Talento no apto para puristas

DEPORTES

Noah Graham | afp

03 ene 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

En enero del año 2006 Kobe Bryant anotó 81 puntos ante los Toronto Raptors. Un registro salvaje que colocó al escolta en el segundo puesto de anotaciones históricas en un partido, solo por detrás de los 100 puntos de Chamberlain. Más de 40 años después alguien se acercaba.

La gesta llegó cuando Bryant atravesaba uno de sus peores momentos como profesional. Smush Parker, Lamar Odom, Kwame Brown y Chris Mihm formaban, junto al escolta, el equipo inicial aquella noche. De aquel infausto quinteto, solo Odom, además de Bryant, debería permanecer en la memoria de los aficionados.

No es mejor el que más mete, sino el que menos necesita. De los grandes talentos en activo, solo LeBron, Carmelo Anthony -actualmente sin equipo-, James Harden y Klay Thompson han logrado anotar 60 puntos o más en un partido. Kemba Walker también lo ha hecho este curso y una noche de inspiración de Devin Booker en el 2017 -anotó 70 puntos y su equipo cayó derrotado- le situó a tan solo 11 puntos de la marca de Kobe. El resto de registros pertenecen a jugadores retirados y, sin embargo, nadie duda que vivimos una de las etapas más gloriosas de la NBA.

El gran mérito de los Stephen Curry, LeBron James y compañía es su capacidad para haber cambiado el juego. El base abandera a toda una generación de jugadores cuya precisión desde el exterior ha hecho plantearse a la liga la necesidad de alejar la línea de triple. Su dominio podría cambiar las normas, como ya hubo que hacer con Chamberlain. Un registro de una noche parece una broma al lado de cambiar el juego para siempre.

Solo es uno de los ejemplos más vistosos, pero los síntomas del cambio se ven noche a noche. Nurkic o Jokic son bases de más de dos metros. Westbrook, un organizador que puede tumbar pívots, mientras que LeBron o Durant son aleros que comienzan el juego y se pegan en la pintura. Las posiciones son, desde hace tiempo, solo una etiqueta. El cambio es evidente.