La UEFA y la FIFA tratan de reaccionar mientras la Superliga coge fuerza

Primero, un poco de historia contemporánea del fútbol europeo. En 1992, es un escenario en el que la Recopa comenzaba a agonizar —aguantaría hasta 1999—, la Copa de Europa se reinventó en un formato más moderno y atractivo dando lugar a la actual Liga de Campeones. La UEFA, pero sobre todo los principales equipos del continente, habían encontrado la gallina de los huevos de oro.

Tradicionalmente, la competición enfrentaba únicamente a los campeones de cada Liga. Tenía lógica, pero ante el chorreo de millones que se intuía nadie quería quedarse fuera por mucho que invitar a segundos o terceros pudiese pervertir el espíritu. Por eso, entre 1994 y 1999, la competición pasó de 8 (solo se consideraba Liga de Campeones desde cuartos de final) a 32 participantes. Los subcampeones de Liga fueron invitados a la fiesta. Detrás de esta reforma, como interlocutores no oficiales con la UEFA, estuvieron doce históricos: Manchester United, Liverpool, Bayern, Milan, Juventus, Inter, Borussia de Dortmund, Olympique de Marsella, Oporto y dos equipos españoles: Real Madrid y Barcelona. Un lobi en toda regla formado por los escudos más reconocibles del planeta.

Como meter presión les funcionó una vez, ¿por qué no volver a intentarlo cuando en el año 1998 se habló por primera vez de una Liga cerrada —ajena a la UEFA— entre los mejores equipos de Europa? Su segunda revuelta se saldó con un reparto económico más beneficioso para este grupo (ya eran 14), la ampliación de participantes y la aplicación de los coeficientes, esos que permiten que las grandes ligas cuelen a cuatro representantes cada año en la Champions a costa de las federaciones europeas más humildes.

La UEFA y la FIFA vieron el problema y en los años venideros se cedió todavía más a favor de los intereses de los clubes pero, al menos, lograron reunirlos en el 2008 en un ente con carácter oficial y más controlado. La ECA (Asociación Europea de Clubes). Pero si alguien pensaba que darles un cargo en los organismos del fútbol europeo calmaría las aguas, se equivocaba.

La rueda vuelve a girar

Año 2021. Lo estadios están vacíos por una pandemia mundial y algunos de los grandes clubes del continente arrastran deudas mastodónticas. En este contexto, vuelve a agitarse la bandera de la Superliga. Un caramelo demasiado jugoso. O al menos ondea más, porque la idea lleva años fraguándose sin que nadie sepa muy bien dónde ni de qué forma.

Los mensajes son contradictorios. «Se necesitan nuevas fórmulas que hagan [al fútbol] más competitivo, más emocionante y más fuerte. La reforma no puede esperar», dijo Florentino Pérez, presidente del Real Madrid el pasado diciembre en la asamblea de compromisarios del club. Habló de competencia y emoción, no de dinero. Tal vez fue un despiste.

El pasado jueves, Andrea Agnelli, presidente del Juventus, le llevaba la contraria o, tal vez, ejercía de contrapeso en el clásico juego de roles poli bueno-poli malo. El italiano se posicionaba en contra de una Superliga cerrada de 15 clubes y se alineaba con la UEFA alimentando la idea de reformar la Champions para el 2023. ¿Les suena?

Varapalo a la FIFA

Viendo el panorama, la FIFA lanzó un órdago saliendo al paso a una publicación de The Times que detallaba un escenario avanzado en el diseño financiero de la Superliga. Ningún jugador que participase en una competición no reconocida por ellos podría participar en un Mundial o una Eurocopa. Con mucho que perder, no son pocos los que piensan que la FIFA va de farol —¿tendría éxito una Copa del Mundo en la que no participasen los mejores jugadores del mundo?—. Pero es que más allá de eso, el Sports Business Journal adelanta que el organismo recibirá un revés. «Un nuevo fallo judicial considera ilegal que los órganos de gobierno impidan a clubes y jugadores formar parte de competiciones rivales», adelantaba el medio especializado.

