Las claves del éxito de Rosalía con «LUX»: promoción caótica, feminidad, espiritualidad y una gira que «habrá que ver si se puede»

Paulino Vilasoa Boo
P. VILASOA REDACCIÓN / LA VOZ

CULTURA

Rosalía, acostada en el escenario, durante la presentación de su disco en Barcelona.
Rosalía, acostada en el escenario, durante la presentación de su disco en Barcelona. Noah Dillon. | EFE

La cantante catalana de 33 años se ha convertido en pocos años en la artista española más valorada a nivel internacional, algo que no ha hecho más que crecer tras su más reciente trabajo

11 nov 2025 . Actualizado a las 08:44 h.

El mundo mira a Rosalía. La cantante catalana ha copado la conversación de los últimos días, hasta parecer que solo se habla de ella. Tras una aparentemente errática campaña previa al lanzamiento de su nuevo disco y ahora que ya se han leído todo tipo de sesudos análisis de LUX y de cada una de sus canciones, Rosalía empieza a dejarse ver. Lo ha hecho ya a lo largo de este lunes, a través de los avances de la entrevista en el Museo del Prado que conduce Carlos del Amor para el Informe Semanal del próximo sábado y también con su participación este lunes en La revuelta de David Broncano, en la que será su primera entrevista completa en televisión.

La artista de Sant Esteve Sesrovires, a sus 33 años y tras una carrera musical intachable compuesta por cuatro únicos discos que han marcado un antes y un después, se ha convertido por méritos propios en la artista española más global del momento. Sus canciones han copado en sus dos primeros días el top Global de Spotify y se mantienen imbatibles en el ránking español, mientras su disco se consolida como el mejor valorado del año en las webs especializadas a nivel internacional. Analizamos las claves del éxito de Rosalía tras una obra tan exigente para el oyente casual como es LUX.

Una promoción deliberadamente caótica

Rosalía no es una artista al uso, ni en lo estético ni en lo discursivo. Antes del lanzamiento de su álbum, lo dejó claro con una promoción que, por momentos, parecía salida de la pura improvisación, pero que dada su repercusión descomunal no deja lugar a dudas de que se diseñó con movimientos milimétricamente medidos.

Una carrera hacia el estreno de su nuevo trabajo que estuvo ya desde el principio definida por las filtraciones. La primera, en una polémica derivada de su entrevista para ELLE, revista que filtró —curiosamente, solo en su versión española—, que el disco iba a salir en noviembre, como finalmente sucedió. Rosalía dejó de seguir al magacín y la periodista pidió perdón. Aunque ahora, tras otros pasos aparentemente erráticos de la promoción de la cantante, surge la duda de si fue un primer paso medido.

Poco después, Rosalía daba algunas píldoras, pistas de por dónde iban a ir los tiros. En una terraza de París, la catalana leía la partitura de Vissi d'arte, vissi d'amore, aria perteneciente a Tosca, de Puccini. Ya dejaba la puerta abierta a una versión más lírica de su música. La soprano Maria Callas había sido una de las intérpretes de esta obra italiana, y poco después, Rosalía hacía mención explícita a ella a través de su cuenta de Substack, en la que compartía una fotografía de la cantante lírica fumando, con la frase «Yo digo que cantar es el ejercicio más bello que existe contra la gravedad».

Llegó después la partitura instrumental de Berghain. «Tenía la ilusión de que si lanzamos la partitura estará la curiosidad de poder ver cómo suena, que al menos alguien la pillará y la tocará», confesó en una entrevista a El País Semanal sobre un deseo que se cumplió con creces. Las redes se llenaron de músicos profesionales o aficionados que permitían a todos tener un avance de la música que estaba preparando la cantante.

El siguiente vistazo era totalmente musical y ya hacía presagiar su giro religioso. Rosalía mordía un rosario mientras escuchaba a una orquesta sinfónica interpretar música inédita hasta entonces.

Después llegó su entrevista al pódcast Radio Noia, de Primavera Sound, donde afirmaba que, desde hace tiempo, practicaba el celibato voluntario y confesaba, con cierto arrepentimiento por su etapa anterior, que en esta nueva era dejaría de dar tanta preponderancia a sus parejas.

