Alen Muratovic: «En la pista me vuelvo loco»

DEPORTES

El jugador del Cangas, gallego de adopción, sigue en activo en Asobal cerca de los 40 años

06 may 2019 . Actualizado a las 05:00 h.

Alen Muratovic (Montenegro, 1979) no solo juega al balonmano a los 40, sino que lo hace en la élite y siendo un verdadero líder para su equipo. Un Cangas donde se siente como en casa y en el que sigue tras haber amenazado varias veces con retirarse. No es el caso de este verano: está convencido de seguir si el club cuenta con él y no parece que quepan las dudas al respecto.

-¿Cómo se consigue llegar a los 40 jugando a su nivel?

-Para ser sincero, el nivel de la liga bajó mucho. Si fuera el que había cuando yo tenía 23 años, no tendría sitio hoy. El tiempo pesa, no eres un chaval y hay días en que lo haces bien y otros en que no, te falta regularidad. Pero me centro en disfrutar e intentar ayudar y mientras el Cangas me quiera, aquí estaré.

-¿Cuántas veces le han convencido para no retirarse?

-Unas cuantas. De hecho, cuando yo volví a Cangas lo había dejado por una lesión y no venía para jugar, sino para que naciera mi hija, porque mi esposa es de Aldán. Pero me tomé un café con el presidente, que es como mi familia, y me animó a probar. Empecé a echar una mano y hasta hoy, pero cada año es más complicado.

-¿Qué significa el balonmano en su vida?

-Me lo dio todo y no sé hacer otra cosa. Me dediqué al 100 % a esto y cuando me retire no sé qué voy a hacer. No tengo un negocio ni nada en mente para el futuro. Mientras esté, voy a disfrutar. Hay gente que dice que a dónde voy con esta edad, que tengo que retirarme, pero no me interesan esas personas, me interesan las que me apoyan.

-¿Por qué este deporte y no otro?

-Practiqué baloncesto un par de años, de pequeño probé varios. Mi hermana estaba en balonmano, me animó y en dos o tres entrenos supe que allí tenía que quedarme. Sentí que los disfrutaba de manera diferente, que tenía algo que lo hacía mejor que todo lo que había probado antes. Además, yo saltaba mucho, me movía rápido, tenía un buen físico y algunos equipos se fijaron en mí. Así fui evolucionado, intentando ir siempre paso a paso en mi carrera, subiendo los peldaños de la escalera poco a poco, y llegué a un nivel no brutal, pero sí con el que me siento muy satisfecho.

-¿Cómo fue el momento de dejar su país por primera vez?

-Tenía 22 años y me sentí como un niño sin saber lo que me iba a encontrar. Pero quería salir y demostrar que valía para competir a un nivel más alto. Fue duro dejar a la familia y a los amigos, ir a España sin conocer el idioma y sin nadie allí que hablara el mío. Era un chaval de un país que nadie conocía y en una de las mejores ligas del mundo. Pero tuve la suerte de ir a parar a Cangas, donde siempre me lo pusieron muy fácil.

-¿Cuál fue su primera impresión al llegar a Cangas?

-Llegué de noche y me metí en la cama. Al despertarme al día siguiente lo primero que vi fue la playa y pensé que era un lujo. Creí que era muy grande, no quería moverme mucho por si me perdía. Enseguida vi que no, que era pequeñito, todo cerca y pensé que era el sitio ideal. Los compañeros me acogieron rápido.

-¿Se siente ya medio gallego?

-Sí, claro. Estoy adaptado a esta cultura, mis dos hijos nacieron aquí y estoy en mi casa, no noto otra cosa diferente.

-En tantos años de carrera, ¿con qué se queda?

-Con todo lo que aprendí y todo lo que me llevé de los compañeros con los que coincidí en este tiempo. Con el Cangas entramos en Europa, en Copa Asobal, logramos muchas veces la permanencia... Muchos momentos bonitos. Creo que escribimos juntos una historia bonita.

-¿Y qué ha sido lo más duro?

-La lesión que sufrí cuando fiché por un equipo alemán. Se me salió el hombro, tuve que pasar por quirófano y allí ya no me querían porque el lanzamiento lo es todo y ya no tenía la misma fuerza. Ahí lo dejé, me puse a estudiar un tema de gestión. Hasta que el presidente del Cangas me animó a volver hacer seis años.

-Decía que no sabe hacer otra cosa que no sea jugar al balonmano. ¿Cómo se ve en el futuro?

-Quiero ver crecer a mis hijos cada día como lo estoy haciendo, eso es lo más importante. El resto no lo pienso, vivo el día a día y no me obsesiona trabajar. Si no se trabaja, se toma un café y se disfruta de la naturaleza, de los niños y de la vida, nada más. Gané suficiente para estar tranquilo y en Europa nadie murió de hambre.

-¿Cómo es Muratovic en la derrota?

-Contra equipos grandes lo acepto bien, fastidia si es con rivales de tu talla a los que sabes que podías ganar.

-¿Cambia mucho su carácter dentro y fuera de la pista?

-Sí, soy otra persona. En la pista me ven volverme loco celebrando goles, pero fuera soy muy tranquilo, otro rollo.

Amante del deporte y fan de su «vecino» Aspas, lleva una vida tranquila y solo se «vuelve loco» en la pista. Asegura que cada vez está más familiarizado con el gallego, todo lo contrario que lo que le ocurre con la política española.

-¿Una ciudad para vivir?

-Fránkfurt.

-¿Un sitio donde no haya estado que le gustaría conocer?

-La Habana.

-¿Un deporte que no sea el balonmano?

-Baloncesto.

-¿Futbolero?

-Sí, soy celtista y me encanta Aspas. ¡Casi somos vecinos!

-¿Un ídolo en el balonmano?

-Jackson Richardson.

-¿Y de otro deporte?

-Michael Jordan.

-De no haber sido jugador, ¿a qué se hubiera dedicado?

-Estaría seguramente en Montenegro, en la fábrica donde trabajaron mi padre y mi abuelo, como una herencia.

-¿Cuántos idiomas habla?

-Español y montenegrino, croata, bosnio... Que son todos el mismo. Así que hablo dos.

-¿Y el gallego?

-Ah, claro, como non! Falo galego! Lo entiendo perfecto, pero no lo domino hablando.

-¿Le interesa la política?

-No tengo ni idea de eso. Hay tantos partidos que los veo por la tele y me vuelvo loco.

-¿Qué disgustos le ha dado el balonmano?

-Momentos de estar jodido porque las cosas no salen. ¡Y las canas siendo joven!

-¿Le gustaría que sus hijos jueguen a su deporte?

-Si lo prueban y les convence, adelante, pero si quieren ser cantantes les diré que canten, que yo canto con ellos. Quiero verles felices.