Arón Piper, de «Élite» al estrellato: «Yo tuve un parón porque se me hacía difícil llevar una doble vida»

CULTURA

El intérprete, que a sus 26 años es un fenómeno de masas, ya sabe lo que es salir de una depresión y también de una adolescencia complicada. «Tengo cuidado con los eventos, con las fiestas, con las tentaciones y con las malas amistades que surgen a raíz de la fama», confiesa

19 ene 2024 . Actualizado a las 17:12 h.

«Me imagino ahora que se me quite todo, lo que sería pasar a ser un total desconocido; y eso que queda ahí es la vida, lo que tienes ahí. El resto son adornos, complementos, muchas relaciones que surgen porque estás en esa élite, entre comillas. Pero lo real es imaginarse que mañana todo eso se borra, desaparece y vuelves a estar tú», reflexiona Arón Piper (Berlín, 1997). Lo hace en pleno estreno este viernes de El correo, la última producción de Vaca Films, donde interpreta a Iván, un joven de ambición desmedida que aspira a convertirse en correo belga para una organización internacional de blanqueo de dinero y que se atreve a tenerlo todo, como él mismo cuando se plantó en Madrid dejando atrás una etapa de excesos. «¿Cómo vas a saber qué es lo bueno si no has probado lo malo? En ese sentido, creo que también me podría corromper», desliza.

—¿Qué tal trabajar en un equipo de gallegos?

—Yo encantado. Soy del norte, nacido en Berlín, más al norte aún, y luego siempre he vivido en el norte. Es como mi casa, siento a los gallegos como primos hermanos. Y como no es la primera vez que trabajo con Vaca Films... He estado allí cuando hicimos todo el rodaje de El desorden que dejas, luego Fatum en A Coruña y Código emperador también en Galicia.

—Aún te vamos a adoptar.

—Ja, ja. Por mí...

—¿Y cómo fue ese rodaje con los dos Luises? [Tosar y Zahera]

—Espectacular. Son enormes, dos actorazos como la copa de un pino y muy buena gente. Yo con Luis Tosar me siento afortunado de poder decir que tenemos una relación más allá de lo profesional. Se aprende muchísimo de él, de su forma de currar, y nos llevamos muy bien, la verdad. Con Zahera no he tenido el placer de currar tanto, solo en esta peli, El correo, y muy poquito tiempo. Pero todo bueno.

—¿Te identificas con algo de esta historia? Tu personaje es un chico que se atreve a tenerlo todo.

—Pues mira, sí. Por ese lado, ahora que lo dices, sí que podría ser un poco así. Este personaje, Iván Márquez, tiene una ambición desmedida. Lo único es que los códigos éticos y morales se los pasa un poco por el forro. Es un poco esto de que el fin justifica los medios, ¿no? Y él está dispuesto a pasar por encima de quien tenga que pasar para llegar a su objetivo, que es dinero, poder y estatus.

—Dejando al margen el tema de la corrupción, tú también te atreviste a luchar por un sueño nada asequible.

—Sí, cien por cien.

—¿Pensaste en algún momento verte aquí?

—No soy mucho de visualizar el futuro ni de pensar mucho en él. No por nada, eh, es porque soy así. No es porque tenga que repetirme a mí mismo que eso no es bueno del todo, sino porque, bueno, soy así. La verdad es que dar con un pelotazo como Élite, en mi caso, o La casa de papel para otros compañeros, es muy raro. Uno entre un millón. Mi carrera es más larga, yo llevo trabajando desde que soy un niño, pero el posicionamiento que nos ha dado Élite a los actores que hemos currado ahí es muy parecido a La casa de papel. Te posiciona en un lugar y te da una visibilidad extrema. Y eso sí que no me lo esperaba.

—«El correo» dice que el dinero a lo bestia corrompe a lo bestia. ¿Qué dirías que es lo que más poder tiene para corromper?

—Eh… [se toma unos segundos]. Es el poder, sin duda alguna. Y el dinero da poder, ¿no? Hoy mismo Daniel Calparsoro [director de la película] lo decía, que luego hay gente incorrompible, que ni con el dinero ni con nada. Hay gente con unos principios y con unos valores muy firmes que nada los corrompe. Pero la tentación está ahí, cien por cien. Y el dinero es, por desgracia, la mayor de ellas en el mundo en el que vivimos.