La primera promoción tradicional apareció con la publicación en Callao de carteles avanzaban el anuncio de lanzamiento de su álbum. Pero pronto la cantante le dio la vuelta con la apoteosis de su campaña previa a LUX. Se montó una yincana, fumando —como Maria Callas en aquella foto— al volante de un coche por las calles de Madrid hasta llegar a Callao, donde se limitó a saludar desde una ventana. Todo ello a través de un directo de Instagram —en TikTok duró unos minutos por infringir las normas de la comunidad— que congregó a cuatro millones de seguidores. El Ayuntamiento de Madrid aún investiga si la sanciona por el caos que montó.

Mientras eso sucedía en España, había otra aparente filtración. La portada y la fecha de su nuevo disco aparecían en Times Square apenas unas horas antes de desvelarse oficialmente en la plaza madrileña.

Siete días después se publicaba, por fin, Berghain, anunciado solo 24 horas antes y en un día de la semana muy poco propenso a los estrenos musicales, el lunes. Todavía quedarían varias filtraciones. El lunes siguiente estuvo durante unas horas disponible Reliquia, y unos días después se filtró el álbum entero, aunque en una versión que en algunas canciones no se correspondía con la definitiva. Llegado este punto, era difícil saber cuánto era error y cuánto de maniobra prediseñada.

Ahora, regresa a los circuitos más tradicionales, con su visita a La revuelta de Broncano y su entrevista para Informe semanal de la mano de Carlos del Amor.

Constante evolución para conservar la trascendencia

Si en Los Ángeles primero y en El mal querer le daba una vuelta al flamenco de su formación a través de ritmos urbanos y en Motomami se dejaba poseer por el espíritu del Kanye West de Yeezus para descomponer, en este caso, el reguetón y el trap de manera tan minimalista como juguetona, su nueva etapa con LUX ha sido un nuevo volantazo de una artista que, como les pasó a muchos de los grandes de otras épocas, no se conforma con permanecer siempre en el mismo lugar. En búsqueda constante de seguir influyendo. Como lo hicieron sus primeros álbumes flamencos con una generación de artistas de raíz y su Motomami para autores urbanos, su nueva obra lo intenta de otro modo.

Rosalía lanza así un álbum conceptual, ese modelo de trabajo largo, con narrativa clara y pensado para escuchar en su conjunto, que tantas obras maestras dio durante décadas en el pop-rock y que, tras un declive marcado por la generación MTV y del compact disc, ha empezado a resurgir de nuevo, especialmente en la música urbana.

En un momento en el que todo funciona a golpe de likes y de rápidos swipes en TikTok e Instagram, la apuesta de la artista por invitar a los oyentes a detenerse y apreciar cada detalle, a desentrañar su intrincada complejidad y a bucear en su medida organización supone una propuesta casi radical contra la vorágine.

Empieza con un Sexo, Violencia y Llantas que nos sitúa todavía en los momentos previos, en su anterior Motomami y se despliega en un camino hacia la búsqueda de la iluminación que termina de forma ominosa, imaginándose su propio entierro en la hermosa Magnolias. Por el camino, un recorrido por cuatro movimientos que la propia Rosalía ha desgranado y explicado. El I se refiere a la partida, a salir de la pureza; el II, a la conexión con lo mundano; el III, a la Gracia, a ser amigo de Dios; y el IV, a la despedida, la vuelta a casa. 

Es, como ha dicho Xavier de Rosnay, componente del dúo francés Justice que colaboró con ella en el disco, un «álbum profundamente europeo», en el que la cantante deja de preocuparse por las «visualizaciones, reproducciones o premios» que tanto marcan el éxito de cualquier cosa en Estados Unidos a un sentimiento más de este lado del Atlántico, donde lo que se valora es la influencia del artista, su trascendencia, «y el sentido de haber conseguido un gran logro», explica el músico y productor.

La música, en el centro

Si algo quedó claro desde el primer momento es que la música, como arte, como formación, como concepto teórico y emocional, está en el centro del nuevo discurso de Rosalía. No hubo duda desde que las fotografías la captaron leyendo la partitura de la aria o desde que ella compartió la partitura de Berghain para deleite de las personas con estudios musicales. «Es en el que más intención hay de que rebose composición», ha confesado la propia Rosalía en su entrevista para El País Semanal, por si no fuese suficientemente evidente. «Ha habido un esfuerzo compositivo mayor».

