Almudena Carracedo y Robert Bahar, directores del documental sobre la Manada: «Algunas entrevistas fueron muy difíciles, acabábamos llorando»

María Viñas Sanmartín
maría viñas REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Robert Bahar y Almudena Carracedo.
Robert Bahar y Almudena Carracedo. Nani Gutiérrez

Netflix estrena el viernes la película documental «No estás sola: La lucha contra la Manada»

27 feb 2024 . Actualizado a las 09:01 h.

Estuvieron años revisando declaraciones de víctimas y sentencias judiciales, repasando tertulias de televisión, buceando en miles de archivos, verificando datos. Llegaron a rodar en secreto 50 horas de entrevistas y otras 60 de recursos audiovisuales y, tras haber asistido a cada preciso detalle, tras digerirlo y desprenderlo de todo morbo, Almudena Carracedo y Robert Bahar —directores de El silencio de los otros— elaboraron un riguroso mosaico de apenas cien minutos que cuenta la historia que, en su día, no se contó, la de las víctimas de la Manada, la de quienes estuvieron con ellas. No estás sola: La lucha contra la Manada se estrena este viernes en Netflix.

—Han pasado ocho años. ¿Por qué contar la historia ahora?

—[Almudena Carracedo] Estábamos en plena pandemia cuando nos propusimos poner en marcha un nuevo proyecto, y como no se podía grabar nada en presente nos pusimos a bucear en el pasado. Investigando, nos dimos cuenta de que la violación múltiple de los sanfermines del 2016 había tenido una repercusión mediática y social brutal, pero que de aquello había quedado una versión bastante difusa, difuminada, de que había muchas dudas sobre qué había pasado. El relato que se ha mantenido, que ha perdurado, ha sido el de los abogados de la defensa y, por tanto, el de los agresores.

—¿Cómo de lejos está ese relato de lo que realmente sucedió?

—[Robert Bahar] Era una versión interesada que favorecía la defensa de los que finalmente fueron condenados. Y al estar el proceso abierto, al ser secreto y al celebrarse el juicio a puerta cerrada, muchas de las personas cercanas al caso no podían hablar en aquel momento. Pasado el tiempo, pudimos volver ahí, estar con la primera agente que atendió a la víctima, con la trabajadora social que la acompañó, escuchar a la fiscal que llevó el caso, a los investigadores. Pero lo más importante es que no es solo otro relato, es el relato avalado por todos los fallos judiciales.

—Los hechos probados.

—[A. C.] No estamos hablando de dos versiones, intentamos hacer un documental lo más riguroso posible. Si en su día se vio a los abogados de la defensa decir que había quedado absolutamente demostrado que las relaciones fueron consentidas, nosotros mostramos cómo se evaluaron los vídeos dentro de la sala, cómo se vio que no era así.

—El estreno coincide con la sentencia de Dani Alves.

—[A. C.] Un montón de veces a lo largo de toda la producción se ha comentado que sería el momento perfecto para salir. Porque desgraciadamente no son casos puntuales, no son aislados, la violencia sexual sucede constantemente. Precisamente por esto, al hilar la historia de Nagore Laffage, la de la víctima de la Manada y la del caso de Pozoblanco nos parecía importante arrojar luz sobre otras mujeres, sobre la universalidad y la dimensión del problema. E incluimos las experiencias que se contaron en las redes bajo la etiqueta #Cuéntalo.

—¿Cómo se deja de lado el morbo para contar algo así?

—[A. C.] Intentamos alejarnos del cómo para entrar en el por qué. Y, al alejarnos del cómo, evitamos mostrar cualquier imagen de cualquier agresión. De hecho, la mayoría de las imágenes ya habían sido mostradas, pero siempre con otros tiempos y otra perspectiva. Es otra mirada hacia el mismo tema.

—La actriz Natalia de Molina pone voz a la víctima de la Manada, Carolina Yuste a la del caso de Pozoblanco.

—[A. C.] Lo primero que hicimos fue pedir permiso a las familias para contar la historia, nuestra máxima siempre fue no hacer más daño. Y teníamos claro que la víctima de la Manada no iba a participar en ningún momento; sus palabras están textualmente recogidas de las declaraciones judiciales y de dos cartas que envió a los medios. La chica de Pozoblanco quiso contar su versión y hablamos con ella. En ambos casos nos parecía importante darles un nombre, aunque fuese ficticio, y darles una voz, para humanizarlas.

—¿Hablaron con los acusados?

—[R. B.] Intentamos incluir escrupulosamente las declaraciones de los acusados y sus abogados, para contar con sus argumentos y con su presencia, y para que cualquier espectador ajeno al caso, por ejemplo alguien de otro país, tuviese una visión completa.

—¿Qué fue lo más duro?

—[A. C.] Enfrentarnos a la existencia de la violencia sexual constante, y con detalle. Algunas entrevistas fueron muy difíciles, teníamos que parar, acabábamos llorando. Para mí, lo más difícil ha sido entender la dimensión y hacerlo además a través del #Cuéntalo, porque leer diez tuits seguidos te rompe, no puedes seguir, tienes que parar, enjugarte las lágrimas y seguir, y también la secuencia de casos pasados, que ha sido un proceso de investigación muy grande, de muchísimos casos que fuimos reduciendo; ver horas y horas de todos esos asesinatos, violaciones y sentencias judiciales te rompe el alma, la verdad.

—El documental se rodó en secreto. ¿Por qué?

—[A. C.] Precisamente por todo el ruido y la repercusión. Casi ni nos planteamos hacerlo de otra manera, salió de forma natural poder trabajar tranquilamente con nuestros tiempos, poder dedicarle al proceso el tiempo que necesitaba sin ningún tipo de presión externa, para evitar además especulaciones permanentes durante todos esos años que pudieran revictimizar a las víctimas y afectar a las y los participantes. Date cuenta que muchas de las personas que participan en documental nunca habían hablado de esto, a veces ni siquiera con sus familias; estamos hablando de un hecho muy traumático para muchos de los que participaron y nos parecía más respetuoso poder trabajar en total confidencialidad. Y la verdad es que el hecho de que no haya salido nada, y eso que hemos grabado en comisarías con un equipo enorme, habla mucho del respeto hacia hacia el proceso y hacia las víctimas.