Teoría del centro perdido

Fernando Ónega
Fernando Ónega DESDE LA CORTE

DEPORTES

FERNANDO VILLAR | Efe

21 abr 2021 . Actualizado a las 09:07 h.

A la vista de todas las encuestas que anuncian el declive -y algunas la extinción- de Ciudadanos, Carlos Alsina me preguntó en la radio si el centro político había existido alguna vez. Recordé un artículo de Julio Llamazares que aseguraba que nadie había muerto gritando «¡Viva el centro!». Y es verdad, pero tampoco nadie ha muerto dando vivas al Partido Popular o a Podemos. Y seguramente sí hubo gentes que murieron en nombre de la moderación, en nombre de la razón, en nombre de la templanza o en nombre de todos los valores que definieron el centrismo a lo largo de la historia. O la centralidad, como ahora dicen los nuevos politólogos.

Alguna vez hemos escrito aquí cómo y cuándo languidecen los partidos políticos. Es, naturalmente, cuando se quedan sin votos. Sin público no hay fuerza política. Y ese público se pierde por la pérdida de encanto, por desengaño o porque se pasa de moda. Y tienen un papel importante las encuestas, como si fuese un círculo vicioso: si no hay falsificación ni intencionalidad en los sondeos, todo comienza en un descenso de votantes, las encuestas lo recogen y producen una imagen de decadencia, que a su vez espanta a otros votantes, y así sucesivamente hasta que el lector de las encuestas llega a la conclusión de que votar a ese partido es tirar el voto. Y esa es la muerte final.

¿Quiero decir que, si no hubiera encuestas, Ciudadanos disfrutaría de una mejor salud política? No lo descarto, pero no es momento de hacer ese tipo de análisis. Quizá sí sea momento de estudiar por qué se produce la gran contradicción: todos los partidos ensalzan sus valores centristas, todos los analistas coinciden en que las elecciones se ganan desde la centralidad. Y, sin embargo, quien representa el centro formal es devorado por sus vecinos ideológicos: UCD fue asesinada por sus propios dirigentes, pero el canibalismo lo practicó el Partido Popular. A Ciudadanos le empieza a ocurrir lo mismo: las primeras actas de defunción fueron escritas por sus propios fundadores. El grueso de los votos se los está llevando el PP, con algunos restos para el PSOE.

Y esto nos lleva a un par de conclusiones. La primera es que el centro existe, pero es una forma de ser, casi un sentimiento que, por tanto, puede considerarse transversal. Y claro: a ver quién convierte un sentimiento o una forma de ser en una organización política. Esa debilidad estructural hace que los índices de fidelidad sean bajos y que todos los demás partidos se consideren con derecho de pesca en ese caladero. La segunda es que, visto dónde desembocan los votos, a lo mejor la querencia de un centrista está en la derecha. Es, por otra parte, lo que el PSOE siempre dijo de UCD. ¡Y cuánto lo siento por los electores de Ciudadanos! Es gente joven, formada, de clase media, de interesante nivel intelectual y económico. Necesita tener su propia representación.