El K4 español recrea en Valencia la pista de agua salada de Tokio

DEPORTES

Germade y Arévalo se entrenan en mar abierto para simular las condiciones del verano en los Juegos Olímpicos

01 dic 2019 . Actualizado a las 22:39 h.

En agosto del 2004, sobre una pista de agua salada y cálida, David Cal firmó el mejor registro de la historia del C1 1.000 metros. Solo necesitó tres minutos, 46 segundos y 30 centésimas para colgarse el oro. Además de la portentosa actuación de un canoísta en la plenitud de su carrera, la mayor flotabilidad de la piragua que en una lámina dulce y su alta temperatura contribuyeron a disparar al palista de Hío hacia la victoria. Dentro de nueve meses el piragüismo gallego volverá a mirar al podio de los Juegos, de nuevo en una pista de agua salada. Así que el K4 500 español, uno de las banderas del proyecto que culmina en el 2020, trabaja desde ahora para recrear las condiciones que se encontrará en Japón. Primero fue su entrenador, Miguel García, el que visitó varias instalaciones en el país durante el 2018 para estudiar posibles lugares de concentración en las semanas previas a la competición del próximo verano; luego, en septiembre de este año, comprobó durante el evento test de los Juegos como la pista se había separado del mar abierto de la bahía; y ahora se llevó al K4 de los gallegos Rodrigo Germade y Carlos Arévalo a Valencia para recrear allí las condiciones de Tokio.

«Esta es una primera toma de contacto para ver cómo se comporta el kayak en agua salada y de qué manera nos afectan esas condiciones, también con agua a una cierta temperatura, como en Tokio. Las condiciones aquí son bastante parecidas, lo malo es cierto oleaje que se levanta en el puerto deportivo por el paso de embarcaciones de recreo», explica Arévalo, que el pasado mes de julio relevó en el barco al también gallego Cristian Toro solo unas semanas antes de colgarse la plata en el Mundial.

Arévalo se curtió como piragüista en la ría de Betanzos, de agua salada, así que sonríe cuando se le pregunta por su capacidad de adaptación. «Pero hay que cuidar todos los detalles», indica a continuación. Y la temperatura del agua, más cálida en Tokio, y en Valencia, es otro de ellos, un matiz que complica posibles concentraciones en Galicia. Arévalo y Germade fueron dos de los palistas que en septiembre disputaron el evento test en Japón. «Allí vimos que el agua es bastante blanda y corre mucho la piragua. Tenemos que encontrar un lugar estable para entrenar en un entorno cerrado, sin oleaje, sin viento, y con agua salada», añade Arévalo.

«En Tokio la piragua flota más y la sensación de palada es más ligera», valora García con las experiencias recogidas en Japón. «Lo ideal es tener controlados todos los detalles, para no llegar a la pista y sufrir ninguna sorpresa por falta de aclimatación», explica David Cal. «Yo de niño sufría el cambio contrario, todavía más traumático. Porque entrenaba en Aldán, en agua salada, y luego competía la mayoría de las veces en agua dulce y se me cargaban los antebrazos del esfuerzo porque la piragua iba más lenta, como frenada», recuerda el cinco veces medallista olímpico sobre sus inicios.

En un proceso de miles de horas, el palista se funde con la piragua en un movimiento mecánico que repite una y otra vez. Y ese gesto se ve alterado por la salinidad del agua. «El barco navega de forma diferente al haber más densidad en el agua salada, y avanza más con menos impulso. Y la pala encuentra menos resistencia y entra y sale más rapido, con lo que afecta a la fase acuática de la palada. La frecuencia puede ser mayor, al encontrar menos resistencia, pero pueden variar los esfuerzos muscular y cardiovascular», razona David Cal con la experiencia de sus dos medallas olímpicas en Atenas sobre agua salada. Pero añade dos factores clave, la adaptación al calor de Tokio y la exposición al viento de una pista situada en la bahía, en mar abierto.