Jon Rahm: «Ser el número uno es un sueño cumplido, pero hay más»

José Manuel Cortizas

DEPORTES

Bill Streicher

El golfista vizcaíno, líder del ránking mundial, se prepara para dos exigentes semanas que pueden marcar su futuro

27 jul 2020 . Actualizado a las 14:23 h.

Acabó el Memorial Tournament agotado y pletórico como corresponde a quien se acababa de coronar número 1 del mundo, en el torneo regular más importante de la historia del PGA Tour, y en casa de la leyenda, del Oso Dorado, de Jack Nicklaus. El día después lo ocupó en el viaje de regreso a su hogar en Arizona, descargar todos los bártulos de dos semanas seguidas viviendo y compitiendo en Dublin (Ohio), echar un ojo a todas las llamadas y mensajes, charlar más pausadamente con su familia a este lado del Atlántico y encajar su nueva y desbordada agenda junto a su manager, Jeff Koski. Con un chándal de su universidad, Arizona State, no se percibía cambio alguno, dada su habitual cercanía. El madrugón para él no lo es tanto porque la vida sigue. Tras los veinte minutos de charla le esperaba el gimnasio. El golf no espera por nadie.

—El peaje mediático del jugador de moda en el planeta.

—Sí, de todas las peticiones que hay cojo un par y hago lo que puedo. Hay que entender que no he terminado de jugar. Tengo que entrenar esta semana porque las dos siguientes son muy importantes y no puedo relajarme.

—¿Qué se siente en la cima?

—Mucho orgullo. Me cuesta procesar ciertas cosas, tardo bastante, un par de días, y con algo como esto puede que más. Hoy es la primera vez que me he levantado y me he empezado a dar cuenta de los hechos. Pero no puedo pasar mucho tiempo pensando en lo que he hecho porque tengo que concentrarme en lo que va a pasar. Soy consciente de la repercusión, con aita mandándome todas las noticias que ve y le llegan, y ahí me doy cuenta. Porque en cuanto acabó el torneo volábamos para aquí y ya estaba pensando en qué hacer para recuperar. Cuando tenga más tiempo puede que pare y diga, «disfrútalo».

—¿Le puede cambiar la vida?

—Nada. Es un sueño cumplido, pero hay más. Ahora es cuando empieza lo fuerte del año. Tenemos un campeonato del mundo, tres grandes y la FedEx, torneos muy importantes en los que hay que jugar bien.

—Tuvo el número 1 más a mano en otros torneos. No se esperaba que lo lograra en el Memorial.

—¿No contabas con ello? Qué apoyo (bromea). Aquella primera vez me pilló por sorpresa. Ha habido veces que ya lo sabía y llegaba a la rueda de prensa sabiendo que podía lograrlo y no me afectaban las preguntas. Entonces en San Diego no estaba mentalmente preparado. Este año ha habido varias veces que ha estado ahí. En México, llegando con Rory (McIlroy) en la última vuelta, si ganaba me metía de número 1, varias semanas sabiendo esa posibilidad. Estas últimas cinco ha sucedido y ha sido algo a lo que me acostumbré. Hablando con otros jugadores, muchos me dijeron que tuvieron que ganar para convertirse en números uno. Acepté el reto. No quiero que nadie me regale nada, llegar al número 1 estando en casa sentado en el sofá, o jugando mal quedando segundo, tercero o cuarto. No hay mejor manera que llegar ganando. Eso hace que sientas que lo mereces. Hablé mucho con Jason Day del tema. Ganó el BMW en el 2015 para ser número 1.

—Y en qué campo y con qué participación. Qué bien le vino el vueltón del domingo anterior.

—Esa vuelta ayuda mucho, te da un empujón, la confianza de que puedes jugar bien. Ahora, las condiciones del campo de una semana a otra, no hay color. Es como estar en otro mundo, no se podía jugar de la misma manera. Aprendí cómo jugar ciertos hoyos y tener memoria visual de ellos ayuda. También los recuerdos de buenos golpes pegados. Fui con esa mente y me fue muy bien.

