Eduardo Mendoza: «No soy optimista ni pesimista, pero no me gusta el mundo tal como lo veo»

Nel Oliveira
Nel Oliveira OVIEDO

CULTURA

El escritor Eduardo Mendoza, Premio Princesa de Asturias de las Letras, durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, este viernes en el Teatro Campoamor de Oviedo
El escritor Eduardo Mendoza, Premio Princesa de Asturias de las Letras, durante la ceremonia de entrega de los Premios Princesa de Asturias, este viernes en el Teatro Campoamor de Oviedo Chema Moya | EFE

El escritor barcelonés, Premios Princesa de Asturias de las Letras, reflexiona sobre el paso del tiempo y el presente: «A mi edad, preferiría disfrutar de lo que hay y no andar quejándome de lo que falta, pero me temo que no podrá ser»

24 oct 2025 . Actualizado a las 18:48 h.

El escritor barcelonés Eduardo Mendoza, autor de obras fundamentales como «La verdad sobre el caso Savolta» o «La ciudad de los prodigios», recibió este viernes el Premio Princesa de Asturias de las Letras 2025 en el Teatro Campoamor de Oviedo. Lo hizo con un discurso lleno de ironía, lucidez y afecto, en el que repasó con humor su vida, su obra y su visión del mundo. «Este premio ha sido para mí una sorpresa, un honor, una alegría y también un incentivo», comenzó, antes de añadir con su característico ingenio: «Yo, si no me miro al espejo, todavía me considero una joven promesa de la narrativa española. Lo último que se pierde no es la esperanza, sino la vanidad».

Mendoza explicó que no se siente premiado personalmente, sino a través de su obra, «la suma de muchos factores», y recordó con gratitud el entorno en el que creció: «Tuve la suerte de nacer y criarme rodeado de libros y de personas que me leyeron en voz alta». Con su habitual ironía, evocó su paso por el colegio: «Recibí una educación estricta, tediosa y opresiva. Tenazmente me inculcaron las virtudes del trabajo, el ahorro y el decoro, gracias a lo cual salí vago, malgastador y un poco golfo, tres cosas malas en sí, pero buenas para escribir novelas».

También dedicó un fragmento entrañable a su ciudad: «Crecí en Barcelona, una ciudad de tamaño medio, cálida y conservadora, cuna de santos infantiles y abuelos entrañables. También una ciudad portuaria, viciosa y canalla». De ese contraste, explicó, nació la inspiración para sus libros: «Las ciudades, como las novelas, son de todos y no son de nadie».

El autor aprovechó su intervención para agradecer a su familia, amigos, editores y lectores, y reconoció con humor que no todo es modestia: «Lo demás es mérito mío. Ya está bien de modestia». En uno de los momentos más citables de la noche, recordó el elogio que más le ha emocionado: «Alguien me ha llamado proveedor de felicidad. Es el mejor elogio que he recibido en mi vida y me gustaría que fuera cierto, aunque sea en dosis homeopáticas».

Mendoza cerró su discurso con una reflexión sobre el paso del tiempo y el presente: «No soy optimista ni pesimista, porque no sirvo para prever el futuro, pero no me gusta el mundo tal como lo veo». Y añadió: «A mi edad, preferiría disfrutar de lo que hay y no andar quejándome de lo que falta, pero me temo que no podrá ser». Antes de despedirse, el escritor resumió su aprendizaje vital con una frase sobria y final: «Los años me han hecho valorar sobre todas las cosas el respeto. Y si algo me han enseñado es que todo es relativo. O quizá no».