La sinfonía definitiva de LeBron James

Miguel Piñeiro Rodríguez
Miguel Piñeiro LA VOZ / REDACCIÓN

DEPORTES

La histórica conquista del anillo de la NBA con el equipo de su ciudad supone la obra cumbre de la estrella de los Cavaliers, cuyo futuro sigue siendo una incógnita

21 jun 2016 . Actualizado a las 15:27 h.

«Su manera de planear un partido es como si se tratase de Ludwig van Beethoven con la música», comparó Kyrie Irving con el champán aún resbalando por su cara para referirse a LeBron James. Eran los primeros minutos de la celebración del histórico anillo de la NBA conquistado por los Cleveland Cavaliers, un equipo que nunca había ganado, una ciudad que llevaba 52 años sin vencer en ninguno de las Ligas profesionales de Estados Unidos. Y lo hace de la mano de LeBron, un prodigio local auscultado desde la adolescencia, llamado a conquistar lo que era su destino: llevar la gloria a su ciudad. Y ahora, como hace seis años, la duda: ¿seguirá James en los Cavaliers?

La obra magna de LeBron se puede medir en números. Sólo el legendario Bill Russell había sido capaz de encadenar seis finales consecutivas de la NBA. Sólo Jerry West y James Worthy habían hecho un triple doble en un séptimo partido de una final. LeBron fue el jugador con más puntos, rebotes, asistencias, tapones y robos de la serie por el título contra los Warriors. James acumula tres trofeos de MVP de la final, sólo por detrás de los seis conseguidos por Michael Jordan. Nadie había promediado más de 30 puntos, más de 10 rebotes y casi 9 asistencias en una final: LeBron lo hizo en las dos que jugó contra los Warriors.

Las estadísticas apabullan tanto como su físico descomunal (a sus 31 años, esta temporada es la que más mates ha realizado) y su visión de juego. Para Cleveland, el lado emocional es, sin embargo, el factor diferencial. «Estoy en casa... estoy en casa... No tengo palabras. Esto es increíble. ¡Cleveland, esto es para ti!», acertó a decir tras detener las lágrimas y la convulsión del lloro, todavía sobre el parquet. del Oracle Arena. Hubo un sentimiento de pérdida cuando LeBron James, incapaz de luchar de verdad por el anillo con los Cavaliers (llegó a la final en el 2007 pero con 22 años no tenía las armas para afrontar a los históricos Spurs), decidió irse a Miami para jugar en los Heat. El melodrama de su anuncio en un programa televisivo y el hecho de juntarse con otras dos estrellas como Dwayne Wade y Chris Bosh no sentó bien en la ciudad que esperaba que LeBron culminase la resurrección del deporte profesional en Cleveland.

En Miami, James jugó cuatro finales de la NBA y ganó dos, ayudado por unos secundarios de lujo (inolvidables los triples de Ray Allen). En el 2014, decidió volver a Cleveland. Lo anunció con una portada a toda página en Sports Illustrated y una emotiva carta. Redundó con un espectacular anuncio de Nike, que celebraba tanto su vuelta a casa como un contrato lucrativo que convierte a varias generaciones de James en multimillonarios. Y el año pasado se quedó corto ante los Warriors. Se sacó la espina la madrugada del domingo al lunes con una victoria más allá de lo deportivo. 

Ahora, la tensión. LeBron James es el rey de Cleveland, pero desde su regreso ha ido firmando contratos año a año, con una opción unilateral suya de renovar un segundo. En esas estamos desde que acabara la celebración en el vestuario de Oakland y una breve visita a Las Vegas para regresar a casa. LeBron James tiene la opción de seguir una temporada más en los Cavaliers por 24 millones de dólares. De fondo, el brutal incremento salarial que tendrán disponibles los equipos de la NBA la próxima temporada. Aunque su vinculación vitalicia con Nike, cifrada por algunos en 500 millones de dólares, convierten en secundarios sus ingresos por jugar al baloncesto.

Sus 31 años también son un factor. Muchos creen que el hecho de liberarse de la carga del anillo para Cleveland puede facilitar una nueva salida para buscar, junto a sus amigos y colegas Carmelo Anthony y Chris Paul, un anillo en algún otro lugar, como Nueva York. La NBA espera la decisión de su rey, mientras aún resuenan los ecos de su brutal tapón sobre Iguodala, la imagen icónica de un triunfo para la historia.