Sandra Sánchez: «Sería un triplete chulo ganar este año el Europeo, el Mundial y los Juegos»

Paulo Alonso Lois
Paulo Alonso ENVIADO ESPECIAL TOKIO

DEPORTES

PAULO ALONSO


Bromista y extrovertida fuera del tatami, se transforma en competición: «Si me veo en una kata, es como Dr. Jekyll y Mr. Hyde»

07 ago 2021 . Actualizado a las 10:00 h.

Un día después de convertirse en campeona olímpica de kárate en kata en el Nippon Budokan, el templo de las artes marciales en Japón, un octógono precioso en pleno parque Kitanomaru de Tokio, Sandra Sánchez (Talavera de la Reina, 1991) quiere más. Ya piensa en el Mundial de dentro de tres meses y en el triplete en este 2021. Todavía no sabe que el domingo será abanderada de España cuando atiende a La Voz. «Lo poco que he dormido, solo dos horitas, he dormido con la medalla en la almohada conmigo. No sé el sitio dónde la colocaré en casa, pero sí quiero que esté con una foto de Jesús [del Moral, su marido y entrenador] y mía en uno de los abrazos porque la hemos ganado los dos juntos».

—Su oro lo tiene todo: en kárate, en el Budokan, templo de las artes marciales de Tokio, contra una japonesa, en la primera final olímpica de kárate...

—Ha sido la situación perfecta por todo eso y porque, además, era el día de nuestro aniversario, el día 5, para un ciclo olímpico de 5 años... Eran muchas cosas especiales que harán el día inolvidable seguro.

—Esos condicionantes añadían dificultad al oro.

—Sabía que tenía muchos factores en contra, que la gente creía que podía y al mismo tiempo que estábamos en Japón y que eso podía influir. Pero a pesar de esas circunstancias yo también confiaba mucho en el trabajo que Jesús había hecho con nosotros. Salí al tatami a emocionar a la gente cuando viera mi kata, sin importar el resultado. Lo que quería es que mi kata fuera bonita, perfecta, y que emocionase. Y que eso valiera el resultado que valiera la medalla que tendría que valer.

Lo que quería es que mi kata fuera bonita, perfecta, y que emocionase. Y que eso valiera el resultado que valiera la medalla que tendría que valer.

—En los últimos años su medalla olímpica se dio como segura. ¿Cómo gestionó esa situación?

—Claro que lo escuchas. Y me gusta, no lo voy a negar. Significa también que la gente cree que tu kárate es suficientemente bueno para ganar una medalla olímpica. Me hace creer en mí misma, me da incluso seguridad, significa que estamos haciendo las cosas bien, y a por más.

—¿Cómo trabaja esa presión?

—Creo que cuanto más entrenas, más confianza tienes; si te lo sabes bien, como en un examen, te pones menos nerviosa. He pasado muchos momentos y sigo teniendo nervios, pero te vas dando cuenta de que, cuanto más segura estás de tu trabajo, cuando sales al tatami mejor sabes gestionarlo todo.

—Los Juegos son un escaparate enorme, pero su éxito ha dado a la kata, para el gran público, mucha visibilidad. Quizá ayude a no ver el la kata como un kárate de segunda.

—Sí, la exposición que tenemos gracias a los Juegos es increíble y creo que lo que hemos transmitirlo es bueno. La gente se ha quedado con unos valores, con un respeto. Ese algo que hay en el tatami cuando salimos a hacer los katas. Si eso significa que hay gente en su casa viendo, escuchando o leyendo algo y piensa ‘me gusta el kárate, me voy a apuntar, o voy a apuntar a mi hijo a kárate, pues ya hemos consiguiendo algo grande.

—¿Y da la kata respecto al kumité?

—Es que yo nunca he visto la diferencia. Sé que siempre hay esas bromas entre las katas y el kumité, pero esto también ayuda a entender el kárate como algo global, no hay kárate sin katas ni kárate sin kumité.

—¿Cómo gestiona que usted y su entrenador sean también pareja, algo a priori tan complicado?

