Los enigmas que rodean la muerte de «El Pirata» Pantani quince años después

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El ciclista apareció muerto en la habitación de un hotel. La Fiscalía abrió una investigación para comprobar si murió por sobredosis o fue asesinado tras ser golpeado y obligado a beber cocaína diluida en agua

14 feb 2019 . Actualizado a las 18:29 h.

Quince años después de su fallecimiento, el recuerdo de Marco Pantani (Cesena 1970-Rimini 2004), «El Pirata», permanece imborrable. Aquel ciclista ultraligero, volátil, calvo como una bombilla, bandana en la cabeza, perilla y dientes apretados a la hora de escalar puertos imposibles, ocupa un lugar indeleble en la historia del ciclismo y en el libro de estilo de cualquier corredor amante del ciclismo atacante y ambicioso. «Es un honor que me comparen con él», dijo mil veces Alberto Contador, el Pantani español, último representante de la escuela del ciclista de Cesenatico.

Aún con el título de último corredor con el doblete Giro-Tour en el mismo año (1998), se cumplen 15 años de su trágica y enigmática muerte. Aquel maldito día del 14 de febrero de 2004 no enamoró a sus innumerables admiradores. Pantani, de 34 años, apareció muerto en la habitación D5 del hotel Residence Le Rose de Rimini. Mazazo terrible para el ciclismo mundial. Una sobredosis de cocaína derribó al mito del ciclismo italiano y mundial. El dictamen del forense fue rebatido por la madre del campeón, que defendió la teoría del asesinato

PASCAL PAVANI | AFP

Historias de drogas, depresiones....muchos consideran que el Pirata empezó a morirse mucho antes del 2004. Concretamente una mañana del 4 de junio de 1999 en la localidad de Madonna di Campiglio, a dos días de coronarse con su segundo Giro consecutivo. Un hematocrito excesivo, del 52 por ciento, delató el uso de EPO. Ese día empezó a extinguirse una leyenda. Comenzó un descenso sin retorno del puerto de la vida, sin frenos, camino al anonimato, en caída libre hasta su trágico punto final. Se bajó de la bicicleta, hundido, en 2003.

Una víctima más del juego del dopaje deportivo, como tantos otros de una época oscura del ciclismo. El senado francés asoció el nombre de Marco Pantani a la EPO, como sus compañeros de podio en el Tour 98, Jan Ullrich y Bobby Julich.

Su fallecimiento abrió un abanico de dudas que duró una docena de años. En agosto del 2014, la Fiscalía de Rimini abrió una investigación para comprobar si el ciclista murió por sobredosis o fue asesinado tras ser golpeado y obligado a beber cocaína diluida en agua, tesis que defendía la familia del Pirata.

Otras hipótesis se sumaron al carrusel de sospechas. En el 2016 un tribunal italiano señaló que el positivo de Pantani en 1999 fue manipulado por la mafia para amañar apuestas deportivas. Finalmente un médico forense dictaminó que murió por una sobredosis de cocaína.

«No quiero saber nada del ciclismo». Pantani ya no iba a digerir aquel positivo de 1999. Estaba en marcha su divorcio con el ciclismo. Un ídolo a la trastienda, un país en vilo. El escalador pugnaba con Berlusconi en el escalafón de la fama en Italia. Su ocaso coincidió con la bajada de ventas de bicicletas y la crisis en algunas empresas. Se hablaba de su mala vida, de los excesos a la hora de divertirse.

«Voy a volver a correr, aunque me haya desconectado del ciclismo». Y lo intentó. prefería correr en un equipo extranjero, español a ser posible, junto a su compañero y amigo Dani Clavero, con quien coincidió tres temporadas en el Mercatone 1. Pero el destino le llevó al abismo. Clavero, de 50 años y profesional durante 12 años, ha curado con el tiempo el trauma del trágico final del Pirata, pero su recuerdo lo tiene marcado a fuego. Han pasado tres lustros de aquel «terrible mazazo».

«Su idea, y la mía, era continuar en un nuevo equipo, pero el proyecto no cuajó por falta de patrocinador. La idea quedó en nada y ambos nos retiramos del ciclismo», recuerda Clavero. El madrileño explica la doble personalidad de Marco Pantani, bien diferente sobre la bicicleta y la bandana en la cabeza y fuera de ella.

«Como persona era muy sensible, muy tímido, muy cercano con los compañeros y un ídolo admirado en un país tan pasional como Italia, donde no podía apenas dar un paso sin recibir una palmada en la espalda. Ese carácter era justo lo contrario del Pantani ciclista, del Pirata, el corredor agresivo y explosivo que escalaba como nadie. Fue uno de los motores más grandes del ciclismo, un fuera de serie. Ni él era consciente de su verdadero potencial».

También recuerda Clavero la facilidad de Pantani para ponerse en forma tras una lesión o enfermedad. «Su capacidad de recuperación era asombrosa. Recuerdo que se fracturó la tibia y el peroné y en un tiempo asombroso volvió a su mejor nivel. Eso el resto de corredores no lo hacíamos». Clavero nunca pudo imaginar en aquellos primeros años de los 2000 que Pantani acabase derrotado por las drogas. Se queda «con lo vivido con él». «Nunca vi nada que me hiciera pensar en un trágico final. Se comentaba que algo estaba pasando en su entorno, pero lo que sucedió me sorprendió, era lo último que me podía imaginar».

El Pirata eligió a Clavero como uno de sus hombres de confianza dentro del equipo, contaba con él para las concentraciones en España, donde Pantani encontraba tranquilidad, alejado de su popularidad en su país. «La última vez que lo vi fue en noviembre de 2003. Me llamó porque se iba de vacaciones e iba a pasar una noche en Madrid. Le fui a buscar al aeropuerto y estuvo en mi casa. Iba solo, buscaba tranquilidad. Ese último año fui uno de sus compañeros de confianza y siempre contaba conmigo para entrenar».

Pantani no volvió a cruzarse en la vida de Clavero. Su recuerdo humano dejó huella, pero su dimensión ciclista alcanzó cotas exageradas. Un estilo único, de épocas que marcaron la épica del ciclismo, casi en extinción, sobre todo desde la retirada del español Alberto Contador, quien nunca ocultó su admiración por el Pirata. «Es un orgullo que me hayan comparado con Pantani, decir su nombre es decir espectáculo, era atrevido y hacía cosas diferentes», señaló en varias ocasiones el único español ganador de Tour, Giro y Vuelta.

Otro ídolo español, Miguel Indurain, tiene marcada en su memoria la etapa Merano-Aprica del Giro de 1994, que ganó el ruso Eugeni Berzin. El navarro Indurain reventó la carrera con ayuda de Marco Pantani, el primero en abrir las hostilidades. «Después de escalar el Stelvio y el Mortirolo, alcancé a Marco Pantani camino de Aprica. Aunque luego tuve una crisis en Santa Cristina y finalmente no pude ganar el Giro, lo di todo por intentar ganarlo. Fue una etapa intensa y una sucesión de emociones únicas».