Garbiñe Muguruza: «Tardé en asimilar la victoria en Roland Garros 2016; acabé harta»

Enrique Yunta / Colpisa

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Percibe que ahora es más analítica y va más allá del resultado: «Soy más serena, antes era un volcán».

29 abr 2018 . Actualizado a las 05:00 h.

Con cierto orgullo, Garbiñe Muguruza muestra una fotografía con una chaqueta que ella misma ha diseñado, feliz porque ahora, con 24 años, ha aprendido a que la vida no es solo tenis. Sin embargo, muestra pasión cuando habla de las pistas y de su raqueta, liberada porque hace tres semanas conquistó el título en Monterrey y maquilló un inicio de curso complicado. El jueves se retiró de Stuttgart por problemas en la espalda, pero no es nada grave y no altera su hoja de ruta.

-Estrenó palmarés este año en Monterrey. ¿Fue una liberación?

-Monterrey me ha ayudado mucho, es obvio. El principio de año no me fue bien entre la lesión y entre los resultados que no cayeron de mi lado. No fue un inicio de temporada muy bueno y los últimos torneos salieron regular. Estaba jugando bien al tenis y no acababa de romper, así que Monterrey me fue de maravilla. Me sentó francamente bien, me ha dado un extra.

-Dice que estaba jugando bien y que no acababa de romper. ¿Cuándo le pasa eso, qué hace? ¿En qué piensa?

-Antes me volvía loca, me ponía histérica. Ahora me sereno más, sé que saldrá en algún momento. Estaba cerca, he tenido partidos apretados que se han escapado, pero nunca he perdido la esperanza. Antes sí que me preguntaba continuamente por qué, me ponía nerviosa. ¿Por qué si trabajo y me entreno tan bien los partidos no caen de mi lado? Las otras no son mancas, juegan muy bien. Y más hoy en día, en donde cualquiera te puede ganar.

-¿Ha aprendido a perder?

-No, no se aprende a perder, yo al menos no he aprendido. Pero sí que es cierto que me tomo la derrota con más serenidad. Antes no aceptaba una derrota y ahora reflexiono más, pienso en los motivos que me han llevado a la derrota. Soy más abierta de mente, no me cruzo ni me bloqueo. Antes me quedaba solo en el haber perdido.

-Todo esto tiene mucho que ver con la presión que supuso para usted generar tanta expectación y más después de ganar Roland Garros en 2016. ¿Se aprende a convivir con eso?

-A mí la victoria en Roland Garros me costó mucho, tardé en asumirlo y hasta terminé un poco harta de que me preguntaran siempre por ello. Fue muy difícil llevar eso durante todo el año, sobre todo cuando se acercó la temporada de tierra y todo el mundo me lo recordaba. Yo no sabía cómo me iba a sentir, nunca había estado en esa situación y no tenía ni idea de cómo iba a lidiarlo.

-Nada que ver con el éxito de Wimbledon en 2017, ¿no?

-Es que de Wimbledon no me he acordado en ningún momento. Es un torneo que está ahí, después de la tierra, y la sensación es completamente diferente. En esos términos, no tiene nada que ver lo que viví el año pasado con este, en absoluto. No pienso en Londres, es mucho mejor así.

-¿Cómo ha aprendido a vivir con la obligación de ganar?

-Es que yo quiero tener esa responsabilidad, yo quiero que la gente se piense que tengo que ganar! Es muy difícil, hay veces que tienes mucha presión, que una quiere triunfar y no siempre se puede. No se puede aflojar, pero me encanta sentir la adrenalina de la victoria, salir a la pista y competir. Insisto en que no es sencillo, ya le he contado lo que me pasó después de París, pero no lo cambio por nada. Me encanta pagar el precio de ser una de las mejores jugadoras y quiero seguir pagándolo.

-¿Se siente ahora más estable?

-Me siento más serena. Antes era un volcán. Me pasaban muchas cosas por la cabeza, negativa y positiva en un periquete, me enfada y no me enfadaba... Aunque no lo demostrase tanto, no tiraba la raqueta y maldecía, pero ahora estoy más tranquila. Lo paso mal también y me frustro si algo no sale, eso sí, pero es la experiencia. Cuando estás en una situación treinta veces, pues ya sabes de qué va. Todo lo voy mejorando, y aunque la vida de un tenista es muy corta, cada año es como una vida.

«Soy agresiva, yo arriesgo mucho»

-Puede que se le pida mucho más ya que ha ido todo relativamente rápido, pero son las expectativas que usted mismo ha generado.

-La gente no sé qué tiene conmigo. Todo el mundo se piensa que debería ser la nueva Serena Williams, la segunda Serena. Tengo esa sensación. Y es muy difícil. Es muy difícil mantenerse siempre en esos números, ganando torneos cada semana, estando a ese nivel... Hay muy pocas jugadoras que lo puedan hacer y, algo importante, muy pocas que con mi estilo de juego puedan hacerlo. Soy agresiva, yo arriesgo mucho. A veces fallo más de la cuenta y por eso pierdo, yo no soy una jugadora defensiva. Sé que hay días en los que me toca trabajar, me arremango y lucho de alguna manera. Pero es verdad que esa es la percepción que tiene la gente de mí y yo lo noto, es interesante. Y no nos olvidemos de que tengo 24 años, no tengo 37.

-¿En qué ha crecido?

-Yo el tenis lo veo igual. Lo que no soy la misma teenager. Mi vida es la misma, juego lo mismo. Tengo una perspectiva diferente, es verdad que me lo tomo con más tranquilidad como he dicho, me paro a pensar y si algo va mal me digo: «Garbiñe, tranquilízate, no es para tanto». En eso sí he notado diferencia.

-¿Por qué dejó de trabajar con Conchita Martínez?

-Conchita es una persona que siempre va a estar ahí, tengo una estupenda relación con ella desde hace mucho tiempo. Fue un mes muy bueno, era una experiencia que nunca había vivido. Una persona cercana que me ayudó mucho y finalizamos en Miami porque así estaba pactado, siempre va a estar ahí cuando la necesite.

-Fuera del tenis, ¿en qué punto está su vida?

-Pues mire, no es un secreto que me guste la moda y siempre he intentado ser coqueta aunque juegue, no va reñido. Se puede ser muy femenina y luego sudar en la pista a muerte. Como siempre voy en chándal, siempre he tenido esta cosa de interesarme más por la moda. Me gusta mucho y me ayuda a hacer algo distinto al tenis.