Boca-River, el marco y el cuadro

DEPORTES

Ballesteros | EFE

12 nov 2018 . Actualizado a las 11:12 h.

Calienta Tévez. Ruge la Bombonera. El latido, en realidad, había comenzado dos horas y media antes. El corazón estuvo en un puño por la lluvia. Fue un diluvio universal localizado, de esos que tiñen el fútbol de realismo mágico, como el que cortó en dos la final de Copa del Deportivo con el Valencia. Porque la batalla Boca-River en la Libertadores no se mide por las estrellas y los millones. Los astros de la selección argentina están a un océano de diferencia. Un cronista radiofónico lo repetía el sábado: «No son los equipos, es todo lo que hay alrededor. No es el cuadro. Es el marco lo que están mirando desde Europa». Por eso el duelo, con su aplazamiento y sus agonías varias, fue eclipsando partidos ilustres durante el fin de semana. El Borussia Dortmund ante el Bayern de Múnich del sábado. El Manchester de Mourinho frente al City de Guardiola a primera hora de la tarde dominical. Y el Nacional con el Peñarol y el Milan ante la Juve en sus pulsos simultáneos. Aquí el fútbol no va al peso, no sirve la balanza de la lógica. Los millonarios saltan al campo sin publicidad en su camiseta. Hay un Armani sobre el césped, pero con pinta de estibador de Brooklyn en los años cuarenta. Uno de los héroes locales es Wanchope, que copió su nombre de aquel jugador tico. También marcó Benedetto, un chaval que siempre emociona con sus dedicatorias. Su madre sufrió un paro cardíaco mientras lo veía jugar. Murió en el hospital. Benedetto estaba en las categorías inferiores del Independiente. Tenía solo 12 años. Gallardo, el entrenador visitante, vio el partido en la confitería de River. En las semifinales, ante el Gremio, también estaba sancionado, pero entonces se coló en el vestuario con un abrigo y una gorra.

El Bolshói del balón está en otra parte. No hay ninguna duda. Esto es otra cosa. Cuestión de electricidad. Argentina destilada en todo sus excesos, con su brutal poesía, con su celebración crónica de la agonía. No es casualidad que una de las mejores escenas de fútbol la rodara Juan José Campanella. Y ni siquiera necesitó a River ni a Boca. El secreto de sus ojos se mete en la grada de un encuentro entre Huracán y el Racing Club de Avellaneda. Y es entonces cuando el marco brilla.