Carlos García Pardo: «Ante los 16 mejores equipos de Europa no hay posibilidades de ganar»

Carlos García Pardo, socio fundador de la empresa Dorna, fue uno de los primeros en explorar la posibilidad de arrancar una Superliga europea. La Golden Cup, impulsada bajo el paraguas de Telefónica, apuntaba a convertirse en una realidad hasta que la marcha de Villalonga aparcó el proyecto. «Fui a visitar al Oporto, al Milán, a la Juve, al United... Todos respondían bien si había financiación. Pero ninguno quería enfrentarse a la UEFA», recuerda. Dos décadas después de aquella experiencia, García Pardo tiene claro por dónde irá el futuro: «En la actual Champions, hay muchos partidos inútiles».

«Ante los 16 equipos más potentes de Europa, no tienes ninguna posibilidad de ganar», opina al tiempo que defiende unas invitaciones fijas para los países más potentes en las principales citas de selecciones: «No tiene ningún sentido que un jugador, que vale 30 millones de euros al año, se lesione jugando contra San Marino».

Elías Martínez: «Es un pulso, la UEFA estaba dando largas a remodelar la Champions»

Elías Martínez es abogado en experto en derecho deportivo y cree que este resurgir de la Superliga europea es, de nuevo, una estrategia de presión. Un farol, vaya. «UEFA estaba dando largas a remodelar la Liga de Campeones. La competición cada vez se ha ampliado más, y al ampliarse el reparto es menor. A mí me parece un pulso», dice mientras recuerda que la propia Unión Europea se ha pronunciado en contra de este proyecto de Superliga por contravenir la filosofía continental de «fútbol para todos». Este boceto de liga de ricos, sería todo lo contrario.

Cree que, por poder, sí cabría la posibilidad de la FIFA cumpliese sus amenazas de excluir a aquellos jugadores que abandonasen las competiciones federadas, aunque le parece un escenario improbable. Martínez se inclina por interpretarlo como una medida de presión para «recortar los plazos» de reforma de la Champions «y que en vez de esperar a una reforma en 2024, sea antes».

Yago Casal: «La FIFA puede amenazar pero es un disparo al pie que no beneficia a nadie»

El abogado Yago Casal, del bufete especializado en derecho deportivo López y Casal, reflexiona: «¿La FIFA puede sancionar a un club que participe en una liga diferente? Desde mi punto de vista no. Pero, como asociación privada, puede usar el argumento perverso de amenazar con que, si se participa en otra competición, los jugadores no podrán jugar el Mundial, que organizan ellos». No obstante, Casal considera que esa postura es más destructiva que constructiva. «Es esa estrategia de tiro al pie que no beneficia a nadie. Al final es un juego de fuerzas. Me extrañaría que la FIFA mantuviese una postura así, organizando un Mundial en el que no están los mejores.», argumenta.

Recuerda cómo en el baloncesto europeo convivieron durante un tiempo la Euroliga con la competición de la FIBA y que se acabó imponiendo la primera por su mejor gestión y su capacidad de generar mayores beneficios.

Lluvia de millones para doblar los actuales ingresos televisivos que reciben de la Liga

Aunque Florentino Pérez no habló de dinero, a nadie que mínimamente entienda la naturaleza de esta lucha de despachos se le escapa que todo va de millones. Y si la FIFA —de forma conjunta con sus federaciones— reaccionó de manera tan contundente y preocupada, fue porque la información publicada por The Times apuntaba cifras e inversores.

El dosier publicado por el medio británico indicaba que el banco de inversión JP Morgan Chase «está en conversaciones» para financiar este proyecto, en el que cada club contaría inicialmente con una inyección de 3.500 millones de euros a repartir entre 20 clubes . Es decir, según estas cuentas, Real Madrid y Barcelona percibirían 350 millones de euros solo por ingresar en la competición. Una cantidad que supone más del doble de lo que culés y merengues recibieron en la temporada 2019-2020 en el torneo doméstico según fuentes de la propia Liga — el Barça llegó a los 165 millones de euros, mientras que el Real Madrid, campeón del torneo, se quedó en 156,2—.

¿Quedarse o no?

¿Abandonarían Real Madrid, Barça y Atlético —los teóricos tres implicados— la Liga española? La Superliga complicaría más el ya abultado calendario. No es algo menor, basta con ver las tensiones que genera la carga de choques entre la ACB y los equipos de Euroliga (un proyecto similar). Cuando las barbas de tu vecino veas cortar... Los grandes equipos ingleses han mostrado públicamente su rechazo a abandonar la Premier. Los españoles, de momento, sestean.