—¿Y qué te corrompe a ti? ¿O eres de los íntegros?

—Yo tengo unos principios y unos valores que me han dado en mi casa, de los cuales estoy orgulloso y defiendo. Pero también soy un poco partidario de la filosofía que muestra el libro de Siddhartha, que dice que no puedes llegar a la iluminación y a ser un santo siendo un animal de esta tierra sin antes probar de todo y caerte. Nadie nace santo, eso es lo que creo. Y se llega a esa iluminación a través de caídas y de probarlo todo. ¿Cómo vas a saber qué es lo bueno si no has probado lo malo? Por ese lado, respondiendo a tu pregunta, sí que creo que se me podría corromper.

—Tú has visibilizado lo que es romperse, tener una adolescencia complicada y problemas de salud mental, a pesar de haberte criado con una familia que te ha educado en valores y no te ha desatendido. ¿Cambiarías algo?

—Creo que nada. He sufrido, y todavía las sufro, las consecuencias de mudarme tanto desde tan pequeño. Nací en Berlín, luego me fui a Barcelona, después a un pueblo de Cataluña, luego a Avilés, después a otro pueblo… No tengo mucha sensación de arraigo a ningún lugar porque siempre me he estado moviendo. Y eso unido a que no siempre respondo según cuáles son mis emociones en cada momento…

—¿Te las guardas?

—Muchas veces no llevo a la vida real el cómo me siento, o no sé distinguir muy bien en qué punto o en qué situación emocional estoy. Por lo tanto, a veces, como me ha pasado en mi vida, me he ido como a buscar una catarsis, un sitio caótico donde todo se pueda estructurar. Así funciono un poco yo, que es una cosa que también trato de ir cambiando y mejorando. Pero no me arrepiento, porque creo que al final estás donde estás por algo. Por tu vida, por tu trayectoria y por tus errores.

—Sueles decir que eres bastante analógico. Compaginar eso con casi 13 millones de seguidores, ¿no es un poco disociado?

—Totalmente, totalmente disociado, sí. Porque al final, supongo que también por protección de la persona misma, uno separa un poco su vida personal y luego su vida pública. Y a esos 13 millones de seguidores los veo en una pantalla. No los tengo ahí debajo de casa, como para impactarme más o realmente darme cuenta de la magnitud del asunto. Pero creo que es sana también esa disociación en su justa medida, porque se puede hacer un poco difícil para la cabeza.

—¿Pero a qué o a quién sigue toda esa gente? No sueles compartir nada que acerque demasiado a ti.

—Sí. Por un lado creo que es positivo, porque no tengo todos esos seguidores por mis redes sociales. No los he ganado por ahí, sino que son consecuencia directa de mi trabajo, y eso significa que algo estaré haciendo bien como artista. Por ese lado, bien. Y luego el a quién seguir o por qué seguirle es tan relativo…

—La fama ha sido muy extrema para ti. Te plantaste en Madrid a intentarlo todo y pasaron unos años, pero el resultado te vino de sopetón y a lo bestia.

—Yo tuve un parón porque se me hacía difícil llevar una doble vida. Fue a los 15 años, y llevaba una de adulto como trabajador y otra de adolescente que todavía se está formando como persona. Entonces, antes de cumplir los 18 tengo que construir un poco todo de cero. Hice alguna figuración y volví a intentar meterme en el ruedo. Hasta que apareció Élite. Y eso nos ha dado a todos una fama muy repentina, muy a lo bestia. Muy, muy rápida. Creo que muchos de los que estuvimos ahí, o todos, seguimos interiorizándola muy poquito a poco y trabajando en ello. No es una carrera a largo plazo, ni una fama que va llegando más progresiva. Es bum, a lo bestia. Entonces, te vas adaptando.

—Vivir esa fama, que conlleva una serie de excesos, eventos, fiestas y demás cosas de las que te venías desvinculando, es como ponerle a un niño un caramelo en la boca.