Rosalía se despoja aquí de los loops y los samples presentes de principio a fin de Motomami para optar por la grabación de interpretaciones musicales reales. «Es muy anecdótica la utilización de elementos que no son instrumentos acústicos o músicos reales», destacó en su entrevista a Le Magazine du Monde

Para ello, grabó con la Orquesta Sinfónica de Londres, con el Orfeó Catalá o con el coro de la Escolania de Montserrat, un coro infantil activo desde el siglo XII, como ella misma recalca.

Y su propia voz, por supuesto, que esta vez ha llevado a límites muy superiores a sus anteriores trabajos. Quería estirar su capacidad vocal hacia los extremos, y para ello, para buscar esos límites musicales, la composición era clave. «El piano es donde más compongo», ha puesto en relieve ante las posibilidades armónicas del instrumento.

Con ello, ha creado un álbum que sorprende por su amplitud sonora, desde unos graves a unas altas frecuencias más comunes en el jazz o en la música clásica que en los trabajos pop.

Romper el «mainstream» para hacerlo nuevo

En LUX, aunque no lo parezca a simple vista, sí hay mucha de esa experimentación formal que ya ensayó y practicó en Motomami. No se entendería el trabajo con las sonoridades que encuentra en su nuevo disco sin ese banco de pruebas que fue su anterior y aclamado álbum. Esa deconstrucción, que en aquel momento hizo del trap y el reguetón, vuelve a hacerla ahora, aunque desde una variedad de estilos mucho mayor. 

Las canciones, como sucedía entonces, aparecen rotas en su estructura en muchas ocasiones, con elementos que interrumpen aparentemente el discurso con el que han empezado. «Mis inquietudes como músico me llevan a despedazar, rehilar, componer, recomponer», explicó sobre su necesidad de masacrar las estructuras tradicionales.

Todo esto, en cambio, no va en contra del espíritu de la contemporaneidad ni de la accesibilidad de la propuesta. La creación sonora de Rosalía es, en parte, deudora de la vorágine de las redes sociales y, a lo largo de su extensión, se desliza de un género a otro sin pudor, todo ello sin perder nunca la coherencia estética y temática del conjunto. Lo mismo consigue colar una aria de inspiración operística que arreglos barrocos o un vals ranchero mexicano.

Acercar estos estilos, que a priori se caracterizan por estar entre los más escuchados del momento, a la misma gente que perreó con Despechá o se puso disfrutona con Bizcochito parece una apuesta abocada al fracaso. Algo que solo Rosalía se puede atrever a proponer y triunfar con ello, hasta el punto de copar las listas de éxitos del momento.

Poner en valor la feminidad

Si algo repitió por activa y por pasiva Rosalía conforme se acercaba el lanzamiento de LUX fue la superación de su fijación por poner a la pareja sentimental en el centro de su discurso. El amor, el desamor, el sexo, fueron grandes motores de Motomami. Una sexualización y pasión descarnada y explícita que se veía desde la portada, con esa especie de Maja desnuda que ahora se ha convertido, en su nuevo trabajo, en la Maja vestida, justo al extremo contrario.

Pero en esa superación de la energía masculina, ha encontrado la forma de expresarse a través del género contrario. No solo de ella misma, sino a todas las que la precedieron. Mujeres santas o eruditas de todas las partes del mundo que la han ayudado en su búsqueda por la trascendencia feminista.

Las ha mencionado explícitamente en varias entrevistas. En el año de investigación y creación, leyó los escritos místicos de la filósofa francesa Simone Weil o de la autora brasileña Clarice Lispector. Y en su inspiración están también Juana de Arco, Olga de Kiev —primera soberana eslava en convertirse al cristianismo—, Santa Teresa, Santa Rosa de Lima, Clara de Asís, Miriam —profetisa hebrea y famosa por liderar a las mujeres judíasen canto y danza—, Ryonen Genso —que desfiguró su rostro para ser admitida en un monasterio—; la maestra taoísta china Sun Bu'er —que explicaba cómo alcanzar la plenitud y otorgaba un lugar divino a las mujeres—; la sufí Rabia al Adawiyya; Rosalía de Palermo —que, como recalca, rechazó un matrimonio para convertirse en ermitaña— o la monja budista Vimala —una prostituta que se convirtió en una santa poeta—.

