María José Patiño: «Si la testosterona influye, lo hace en todas las disciplinas, no solo en el atletismo»

DEPORTES

Martínez Patiño en la puerta de la Sala Coubertin del COI dónde se debate el conflicto de Semenya
Martínez Patiño en la puerta de la Sala Coubertin del COI dónde se debate el conflicto de Semenya MJP

Miembro de la comisión de género del COI y asesora del TAS, la apartaron del atletismo en los 80 por una alteración genética: «En mi época, Semenya ya sería una proscrita»

27 mar 2019 . Actualizado a las 13:06 h.

Con 24 años, María José Martínez Patiño (Vigo, 1961) era campeona de España de 60 metros vallas. Se había quedado a cuatro centésimas de los Juegos Olímpicos de Los Ángeles 84 y tomaba impulso para estar en Seúl. Pero todo se quebró. Tras la Universiada de Kobe, en Japón, un control de sexo detectó en ella una mutación genética. La Federación Internacional la suspendió y la condenó al ostracismo absoluto. Emprendió entonces una dura batalla legal y científica que acabó ganando. La norma se cambió y le pidieron perdón. Volvió a competir y a batir un récord de España. Hoy, esta catedrática es la única española que integra -desde el 2013- la comisión de género del Comité Olímpico Internacional. Patiño asesora al Tribunal Internacional de Arbitraje del Deporte (TAS) en el conflicto que Caster Semenya mantiene abierto con la federación internacional de atletismo, que pretende reducir el máximo de testosterona permitido a las atletas para competir.

MJP

-¿En qué punto se encuentra la resolución del caso Semenya?

-El TAS nos ha solicitado los informes pertinentes a partir de los que tomará la decisión. Somos once miembros en todo el mundo. Es un trabajo complicado, eres consciente de que tu opinión puede condicionar la normativa en más de 200 países. Se habla de Caster pero, sobre la mesa, hay más casos que no han salido a la luz pública.

-¿Por qué considera que el TAS ha pedido más tiempo antes de pronunciarse al respecto?

- Es que estamos, probablemente, ante la decisión más compleja que haya tenido que afrontar el TAS en toda su historia. Requiere neutralidad, contemplar los dos lados de la balanza. Hay que escucharla a ella, pero también a las mujeres que no tienen unos niveles de andrógenos elevados y avalar las conclusiones científicamente.

-Si es compleja, quizá sea porque no haya un consenso suficiente.

-Mi impresión es que con el caso de Semenya se ha comenzado un camino de investigación. Hace años ni nos planteábamos que estas cosas podían pasar.

-Si el camino está empezando, el dictamen podría ser precipitado.

-Hay un grupo de investigación en Brighton que está llevando a cabo un proyecto muy importante, impulsado por el COI, para recabar evidencias científicas en este campo. No se pueden tomar decisiones de un día para otro. Hay que llegar a conclusiones que perduren en el tiempo. Y estoy convencida que el TAS actuará con toda la ética y el sustento científico necesario en una cuestión así. Mi obligación es respetar su dictamen, sea el que sea.

-¿Es determinante, bajo su percepción, la testosterona en el rendimiento deportivo?

-Que la testosterona influye en el resultado es obvio. Científicamente, no es discutible. ¿A cuánto asciende? Eso es lo que está por demostrar. No podemos basarnos en hipótesis. Lo que se nos reclama a los científicos es que para determinar si existe una ventaja apliquemos argumentos irrefutables.

-En el caso de que se dictamine que el hiperandrogenismo supone una ventaja, ¿sólo lo sería en las pruebas de mediofondo?

-Estamos analizando esas porque la resolución viene derivada del caso de Caster Semenya. Si la testosterona altera el rendimiento, lo hace en todas las pruebas deportivas. No podemos aplicarlo solo a algunas determinadas.

-En la época en la que usted competía, ¿Semenya sería ya una proscrita?

-Totalmente, sin ninguna duda. Como ha pasado con muchos casos anteriores al mío en los que han tenido que retirarse de una forma discreta.

«Me prohibieron entrenar, lo hacía a escondidas»

Martínez Patiño compagina su dilatada trayectoria académica en la Universidad de Vigo con una prolífica carrera científica que le llevará a publicar, por tercera vez, en la prestigiosa revista científica Lancet el próximo mes de abril. Imparte conferencias por todo el mundo y está inmersa en proyectos de investigación con las universidades de Washington y Brighton. Ha entregado al estudio el mismo entusiasmo que puso en su carrera como atleta. «Nadie está preparado para semejante impacto. No tuve ningún apoyo, me vi complemante sola, indefensa», recuerda sobre aquel episodio vivido en Kobe. Una alteración cromósomica, concretamente una mutación genética en el receptor de andrógenos, provocó su descalificación el 28 de enero de 1986.

Patiño, campeona de 60 metros valla, en la época en la que fue injustamente sancionada.
Patiño, campeona de 60 metros valla, en la época en la que fue injustamente sancionada.

«Me retiraron la beca y no solo me prohibieron competir, también entrenar. Lo hacía sola, a escondidas. Querían que me apartase, sin más. Pero yo no estaba dispuesta a rendirme, no tenía nada que perder». Con su empeño y el de José María Odriozola, catedrático de bioquímica, emprendió una batalla por restituir su imagen y demostrar que su condición genética no suponía ninguna ventaja para ella. «Fue una lucha brutal, que acabó haciéndome más fuerte. Lo que tenía era un problema, mis hormonas no funcionaban correctamente».

El 14 de octubre de 1988, tras tres años inactiva, fue rehabilitada por la federación internacional de atletismo y el presidente de la comisión médica, el sueco Arne Lundquist, se disculpó personalmente con ella. No solo retiró la sanción, su caso sirvió para que se cambiara la norma y se acabaran suprimiendo los controles de sexo en el deporte. «Al final te das cuenta de que se pueden cambiar las cosas. Siempre se lo digo a mis alumnos. Hoy puedo decir que una gallega fue pionera a la hora de modificar una normativa internacional y he abierto camino a muchas mujeres». En los daños, prefiere no recrearse: «Del sufrimiento no se puede vivir».