—Sí, es peligroso. Pero también te genera, a mí por lo menos, joder, mucha responsabilidad sobre los hombros. Hay que tener cuidado con los eventos, con las fiestas, con las tentaciones y con las malas amistades que surgen a raíz de la fama. Pero a mí me ha colocado en un sitio en el que me ha dado seguridad en mí mismo y me ha puesto los pies en la tierra, en una posición de sentirte agradecido por poder dedicarte a lo que te gusta y saber que lo tienes que cuidar. Que un día estás arribísima, y al otro eres nadie. Y más en un mundo como ahora en el que está todo tan globalizado con las redes sociales y en el que surgen celebridades nuevas todos los días. Con la fama tienes el caramelo, pero tienes que chuparlo y comértelo poquito a poco, porque si no te quedas sin él.

—¿De qué tentaciones intentas alejarte más veces?

—La salud mental es la que más peligra, creo. Porque esta no es una vida normal, es algo muy excepcional y en lo que tienes que trabajar… Yo lo hablaba el otro día con la psicóloga. Le decía: «Me imagino ahora que se me quite todo, lo que sería pasar mañana a ser un total desconocido; y eso que queda ahí es la vida. La vida es lo que tienes ahí. El resto son adornos, complementos, muchas relaciones que surgen porque estás en esa élite, entre comillas, o porque estás posicionado ahí. Pero lo real es imaginarse que mañana todo eso se borra, desaparece y vuelves a estar tú. Eso es lo que hay que cuidar, esas son las bases y las relaciones más cercanas. También la relación con tu familia y la relación contigo mismo. Porque uno se puede engañar muy fácilmente. Esa es un poco la tentación, no alimentar demasiado el ego.

—Iván dice que quiere ser alguien. ¿Qué es ser alguien para ti? ¿Lo has conseguido?

—Eh… Si ser alguien implica hacer lo que te gusta y además poder vivir de ello y ganar bien, sí que he llegado a ser alguien. Siempre con el peligro, porque este trabajo tiene eso, de que puede que mañana no sea así. Pero sí, en ciertos aspectos, sí lo conseguí.

—Nunca has ocultado que te sorprendió lo que se gana a tu nivel.

—Yo flipo con la cantidad de dinero que vi junto viniendo de la familia de la que vengo, que es una familia humilde. Mis padres por un día de trabajo mío no han visto ese dinero en toda su vida. A lo que me refiero, que es algo que quiero aclarar, no es a la cantidad de dinero en sí que yo gano, sino a que para mí fue chocante ver tales sumas de dinero. Porque España es de los países que peor pagados están dentro del cine. Por tanto, que diga eso no significa que yo está ganando millones de euros, ni muchísisisisisimo menos. Sino que para un chaval de clase humilde y de clase media, que ya no existe, es mucho dinero, claro que sí.

—¿Y lo ahorras o lo quemas?

—No, no le doy mucho valor al dinero. Cosa que es un poco problemática, porque todo tiene un valor, aunque sean billetes. No soy ahorrador, pero tampoco soy gastador de grandes lujos. Simplemente, vivo como quiero sin mirar mucho la cuenta, que es una cosa en la que estoy trabajando también con mi equipo. Me lo gasto en ropa, en salir a comer, en viajes…

—Vivir como quieres sin mirar la cuenta ya es bastante…

—Es un lujo [interrumpe] al alcance de pocos.

—Menudo 2023 has despedido de estrenos, y ahora empezamos el 2024 con otro. ¿Vienen más cosas?

—Llevo trabajando año y medio en un álbum de la mano del productor Manu Lara. Es un proyecto que ha llegado el momento de que empiece a ver la luz. Estoy ahora mismo ocupado en la dirección artística y con la estrategia que vamos a seguir para sacarlo. Luego también tengo una película que, si sale, se rueda en mayo. Así tengo el año por ahora.

—Te va la caña. Si no estás de promoción, estás de gira de conciertos.

—Sí, quiero alargar el caramelo lo máximo posible, ¿sabes? Hay momentos en la vida que son más de producción, de hacer y de trabajar, y luego hay otros que ya me los tomaré con más calma. Yo soy muy pasivo en ese sentido, me gusta mucho la tranquilidad, estar tranquilo… Pero hay etapas y etapas. Y también me lo paso muy bien, porque es lo que me gusta.

—Sí, esa es tu fama más bien. La de tranquilo no la tienes precisamente…

—Sí, es así, ¡ja, ja!