De mujeres está repleta el disco. Además de la voz de Rosalía, por ahí pasan Björk, las españolas Estrella Morente y Silvia Pérez Cruz o la portuguesa Carminho. Hay contadas excepciones. Yves Tumor, que se identifica como no-binario, el grupo mexicano Yahritza y Su Esencia y el rapero estadounidense Dougie F.

La espiritualidad desprejuiciada y multicultural

Si Motomami se perfilaba como una obra sensual, como una roja manzana que invitaba al pecado, con su reguetón y sus beats machaconamente incansables, LUX apuesta por lo contrario: por un lirismo espiritual que se despliega después de que la artista reciba aparentemente la llamada divina.

Rosalía, tras Reliquia, donde enumera todos esos eventos del camino que la han llevado hasta ahí —entre ellos, la mención a cuando se trasquiló en su concierto en el Coliseum de A Coruña— entra entonces en la búsqueda por la religiosidad y la espiritualidad. «Me encantaría estudiar Teología», ha confesado la artista en sus entrevistas recientes. Y lo dice considerando esa búsqueda de lo trascendente desde una perspectiva global y multicultural. La espiritualidad cobra muchas formas, a través del budismo, el islam, el cristianismo, el hinduismo. Y fue ahí donde indagó a través de las mujeres que buscaban lo mismo que ella en todas partes del globo.

Fue esa idea, y esa investigación, como construyó esta Torre de Babel en la que interpreta las canciones en hasta 13 idiomas —desde el ucraniano al árabe, el hebreo, el chino mandarín o el japonés—, para hablar por boca de todas las personas que la habían inspirado. «Es la forma de hacer un disco sobre el otro, sobre cómo entender a los demás», ha recalcado. «El disco es un disco de amor inspirado por las vidas de estas santas. De todo el mundo, con contextos diferentes, culturas distintas y religiones que no tienen nada que ver. La espiritualidad femenina», añadió.

Dedicar tiempo y cuidado

En esta época en la que el ansia acelera todos los procesos, el tiempo que ha dedicado Rosalía a sacar un nuevo trabajo también sorprende. Según la cantante, al idea de LUX surgió ya durante la gira de Motomami. Un tour criticado por no llevar música en directo, lo que parece haberla hecho reaccionar para demostrar que era capaz de hacer una cosa y la contraria.

Pero, para conseguir lo que quería, necesitaba tiempo. Un año entero lo dedicó a leer, y a crear las letras. Con lecturas, por supuesto, de esas mujeres que tanto la inspiraron. Después, otro año más lo dedicó a los arreglos, la producción y la grabación.

En este tiempo, hacía falta pulir también su pronunciación de los idiomas que Rosalía no conoce a la perfección. Se apoyó en traductores o hablantes nativos para corregir, una y otra vez, las imperfecciones de su dicción o, en muchas ocasiones, para cambiar por completo las palabras, al no cuadrar la verdadera pronunciación con la musicalidad o fonética que buscaba en sus temas. Para el francés de Jeanne, por ejemplo, la ayudó la actriz Charlotte Gainsbourg, y el dúo Justice le corrigió su pronunciación de Sauvignon Blanc

«Solo lo divino es perfecto. Sé que lo que hago no lo es», ha dicho para justificar que tanto su obra como sus palabras no buscan ser infalibles nunca.

También descubrió que la inteligencia artificial lo es menos. Intentaron usarla para componer algún verso. «El resultado fue decepcionante», ha destacado.

Una gira por delante «si se puede»

Ahora lo que queda es pensar en la posibilidad de una gira, sobre la que se resiste a dar todavía información. «A ver si se puede, porque Motomami era minimalista pero esto es maximalista, brutalista incluso», ha indicado sobre la dificultad para hacerle justicia en los lugares habituales de los conciertos.

Como ejemplo de la necesidad de un espacio con unas condiciones acústicas determinadas, ha puesto a las catedrales. «¿Por qué tienen tanta verticalidad?», ha lanzado como reflexión para una posible propuesta de espectáculo para defender sus nuevas canciones. «Es un proyecto que te invita a interpretarlo en un entorno que no es el habitual». 

En verano del 2026, precisamente, está prevista la inauguración de la gran torre central de la Sagrada Familia, en su Cataluña natal. «¿En serio? Ostras… Mmmm», ha dicho al conocer esta información, sin decir ni mu sobre el futuro de su gira de conciertos.