Las difíciles decisiones en las sociedades de riesgo

Nacho Álvarez

DEPORTES

SpadaLapresse via ZUMA Pressdp

10 mar 2020 . Actualizado a las 08:58 h.

La decisión de las autoridades sanitarias italianas obligando a disputar los partidos del calcio y de otras competiciones a puerta cerrada por lo menos hasta abril está generando controversia en España. Ahora directamente se cancelan los eventos en ese país. Partimos del máximo respeto a las decisiones científicas, y de que en la gestión debe primar la prudencia. Ahora, tras las recomendaciones del Ministerio de Sanidad, de que los acontecimientos deportivos con aficionados de zonas de riesgo se disputen a puerta cerrada, las medidas podrían ir a más. Estas decisiones implicarían una pérdida de ingresos, perjuicio deportivo de los equipos que jueguen como locales y el alarmismo social por medidas tan drásticas.

Pero, ¿qué entendemos por «zonas de riesgo»?, ¿cuál es el número de personas afectadas en una zona para que esta sea declarada de riesgo? Cada día están detectándose nuevos casos en España, ¿se encontrará nuestro país en un par de semanas, por ejemplo, en una situación epidemiológica como está Italia? ¿Tiene sentido anticiparse con precauciones y medidas de este calado de manera inmediata? ¿O es mejor hacerlo cuando el número de contagios sea lo suficientemente alto para que exista un consenso social? ¿Responde la percepción del riesgo a una construcción cultural? ¿Qué sucede con la salud de los trabajadores, desde los propios deportistas, periodistas, hasta las personas que trabajan en los recintos deportivos?

La crisis del coronavirus está poniendo de manifiesto lo que el sociólogo alemán Ullrich Beck definió como «Sociedad de riesgo». El propio desarrollo de la sociedad, mejoras de los medios de transporte, mayores desplazamientos de personas, estrechas relaciones económicas entre países, acceso casi generalizado a las TIC’s, etc. implica un riesgo en sí mismo para las propias sociedades. El concepto de riesgo según Beck implica hablar de riesgo, de contingencia, porque nos movemos en un entorno falto de certezas. Al referir a un evento que todavía no acontece, el riesgo apunta a algo que escapa a nuestra capacidad de predicción.

Las autoridades se ven ante una disyuntiva de difícil solución, debe primar el interés general de salud pública, pero ante una enfermedad nueva y desconocida, ¿de quién es la responsabilidad si en un evento deportivo donde se concentran más de 20.000 personas, por ejemplo, se produce una cadena de contagios?, ¿quién va a hacer frente a una posible demanda económica si esta cadena de contagios llega a producirse? Y, ¿quién asume las pérdidas económicas generadas? En una sociedad en la que cuesta tanto encontrar un responsable político que asuma errores, ¿deben tomarse medidas drásticas, como empiezan a pedir algunas voces autorizadas y seguir el ejemplo de Italia en España?

En un país como España -Italia también lo es-, donde las relaciones sociales se basan en un estrecho contacto entre las personas, ¿puede esta nueva situación modificar nuestros hábitos relacionales? La reciente recomendación de limitar los contactos a un metro de distancia puede condicionar nuestra manera de saludarnos, de relacionarnos entre nosotros, de nuestro consumo de ocio social, etc?

Son consecuencias indirectas de un problema sanitario que invita a tomar decisiones basadas en criterios científicos y sanitarios, haciendo hincapié en que todos los estamentos implicados contribuyan a generar tranquilidad, informando con rigor y trasparencia, confiando en que la familiarización con el virus termine por desactivar el alarmismo que aún existe.

Nacho Álvarez es sociólogo