Entre la improvisación y la voluntad

DEPORTES

ZSOLT CZEGLEDI | Efe

Río encaja sus piezas con el ruido de las obras de fondo y las quejas del personal por la desorganización

04 ago 2016 . Actualizado a las 08:37 h.

-Al final todo va a salir bien, ya verá. ¿Había estado en los Juegos de Sochi?

-No. Estuve en los de Pekín y Londres.

-Pues dicen que los de Sochi fueron peores que estos.

Suena a chiste, pero la explicación resume la sensación con la que desde dentro del personal olímpico se percibe la cita que empieza mañana. Sonidos de grúas y transformadores, trasiego de andamios, retoques, prisas. Así llega Río a la víspera de los Juegos Olímpicos que debían reivindicar su pujanza. La crisis política, de corrupción y económica formaron una tormenta perfecta para encoger los presupuestos de los Juegos hasta los 5.000 millones de dólares, muy por debajo de lo inicialmente previsto.

Los preparativos se mueven entre las críticas de los participantes y la sensación de que Río 2016 aún está a tiempo de salvar los muebles. El daño que la desorganización hizo a su imagen de las semanas previas a los Juegos ya es irreparable. Pero aún puede contener su repercusión. Por momentos, da la sensación de que, pese a las carencias e incomodidades, todo puede terminar resultando aparente. Pero luego cunde la sensación de que el entramado organizativo puede venirse abajo en cualquier momento.

La seguridad de Pekín y Londres

Como sucede con la seguridad. El viernes pasado se sustituyó a la empresa concesionaria por efectivos del ejército. Los militares se ven, de manera muy contada en puntos estratégicos. Pero la apariencia -al menos la apariencia- de presencia militar en la calle y en las principales sedes de los eventos deportivos está muy lejos de la de los dos últimos Juegos. En Pekín la obsesión por las medidas de control -petición de explicaciones sobre a donde iban algunos enviados especiales cada día y control del más mínimo detalle- traspasaban el respeto a las libertades. Un entramado que incluía voluntarios incapaces de tomar decisiones drásticas y controlar algunas situaciones por sí mismos y también serviles hacia el extranjero. Londres combinó una presencia en las calles muy aparatosa con controles en cada sede y cada puesto de paso a los estadios.

Sin sensación de seguridad

¿Y Río? Para acceder a algún enclave olímpico basta en ocasiones con mostrar de refilón y a la carrera un papel similar al de la acreditación. La presencia policial apenas se nota y solo se ven convoyes sueltos en algunos puntos de la ciudad.

Los transportes van saliendo del paso. La amabilidad de los voluntarios puede con las carencias organizativas y se va abriendo paso la sensación de que al final salen adelante. El jeitinho brasileiro. Con carencias que se contagiaron de la villa olímpica de los atletas a las villas de los periodistas, donde falla el agua caliente, se dan retoques de ultimísima hora, algunos bajos se encuentran sin terminar... Unos y otros, administrativos, limpiadores y voluntarios comienzan a echarse las culpas de forma velada cuando se enfrentan a situaciones comprometidas. Como hizo el alcalde de la ciudad, Eduardo Paes, con el comité organizador de los Juegos.

Y se intenta solucionar la falta de organización con un despliegue improvisado de medios humanos. Pero la postal de Río, un enclave único en el mundo, donde el mar del océano se abraza con la selva y las montañas, puede dejar casi todo en anécdota a partir de mañana.