«Te avisan de lo duro que es un ochomil, pero de ser madre solo te cuentan lo bueno»

J. C. Gea OVIEDO

DEPORTES

Edurne Pasabán, junto a la jugadora de rugby Patricia García, en el Reconquista
Edurne Pasabán, junto a la jugadora de rugby Patricia García, en el Reconquista

La alpinista tolosarra, que participa por primera vez en el jurado, acudió al Reconquista con su hijo Max, nacido hace quince días

24 may 2017 . Actualizado a las 20:59 h.

Edurne Pasabán o Vicente del Bosque no eran los únicos debutantes ayer en el Hotel de la Reconquista. No muy lejos del salón de la primera planta donde los jurados del Premio Princesa de Asturias de los Deportes se encerraban al mediodía para iniciar las deliberaciones que resolverán hoy, descansaba un pequeño, Max, que es debutante absoluto en esta vida. Lleva quince días en el mundo y su madre, la primera mujer en haber coronado los 14 ochomiles del planeta, está descubriendo que hay experiencias tan intensas y tan desafiantes -y también tan duras- como tocar cima. A la alpinista tolosarra le toca ahora ver por una temporada la montaña desde lejos. Y eso, por mucho que disfrute de su recién estrenada maternidad, escuece en días como el de ayer.

-Porque se habrá desayunado con la hazaña de Kilian Jornet en el Everest, me imagino...

-Veintiséis horas para llegar a la cumbre, y creo que en 38 horas ya estaba en el campo base avanzado: toda una gesta y un hito. Kilian llevaba detrás de este proyecto muchos años y se ha preparado muy bien. Todos lo conocemos: tiene unas cualidades muy buenas para hacer lo que hace, correr en montaña y conseguir esos resultados, aunque esta vez se enfrentaba a una montaña como el Everest; la más alta de la tierra, donde las condiciones no son las mismas que correr en cualquiera de estos ultramaratones que él corre. Pero ha hecho una trayectoria muy buena, se ha formado en el mundo del alpinismo, ha sido paciente. No ha sido un «bueno, me voy a ver si subo al Everest corriendo». Ha hecho las cosas correctamente, ha aprendido mucho y el resultado es este: subir por la cara Norte, en 26 horas. Solo personas como él pueden hacer esas cosas.

-Por cómo habla de ello, me imagino que tiene ya «mono» de montaña.

-¡Hombre, claro! Me encantaría estar allí, escalando el Everest sin oxígeno y hacer una hazaña como esa. Pero en este momento estoy en otras cosas... Acabo de ser madre hace tres semanas y es en lo que estoy, mientras vivo este proceso de primavera, en el que todo el mundo está allí haciendo montaña desde casa, mirando toda la información y siguiendo todo lo que hacen. Hoy Ferrán Latorre, un buen compañero mío con el que he estado en expediciones, me ha llamado para decirme que se iba a la cumbre del Everest también. Y tú te qudas: «¡Aaaaaah! ¡Pero bueno!» (Ríe)

-¿Es aún más exigente este ochomil a ras de suelo, del que uno ya no desciende?

-Mucho, mucho. Mucho más. De los otros ochomiles, mis amigos me contaban todo sobre cómo era, lo duro también, pero de este solo me habían contado lo bueno. Lo difícil que es te lo esconden de alguna manera, y te encuentras con cosas que te hacen decir: «Vaya, esto no me lo había dicho nadie». No es nada fácil. Es un proceso que necesita aclimatación, y en eso estoy.

-¿Y cuándo tiene pensado empezar a poner a prueba la conciliación entre la maternidad y la montaña?

-Entiendo que muy rápido. No voy a poder o no me planteo ir al Himalaya a hacer una expedición hasta dentro de un año o año y medio por lo menos, pero sí que tengo cosas para hacer por aquí. En septiembre me voy a Islandia porque hay unas montañas que quiero subir allí, y me voy a ir con el bebé y con su padre. Ya lo tenemos gestionado.

-O sea, a Iniciar rápido a Max en las alturas...

-Sí, hay que ir buscando eso paso a paso.

-Enseña a otros -empresarios, ejecutivos- lo que la montaña le ha enseñado a usted. ¿Qué será lo que le transmita a su hijo de esa sabiduría?

-Intentaré transmitirle valores que yo he visto y vivido en la montaña. Que sea u nniño honesto. Que sea feliz haciendo lo que hace, poroque para mí ha sido superimportante dedicarme a lo que me apasionaba, y eso no era fácil en un deporte como el mío, tan minoritario. Enseñarle a ser buena gente. Sobre todo esto. Lo mejor que he tenido en mi vida es rodearme de buena gente, gente que me ha ayudado cuando lo necesitaba, que me han bajado de las montañas cuando las cosas se ponían feas. Eso es lo que yo quiero inculcarle a mi hijo. Y que haga lo que más le guste. Que no tiene por qué ser el deporte. Esta mañana cuando le estaba cambiando me preguntaba: «¿Y mi hijo qué hará? ¿Este será deportista?» ¡Nunca se sabe!