Mal haría la selección española en autoafirmarse después de una goleada como la conseguida contra Eslovaquia, un rival de tercera fila. Gran parte de las incertidumbres alrededor del equipo continúan en el mismo punto que después del triste debut contra Suecia o el pobre 1-1 frente a Polonia. Porque no habrá partidos tan sencillos como el de este miércoles en lo que queda de Eurocopa, ni tantos regalos que alfombren una tarde tan sencilla como la del 5-0. Hasta la prolongación del primer tiempo, en 225 minutos de campeonato, España había fallado dos penaltis, había marcado un gol gracias a un error de un rival y había anotado otro por una pifia estrambótica del portero de Eslovaquia. Nada bueno anunciaba este equipo hasta entonces, aunque enfrentarse ahora a conjuntos de primer nivel, despojada de tantas responsabilidades a la hora de llevar el peso del juego, pueda propiciar un vuelco radical en su rendimiento. Porque, además, en un torneo tan corto, un golpe de suerte le puede impulsar hacia las últimas rondas.
Luis Enrique decidió ir a la Eurocopa con una lista personalísima. Purgó a Iago Aspas, prescindió de la jerarquía de Sergio Ramos, llamó a un grueso de jugadores secundarios en equipos potentes o protagonistas en conjuntos meritorios e incluyó, también, a varios futbolistas de peso o a los que se intuye un futuro brillante. Decidió ganar o morir con sus ideas. Por ahora sobrevive, aunque la engañosa goleada ante Eslovaquia, que aportó una colección de despropósitos impropia de una Eurocopa, puede respaldar a un vestuario tierno como el suyo.
Ganó España en La Cartuja a la selección número 36 del ránking de la FIFA. Contra rivales menores a la selección se le da bien la posesión, los pases inocuos y volcar balones al área... Pero todavía está por ver su capacidad para todo lo demás.