionales y sus efectos devastadores. No solo para un grupo de ocho hermanos a los que se les ha negado la posibilidad de vivir, también para una madre que, de quebrada, se refugia en los delirios mesiánicos que le permiten sobrevivir a un marido autoritario y ultracatólico. La Mesías habla de grietas y demoliciones, pero también de amor, reparación y supervivencia.

Por Tamara Montero

«Samurái de ojos azules» (Netflix)

 

Aunque se habla de Samurái de ojos azules como de una serie anime, lo cierto es que en la estética se impone su factura estadounidense, alejada del canon japonés, lo cual no es un problema. Y es que el acabado visual es bellísimo. Tratamiento cromático, fondos, paisajes, escenas urbanas… Es deslumbrante en su combinación natural de espectacularidad y sencillez. Pero también hay detrás un sólido guion, y una poderosa historia de xenofobia, abandono y venganza protagonizada por Mizu, el guerrero mestizo que no solo oculta su ascendencia impura extranjera (ojos azules) sino también su sexo (femenino). Se le puede reprochar un exceso de violencia, sangre y ruido de espadas, lo que se digiere si el espectador sube su umbral de espanto agarrándose a las convenciones del cómic (un poco lo que exige un filme de Tarantino como Kill Bill o cualquier capítulo de The Walking Dead), es decir, aceptando la exageración. Se trata de una serie de ocho episodios ambientada en el siglo XVII, en el período Edo, un tiempo en que Japón cerró sus fronteras al mundo. Una de las sorpresas del año en Netflix, que ya planea la segunda temporada, y que ha sido su punta de lanza en el terreno anime con lanzamientos como Pluto, Onimusha y Ooku: Los aposentos privados.

Por Héctor Porto

«Blue Lights» (Movistar +)

 

La BBC lo ha vuelto a hacer. Ha colado una de sus producciones entre las mejores del año. Una ficción en la que patrullamos por las calles de Belfast entre borrachos, maleantes y algún que otro aprendiz de mafioso. Acompañamos a tres agentes en prácticas que se incorporan a una pequeña comisaría de la ciudad y deben superar los tres meses de prueba. Sus tutores, especialmente ese gran personaje que es Gerry, son pura sabiduría. Los novatos pronto aprenderán que una noche de Luna llena nunca puede ser tranquila, que un agente no puede olvidarse de activar la cámara y que un muerto por causas naturales puede llegar a ser el mejor alivio en una noche de locos. Seis buenos capítulos de una hora, una trama que recuerda a lo mejor de Line of Duty y un final a la altura. ¿Qué más se puede pedir?

Por David Suárez

«The Crown» (Netflix)

 

Debo confesar que la última temporada de The Crown me ha generado muchas dudas. No entiendo qué ha querido hacer Peter Morgan en la despedida de esta obra maestra. Los primeros cuatro capítulos solo se pueden interpretar como un lavado de cara del príncipe Carlos. El relato que Morgan plantea sobre la muerte de Diana dista mucho del que él mismo hizo en el largometraje The Queen. En The Crown presenta al heredero de la corona completamente consternado por la muerte de su exmujer. La reacción de Carlos cuando se encuentra con el cadáver de Diana en París me ha parecido forzada. Por otra parte, hasta ahora no se había señalado de una manera tan descarada a los Al- Fayed como responsables de la muerte de Lady Di.

Afortunadamente, en la segunda parte de la temporada final se puede reconoce parte de la magia que define a la serie y que produce en conjunto una ambientación muy cuidada, esos silencios tan característicos y su magnífica banda sonora. Pero debo añadir que me descolocó por completo el personaje de Kate. Tal y como nos cuenta Morgan, en el romance con Guillermo no hubo ni azar ni destino, sino que todo es producto de un plan bien ejecutado por los Middleton. ¿Habrá sido así?

Por Xavier Fonseca

 «The Architect» (Filmin)

 

La brevedad de esta serie noruega (cuatro capítulos de veinte minutos) hace que el espectador la disfrute sin terminar asfixiado. Porque esta visión distópica de un mundo en el que la especulación inmobiliaria lleva a la gente a vivir en plazas de garaje subterráneas divididas por cortinas tiene trazas de comedia, pero no hace ninguna gracia. Al contrario, genera malestar y, por momentos, pone a quien la ve frente a un espejo. La ley de la selva capitalista y una brecha social insalvable ahogan cualquier tipo de solidaridad y solo dejan vía libre al egoísmo, el cinismo y el sálvese quien pueda. Dirigida por Kerren Lumer-Klabbers y protagonizada por (Eili Harboe), The Architect contiene las dosis justas de veneno y realismo en un marco de ciencia ficción para menear cosas y sentir alivio una vez que termina.

Por Javier Becerra

«El cuerpo en llamas» (Netflix)

 

La recreación del conocido crimen de la Guardia Urbana de Barcelona gira en torno a la descomunal Úrsula Corberó del mismo modo que en la vida real todos los protagonistas masculinos orbitaban alrededor de Rosa Peral. La actriz, al igual que la asesina, se convierte en un astro con un brillo tan atractivo y cegador como achicharrante. Revive a la perfección ese magnetismo sexual apabullante que lleva a alguno de sus amantes —todos ellos arquetipos de masculinidades fallidas— a inmolarse por ella. Y lo hace con un despliegue interpretativo que suena a Lola Flores, a Rocío Jurado..., a las coplas que trufan una banda sonora que es media serie y que muestran ese poder femenino arrebatador alrededor del que los hombres se marean como las cadenillas de un carrusel. Lástima —sobre todo para ellos— que esa infinitud seductora de Úrsula/Rosa sepa a sangre y serrín, a la etérea belleza que barniza la más profunda de las maldades, la de quererlo todo sin dar nada.

Por Juan V. Lado

«The Last of Us» (HBO Max)

 

The Last of Us, uno de los grandes estrenos del 2023, no es una serie más de zombis. Para empezar, no hay un apocalipsis instantáneo. Un virus que convierte a la humanidad en mutantes de forma repentina y solo se salvan unos pocos, los héroes. No, la amenaza no es un virus, sino un hongo, y el proceso de infección es progresivo. Un punto de partida que la hace diferente, para contextualizar la tragedia y profundizar en el recorrido de la historia en una atmósfera densa y profunda. Sí, también tiene acción y sobresaltos. No faltan los tópicos de una gran producción, pero prima la evolución de los personajes y las tramas paralelas. No hay héroes, sino antihéroes con sentimientos. La relación entre Joel (Pedro Pascal) y Ellie (Bella Ramsey) sostiene un relato que, en lo esencial, se mantiene fiel al vídeojuego en el que se inspira la historia. Pero con más profundidad.

Por Raúl Romar