Froome se asoma al Olimpo del Tour

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BENOIT TESSIER | Reuters

El holandes Dylan Groenewegen se impuso al esprint en la última etapa. El colombiano Urán fue segundo y el galo Bardet, tercero

23 jul 2017 . Actualizado a las 22:48 h.

Chris Froome subió a lo más alto del podio final del Tour de Francia en los Campos Eliseos de París en el que es ya su cuarto triunfo en la ronda francesa, después de una última etapa en la que la victoria fue para el holandés Dylan Groenewegen (Lotto-Jumbo). El británico se asoma así al Olimpo de la Grande Bouclé, un lugar reservado de momento a Jacques Anquetil, Eddy Merckx, Bernard Hinault y Miguel Indurain, con cinco victorias en su palmarés, si bien el español, pase lo que pase el año que viene, seguirá ostentando el honor de ser el único que las ha logrado de manera consecutiva.

Principal favorito en la salida en Düsseldorf, el corredor del Sky protagonizó este año su Tour más pragmático. Habituado a ajusticiar a sus rivales en la montaña, y a consolidar su ventaja gracias a sus buenas prestaciones contra el reloj, Froome tuvo esta vez que tirar de sacrificio y sufrimiento para llevarse el triunfo en la general. Y a esto, sin duda, hay que sumarle la solvencia de un equipo que un año más se reveló como la escuadra, de largo, más fuerte, capaz de dejar al resto de líderes sin compañeros mientras arropa a su jefe de filas en cualquier terreno. Y es que, tras vestirse en la primera semana de amarillo, gracias en buena medida a la ventaja que logró en la crono inicial, en esta edición a Froome le faltó la fortaleza de otros años para marcar diferencias en montaña.

Desgarbado sobre la bicicleta y con la vista permanentemente fija sobre el potenciómetro de su manillar, el estilo de Froome no es quizá el preferido por muchos aficionados. Pero a este británico nacido en Kenia no se le puede negar su carácter ganador, buscando el triunfo siempre que las fuerzas le acompañan. Sin embargo, este Tour fue un reflejo de una temporada en la que se le ha resistido, hasta el momento, la victoria, quizá como una señal de que, a sus 31 años, su dominio avasallador en la ronda francesa está cerca de llegar a su fin. Aunque él, aun transmitiendo humildad, ya avanzó que intentará repetir triunfo el próximo año. «Me siento privilegiado de estar en posición de poder igualar a campeones como Anquetil, Merckx, Hinault o Indurain», afirmó.

Pero si Froome, presidiendo la icónica imagen del podio de París en los Campos Elíseos con el Arco del Triunfo al fondo, se ha ganado con justicia el protagonismo reservado al ganador de cada Tour, la edición que ayer llegó a su fin dejó otros nombres propios llamados a protagonizar las tardes de los meses de julio de los próximos años. Y entre ellos quizá no este Urán, segundo en la general en plena madurez pero oculto siempre tras la rueda de sus rivales. Pero quizá si un Bardet que, tras ser segundo el año pasado, peleó con orgullo, aunque sin éxito, por devolver a Francia a lo más alto de un podio que no pisa un galo desde la última victoria de Hinault en 1985, teniéndose que conformar esta vez con el tercer escalón del podio.

Fuera de los puestos de honor, por un solo segundo, se quedó Mikel Landa, para muchos la gran esperanza española a corto plazo. El alavés del Sky cumplió, sin ambages, con su papel de gregario de lujo de Froome, pero ya ha dejado claro que su futuro pasa por ser jefe de filas. La duda es si, bajo esta responsabilidad, será capaz de responder a las expectativas creadas.

BENOIT TESSIER | Reuters

Tras estos, también hubo espacio para el ciclismo de ataque, opuesto al pragmatismo y control que propugnó este año el Sky. Y en esta versión, Contador recuperó la simpatía de muchos, paradójicamente, cuando su estilo ofensivo no fue suficiente debido a su falta de piernas. Todo lo contrario que un Barguil que, con una táctica similar, se coronó rey de la montaña, se llevó dos etapas y rivalizó con Bardet como preferido en el corazón de los franceses.

También fue este el Tour de Kittel, que con cinco triunfos al esprint podrá enjugar, a buen seguro, la decepción de no haber podido terminar la carrera y llevarse un maillot verde que recayó sobre Matthews, un australiano todoterreno que asumió el papel de corredor total tras la expulsión de Sagan por derribar en un esprint a Cavendish. Y tampoco faltaron las largas fugas de los De Gendt, Chavanel, Voeckler... Clásicos todos ellos de la más clásica de las carreras. Porque, aunque año tras año vayan variando ligeramente los protagonistas, le Tour c’est le Tour.