«No me creía los primeros 9 hoyos del domingo del Memorial, pero sabía que cambiaría la cosa»

Rahm explica sus sensaciones durante el torneo que le ha dado el número 1 del ránking mundial de golf.

—En el domingo en que se coronó pasó de un cuento de hadas, con ocho golpes de ventaja, a casi un thriller reduciendo el margen a tres. Me va a decir que es golf.

—Totalmente, es golf. Esos primeros nueve hoyos del domingo fueron una exhibición para mí mismo. No me creía lo bien que jugué. Era consciente de que llegaría un momento en el que las cosas fueran mal, pero esperaba que fuese en los últimos hoyos cuando fuera ganando de ocho o de nueve. Es que no hay ningún hoyo fácil en el que te puedas relajar. Hay que saber lo difíciles que son los hoyos 10 y 11. El bogey del 10 no me molestó. El 11 fue más el agua entre el palo y la bola que hizo que el drive se desviara. Había que concentrarse en el resto del día. Menos mal que se juega a 72 hoyos y me di ocho golpes de ventaja. Es como el que va ganando 5-0 y al final le meten dos o tres. Asusta, pero no hace cambiar la dinámica, ni el resultado.

—Necesitó un extra de entereza mental por los precedentes. El día anterior pasó en seis hoyos de estar a cuatro golpes del líder a serlo usted por la misma diferencia.

—No me sentí especialmente presionado. Simplemente, el momento. Hizo que me concentrase más. Tenía que jugar un partido uno contra uno con Ryan (Palmer). Con el par del 15 y tres hoyos por jugar sabía que con tres pares ganaba. El golpe del 16 hizo que ya estuviera.

«Dominar de esa manera me da mucha confianza para el futuro»

Rahm no oculta su malestar por que pusieran en cuestión su mejor golpe en el Memorial, en el 16, antes de convertirse en número 1. Pero se muestra confiado por el desenlace, porque cree que le dará una gran confianza para las próximas citas.

—Hizo magia con ese «chip» desde el «rough» en el 16.

—Son momentos que recordaré siempre. Es el golpe de mi vida porque me dio un número 1 del mundo, así de simple.

-—¿Ha podido ver en televisión la cara que pone cuando en el «green» del 18 le preguntan por la bola que se movió el 16 antes de «chipear» para «birdie»?

—Flipé. Por eso puse esa cara de ¿eh, cómo? El único deporte en el que pasa es en el golf. Si me van a poner una penalización prefiero que me lo digan cuando estamos jugando y así cuando terminamos no hay ningún mal rollo, ni crítica. Al final hay muchísimos partidos de fútbol con gente que no está de acuerdo con el VAR, con ciertas cosas. Me sorprendió que me lo dijesen en vivo para que se viera mi reacción sin aviso alguno. Normalmente el árbitro está ahí, te lo dicen. Cada uno tendrá su opinión y la penalización no cambia el final, ni lo espectacular que fue el golpe. Si alguien tiene la oportunidad de ir allí a ver lo duros y difíciles que estaban los greenes, ese más que ningún otro. Ninguno de los golpes de mi carrera está cercano a este. La calidad del golpe, del impacto, el resultado, el momento en sí fue único. No me molestó. Lo raro fue la dinámica de cómo lo llevaron.

—Ryan Palmer fue un excelente compañero de partido para su momento histórico, un jugador que no molesta, amable. Quizá otro tipo de rival hubiera buscado sacarle de su terreno.

—Yo voy muy a lo mío. Ryan estaba jugando muy bien y si estaba en ese partido es porque se lo merecía. Me hace gracia que cuando ganamos en Nueva Orleans (el Zurich Classic, por parejas) fue el último torneo en el que dejaron que los greenes murieran porque los iban a cambiar. Y ahora ha sido el siguiente campo en que los van a cambiar y gano yo. Es un escenario muy especial para los dos. Cuando acabamos se notó que él estaba contento por mí al ganar un torneo con una calidad de jugadores muy importante, casi más fuerte que algunos grandes. Jugar tan bien y dominar de esa manera en un casi major me da mucha confianza para el futuro. Me encantó compartirlo con Ryan, un buen amigo con el que he pasado grandes momentos y horas de prácticas.