El año de la verdad para la selección española de balonmano

Juan J. Fernández

DEPORTES

GEORGI LICOVSKI | EFE

La selección española de balonmano arranca hoy el Europeo, que reparte una plaza para los Juegos Olímpicos

09 ene 2020 . Actualizado a las 09:10 h.

El marcado carácter olímpico del deporte del balonmano establece los objetivos irrenunciables para una selección española que por historia y tradición está obligada a aspirar cuando menos a la lucha por las medallas en cualquier cita olímpica. Hace casi cuatro años sufrimos un duro mazazo con la pérdida de la plaza a manos de Suecia, con las consecuencias humanas y económicas pertinentes y con el mayor escaparate posible de este deporte minoritario cerrado por vacaciones.

Dejando atrás este gran tropiezo, tenemos que admitir que no hay nada como el gato escaldado. El seleccionador admite en cada entrevista la presencia de cierta ansiedad olímpica y que esta sensación impregna el quehacer diario. Acabamos de empezar el 2020 y no es un año cualquiera. Primero, nos encontramos con un Europeo que comienza para España hoy (20.30 horas, Teledeporte), después con un preolímpico y, esperemos, finalmente con la gran traca final de unas olimpiadas en Japón donde debemos estar por imperativo deportivo.

La cita que hoy comienza es la primera posibilidad para alcanzar el objetivo, pero estará en juego una sola plaza, la del campeón, excepto si es Dinamarca, actual campeona del mundo, que en ese caso pasaría al segundo. Somos los actuales campeones de Europa y en las últimas tres ediciones siempre alcanzamos una medalla. Sería estupendo librarse de un preolímpico y el estrés que conlleva. Luchemos por ello.

Un producto que vender

El balonmano, como producto, está en evolución económica y comercial. Algo que supone variaciones que cambian las probabilidades de éxito deportivo, poniendo claramente en ventaja a unos países sobre otros. Todos sabemos los elevados costes que conlleva la organización de un gran evento deportivo, que debe estar presidido en la actualidad por el objetivo de hacer un producto atractivo para los medios de comunicación, ya que ellos rentabilizarán las inversiones publicitarias necesarias para enjuagar los elevados costes de la venta de los derechos por parte las federaciones.

La ventaja de jugar en casa

La búsqueda de un producto atractivo, tanto para la oferta a los grandes operadores televisivos, como la necesaria presencia de aficionados hasta las últimas fases, son la génesis del cambio de criterio a la hora de adjudicar la organización de estos campeonatos. Teniendo en cuento lo anterior, entendemos cómo las posibilidades de países como España, Francia o Croacia han caído exponencialmente respecto a las de Noruega, Suecia o Dinamarca, por ejemplo. El fenómeno Home Advantage (ventaja de jugar en casa), y que ha sido últimamente un tópico muy estudiado, no deja lugar a dudas. Crece para los organizadores y decrece para el resto. No es de extrañar el mercadeo de voluntades y favores dentro de los organismos directivos. Por delante, tenemos los Europeos masculinos del 2020 (Suecia, Noruega y Austria) y el 2022 (Eslovaquia y Hungría), así como también el Mundial del 2023 (Suecia y Polonia). Invertir en ser sede es clave para el éxito. Quizás sea dopaje comercial.

Cartas marcadas

La competición, desde el punto de vista deportivo, no parece que pueda deparar grandes sorpresas. Después de la fase preliminar, la segunda, para los nuestros, parece una lucha con alemanes y croatas para dos plazas en semifinales. Quizás el enfrentamiento de grupo contra los teutones, en el segundo partido, pueda resultar crucial para el devenir de los nuestros, ya que el que pierda quedará contra las cuerdas el resto de los partidos. No obstante, los últimos años demostraron que siempre equipos como Eslovenia o Macedonia le ponen la pimienta a la competición. Siempre tenemos selecciones revelación y este año no será una excepción.

El fracaso de las novedades

Los últimos cambios de reglas no han supuesto hacer más atractivo y espectacular este deporte. Jugar con siete y vaciar la portería se ha cargado de un plumazo un montón de acciones que ayudaban a definir el poder estratégico de este deporte. La falta de espacio en las cercanías de 6 metros y la pérdida de las defensas abiertas suponen, sin lugar a dudas, un empobrecimiento táctico. Y ya no vamos a incidir en el retraso tecnológico de nuestro deporte, que lo sitúa en el siglo pasado en cuestión de justicia arbitral. A los hechos recientes viaja su mente (como el Mundial femenino), pero en el balonmano hay muchas acciones que necesitan ayuda externa para que la justicia sea tal.

La selección española intentará imponer su trabajo colectivo

España está conformada por un grupo de jugadores muy contrastado, donde las individualidades siempre se desvanecen ante la solidez de un colectivo bien conjuntado y aderezado por la entrada progresiva y continua de nuevos valores. Ejemplos más notables son el mayor protagonismo de jugadores como Dani Dujshebaev, Figueras o Yosu Goñi. También las variantes tácticas de jugar con un central zurdo como Alex Dujshebaev, que sigue avalada por sus números. No debemos esperar grandes sorpresas en el ámbito estratégico y táctico. Nuestra portería, dupla sin parangón, y nuestro bloque central, tanto en 5:1 como 6:0, nos deben dar el superávit para el déficit ofensivo que sin duda llegará por nuestras carencias en el lanzamiento a distancia. La duda estará, en mi opinión, en el rendimiento de jugadores que han marcado una época. Nombres propios del balonmano como Raúl Entrerríos, Julen Aguinagalde, Viran Morros o Joan Canellas, cuya estación terminal parece estar en Tokio. Esperemos que este cóctel de veteranía y juventud luzca como lo hizo hace dos años en Croacia.

Juan J. Fernández es profesor de Ciencias do Deporte en la UDC.