—Lo llevamos mucho mejor de lo que la gente pueda imaginar, de verdad. Al entrenar en kárate hay muchísimo respeto. Una clase se hace en silencio, no hay bromas, no se habla. Como entreno seis o siete horas diarias yo no hablo casi con Jesús, no es Jesús mi pareja, es Jesús el sensei, mi maestro, mi entrenador. Cuando termina eso, quiero recuperar a Jesús mi colega, mi amigo, mi pareja. Llevo siete horas sin hacerle ninguna broma, ningún chiste. Al final no siento que pase 24 horas con él.

—¿Pero entiende que los demás lo vean complicado?

—Sí, lo Sí, puedo entender, que la gente piense eso. Pero hemos sabido encontrar el equilibrio muy bien y cuando salgo de entrenar no me llevo lo que me ha hecho hacer y el cabreo que me pillo cuando ya no puedo más. Es al revés, es otro Jesús y empieza otra cosa diferente, y eso es lo que nos ayuda a llevarlo de una forma tan natural.

—¿Sigue alguna rutina especial antes de competir para conseguir luego semejante concentración?

—No tengo nada imprescindible que deba hacer a rajatabla. Hago mi calentamiento y mis katas, pero al ir a competir me meto en mi mundo, tan dentro, y ya está. Focalizo toda mi atención, mi energía, mi mala leche, en salir al tatami y me dejo llevar por esos sentimientos.

—Ahora al irse de Tokio irán a la ciudad japonesa de Fujinomiya, a agradecerles su hospitalidad que tuvieron durante sus concentraciones allí y ofrecerles la medalla.

—Sí, si. Desde hace cuatro años tenemos un acuerdo con ellos y estamos yendo todos los veranos a entrenar. Nos han tratado de una manera espectacular. Hemos ido los 10 días antes de entrar a la villa para hacer la adaptación al tiempo y la hora. Se merecen que ahora compartamos esa medalla con ellos. Salimos de la villa, estamos allí dos días y ya volvemos a España para ver a la familia.

—Hace unos años, tuvo que llegar a pagarse viajes de su bolsillo para competir fuera.

—Sí. Antes de entrar en la selección nacional, hasta que en el 2015 gané el Campeonato de España y empecé a ir al primer Europeo con la selección nacional, yo competía por mi cuenta. Todo lo que quisiera hacer, ir al Open de París, al de Dubái, era con esa huchita, ahorrando, con mis clases de kárate, y conseguí ir mejorando ese nivel, viajar a Japón, entrenar, absorber conocimientos para cuando llegara ese momento que pudiera viajar con el equipo nacional y no dependiera todo de mí.

—Lo inmediato es llegar a casa y descansar

—Sí. Lo principal es ver a la familia, a la gente, compartir esto con todos los que lo han sufrido conmigo. Unos días de desconexión, pero aún no tenemos sitio, sino parar en un sitio, en otro y dejarnos llevar y encontrar lugares mágicos por ahí. Y pronto empezamos a entrenar porque el Mundial es dentro de tres meses y queremos estar ahí.

—Aunque no haya Juegos, porque el kárate desaparece otra vez del programa en París 2024, no tiene fecha para parar, a sus 39 años. ¿Qué planes tiene?

—No hago planes a futuro, sino para el Mundial, que es dentro de tres meses. Seria un triplete chulo ganar este año el Europeo, el Mundial y los Juegos. Y después es cuando me dejaré llevar y no quiero mirar muy a largo plazo, sino hacia mañana.

—Se le ve siempre en público sonriente, alegre, simpática, riendo... Y cuando compite, lógicamente se transforma. ¿Cómo se ve luego en los vídeos?

—Si me veo haciendo el kata, es como Dr. Jekyll y Mr. Hyde, pero soy yo misma, me veo a mí misma. Sé que tengo eso dentro, y sé que lo saco. También sé que se termina, saludo y sale la sonrisilla y eso.

—Sus resultados y los de Damián Quintero, plata en Tokio, parecen un milagro.

—El milagro de Jesús [del Moral, su entrenador]. Siempre digo que somos el resultado de su esfuerzo. De toda la planificación increíble que ha hecho con nosotros para sacar lo mejor de nosotros. Y tiene dos medallas olímpicas. Casi nada.