Djokovic elimina a Nadal en un duelo sublime en Roland Garros

DEPORTES

YOAN VALAT

El serbio jugará la final contra Tsitsipas tras remontar ante el español en una batalla que el gobierno francés permitió disfrutar al público más allá del toque de queda

12 jun 2021 . Actualizado a las 10:19 h.

No hay minutos de tanteo en un partido que alcanza su capítulo número 58, el primero bajo los focos de una pista Philippe-Chatrier iluminada en una sesión nacida vespertina y concluida ya de noche cerrada en París. Por eso el pulso entre Rafa Nadal y Novak Djokovic comienza con la tensión y el ritmo eléctrico de los juegos decisivos. Por delante, más de cuatro horas de tenis entre los dos jugadores más competitivos de las dos últimas décadas (porque lo de Roger Federer es otra historia). La semifinal ofrece el esperado intercambio de sopapos desde el fondo de la pista, medido por el lógico juego de precauciones que exige la tierra batida, pero también regala un repertorio de dejadas, voleas, globos y remates en una batalla que tiene mucho de táctica y psicológica. El combate lo inclina por detalles el serbio, quien gana por 3-6, 6-3, 7-6 (4) y 6-2 y mañana jugará por su segundo título de Roland Garros, su decimonoveno grand slam, con lo que se quedaría a uno del récord del español y el suizo. Enfrente tendrá al ganador del otro cruce generacional, el de los emergentes, si a dos jugadores como Alexander Zverev y Stefanos Tsitsipas se les puede colgar todavía esa etiqueta. Ganó el griego por 6-3, 6-3, 4-6, 4-6 y 6-3 un partido que tenía encarrilado y al que tuvo que agarrarse otra vez en el quinto set.

Nadal entra en su pista como un ciclón y tira hasta de un servicio afilado en los instantes más oportunos. Un ace le rescata del break en el primer juego y, en general, saca con la potencia de un especialista. Se sitúa con 5-0 a su favor en un suspiro gracias a un festival que incluye golpes de espaldas que se convierten en globos al fondo de la pista, antes de cerrar el 6-3 inicial con el encuentro ya más parejo.

Djokovic se alivia así del recuerdo de una de las mayores palizas que ha recibido en una pista de tenis, la del Roland Garros otoñal del 2020; y, ya algo más desatado tras el sofocón inicial, gana un segundo set en el que el español alterna errores propios del ritmo al que le somete el rival con dejadas antológicas y derechas con extrañísimas trayectorias cuando tapa su revés. Por eso, pese a que el marcador ahora le sonríe, Djokovic niega con la cabeza, sin terminar de creerse lo que es capaz de hacer Nadal en la pista donde consigue lo imposible desde el año 2005.

A medida que avanza el partido, en un combate que se define por detalles, influyen también las condiciones y la confianza: este Roland Garros nocturno mitiga el bote saltarín de la bola de Nadal calentada por el sol. El serbio va siempre un paso por delante en un tercer set salpicado de breaks, cuando ya no importa tanto quién saca sino quién empieza a imponerse al cansancio. Grita uno, grita el otro. Cada punto, con las gradas medio vacías por el protocolo de la pandemia, se celebra como una victoria.

Sobre el alambre del tercer set, Nadal es fuego y es hielo: caliente para levantarse con garra de los breaks que va enlazando el rival, templado para elegir casi siempre la mejor opción. Así levanta un marcador varias veces adverso. Pero no le llega ante un rival que tira una y otra vez sus bolas sobre la línea. El español abre con una doble falta el tie break. Mal asunto. El desempate termina con Djokovic reforzado, llevándose el índice al oído, pidiendo más decibelios al público antes de que se marche por el toque de queda. Un desalojo que no llega a producirse por la excepción dictada por el gobierno francés. El tenis no se para. No al menos semejante espectáculo para llevarse a dormir a unos cientos de espectadores. Así que la grada jalea ahora a Emmanuel Macron. Insólito.

Nadal abre el cuarto set empeñado en creer en la remontada. Pero su bola cada vez bota más corta ante un rival inabordable. El serbio, tantas veces encogido por su peor rival en la tierra batida de París, se toma esta vez su revancha. En un partido superlativo en el que también ganó, otra vez, el tenis.