Que el Barcelona camina por el pesado camino de la reconstrucción es obvio. Los futbolistas no son eternos, qué le vamos a hacer. A veces pienso que hasta les vendría «bien» que Messi se fuese para poder dedicarse exclusivamente a saber qué quieren ser de mayores como equipo.
Este camino ya fue recorrido por la entidad catalana entre 1999 y el 2004. Más o menos. Al equipo llegaron fichajes loquísimos: Litmanen, Overmars, Alfonso, Christanval, Petit, Edgar Davids, Rochemback, Geovanni —por este pagaron más de 20 millones de euros—, Saviola, Andersson, Mendieta, Riquelme o Sorín. Lo mejor de aquella política de fichajes —¿la apuesta era por los jóvenes o por veteranos con experiencia?, ¿nacionales con experiencia en la Liga o talento extranjero?, ¿asociativos o cancheros?, es difícil encontrar un nexo común— fue que entre semejante ensalada crecieron Xavi, Iniesta o Puyol, puede que los tres jugadores más importantes de la historia reciente del club con permiso del 10 argentino.
En el once de jugadores que ayer presentó de inicio el Barça hay algo de aquello. Coutinho es Overmars, Pjanic es Petit o Davids, Matheus Fernandes es Rochemback y, esperemos, que Trincao no sea Geovanni. A Braithwaite es difícil encontrarle un parecido. ¿Es mejor de lo que lo era Alfonso?
Entre ellos afloran jóvenes a los que Koeman dio ayer minutos. Óscar Mingueza fue titular en el puesto de Piqué y estuvo muy bien. Muy, muy bien. Aleñá —que tiene la osadía de portar el 6 en el centro del campo— también jugó de inicio. Riqui Puig, cuestionado constantemente a sus 21 años como lo estuvo Xavi tantos tiempo, jugó su primer partido en Champions. Konrad de la Fuente también tuvo un ratito. Son buenas noticias. Se conviertan en jugadores consagrados o sean flor de un día, esta placa de Petri es necesaria. Y Koeman parece estar asumiendo con valentía lo que le toca. Pensar más en el club y su futuro que en su puesto.
Habría que ver cómo se desenvolverían estos chavales con las gradas llenas. Con miles de ucranianos apretando de esa manera tan hostil que tienen los estadios eslavos. Pero ayer este equipo sin su estrella le dio un buen repaso a un Dinamo de Kiev que claramente bajó los brazos tras verse por detrás en el marcador. Griezmann, por cierto, fue a marcar el día que no estaba Messi.
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