Gómez Noya vuelve a lo grande

ANTÓN BRUQUETAS

DEPORTES

El pentacampeón del mundo vence con autoridad en su regreso a las Series Mundiales y presenta su candidatura a un nuevo título que agigantaría su leyenda

04 mar 2017 . Actualizado a las 23:25 h.

Era su regreso a la distancia que lo consagró, que lo ha subido al pedestal de la historia. Después del batacazo de Lugo, de esa inoportuna caída que quebró el sueño de pelear por el oro en Río, se preparó a conciencia. Quizás, por primera vez desde que se asomó a la élite, Javier Gómez Noya no tenía prisa. Empezó la recuperación de su fractura en el codo de forma algodonada, dejando descansar su cuerpo, exprimido por la fatiga de tantos años al límite de su capacidad. Recobró el apetito por competir de cuando era un crío y fue moldeando su organismo a fuego lento.   

Le costó arrancar en Abu Dabi, en la primera prueba de las Series del 2017. Desubicado tras terminar en posiciones inusuales en el pasado Mundial, le tocó elegir el lado izquierdo del pontón, el más alejado del dique de abrigo de una de las marinas más espectaculares del planeta. Desde allí no tenía la referencia de los pies de los hombres que suelen marcar el paso en los 1.500 metros a nado: Aurelien Raphael, Henri Schoeman o Igor Polyanskiy. Realizó un esfuerzo titánico para ir ganando terreno en cada brazada, para cruzarse hasta la estela de los pulmones que iban enfilando el grupo. Y gracias a ese arreón, salió a trece segundos de la cabeza la primera vez que tocó el suelo, cuando se acabó el primer tramo de 900 metros del segmento inicial. En la siguiente ocasión que se puso de pie estaba a 18 segundos de Raphael, justo lo necesario para hacer el corte. Por detrás, Mario Mola, Fernando Alarza y Richard Murray perdían tiempo. Se descolgaban de las posiciones de cabeza. El balear se volvía a descoser por su perfil más débil, el que huele a horas de cloro.

Después de la primera transición, ya en las entrañas del famoso circuito de Fórmula Uno, quedaron definidos los dos grupos y comenzó la lucha. La diferencia de partida, alrededor de los 50 segundos. Vincent Luis, Henri Schoeman ?bronce en los Juegos de Brasil-, Polyanskiy, Kanoute, Bishop y Javi Gómez Noya fueron cribando a quienes lideraban la competición hasta que la selección se quedó en poco más de diez unidades. Mientras, Mario Mola, Fernando Alarza, Murray y Joao Pereira se estrujaban para tirar del pelotón, para cerrar la brecha. Y en algunas vueltas, a base de su sudor y empeño, lo consiguieron. Hasta que a mitad de los cuarenta kilómetros sobre el sillín, cuando la diferencia se asomaba al medio minuto, el pentacampeón del mundo apretó los dientes, se giró para atrás y pidió colaboración. No quería que se les echasen encima. Él quizás era el menos perjudicado si llegaban a conectar y la mayor parte de sus compañeros entendieron el mensaje. Enseguida se abrió de nuevo el hueco.

Alcanzaron la segunda transición con un minuto, lo que descartaba a Mola, Murray y Alarza para el triunfo final, y pronto, en la primera cuesta sobre el tórrido asfalto del emirato, Javier Gómez Noya lanzó una ofensiva. Henri Schoeman intentó seguirlo, pero sus piernas no parecían aquellas tan livianas que deslumbraron en el final de la pasada temporada. Sin embargo, a la espalda del ferrolano se soldó un sorprendente Thomas Bishop. El británico, poco acostumbrado a merodear por los puestos de honor, se mostraba sólido zancada tras zancada y era analizado palmo a palmo por el triatleta más laureado de siempre.

A Gómez Noya, tal vez, todavía le falta la confianza que da el estar en carrera prácticamente cada fin de semana. En cada metro, de los diez mil finales, semejaba que medía, que evaluaba sus sensaciones. Trataba de recordar, de intuir cuánta energía quedaba en sus cuádriceps y cuánta en su inesperado contrincante. A falta de tres kilómetros para la meta, a Bishop la fatiga se le acumuló en el rostro. Fue como una señal para el gallego, como un cartel luminoso que anunciaba su ataque. Y Gómez Noya se lanzó. Y enseguida notó esa soledad que añoraba, la que solo conocen los que son conscientes de que van a ganar. Bishop, Luis, Alarza y Murray entraron tras su rastro. Mola solo pudo ser octavo. 

Los últimos metros los aprovechó para olvidar. Para dejar atrás tantos meses de sinsabores, de una decepción mayúscula, de la que se curó de aplicándose en hacer lo que mejor sabe hacer: trabajar día a día. Ha vuelto a lo grande. Ya está de nuevo en lo más alto. Es el eterno retorno de Gómez Noya. No importa la traba, el muro que se le ponga por delante, que él siempre se empeña en saltarlo.