Paquito y Blanca Fernández Ochoa: dos medallas para la historia

DEPORTES

Familia Fernández Ochoa

Se cumplen 50 años del oro del mayor de los Fernández Ochoa y 30 de la primera medalla olímpica femenina española, un bronce

13 feb 2022 . Actualizado a las 19:45 h.

Las agujas del reloj marcan las seis de la madrugada. España duerme. Pero en la Escuela de Esquí de Navacerrada, un teléfono despierta a la familia que la habita. Todavía no lo saben pero, a algo más de 10.000 kilómetros del pueblo de la sierra madrileña, el hijo mayor ha alcanzado un hito. El 13 de febrero de 1972 acaba de quedar marcado en letras de oro en la historia del deporte español. «Nos despertó un amigo, que es periodista, y estaba en Japón. Nos llamó diciendo que Paco era campeón. ¡Con qué felicidad vivimos ese día!», relata con una sonrisa Jesús Fernández Ochoa, el tercero de los hermanos de la familia.

Pero toda gran historia tiene un comienzo duro. Y esta no iba a ser menos. De padre panadero y madre cocinera, la humilde familia Fernández Ochoa se acercó al esquí «un poco a la fuerza». Por trabajo del progenitor cambiaron la capital por la sierra. Los inviernos en la montaña son difíciles. Los hermanos comenzaron a usar los esquís para ir a la escuela. Era su medio de transporte. «El colegio estaba en la estación. Bajábamos esquiando, y luego nuestro padre nos recogía en un trineo para la harina tirado por un caballo. Parece bucólico, pero entonces era la única manera para ir a clase», comenta Jesús Fernández. Una infancia que, durante dos meses al año, pasaban haciendo iglús o subidos a un trineo, «esos eran nuestros juegos».

Un pasatiempo que la familia terminó haciendo su santo y seña. Gracias a su madre (que ya «esquiaba en los años 40 con falda») y a su tío materno, este deporte invernal se fue inculcando a la familia. «Mi tío, de hecho, le hizo a mi hermano (Paco) unos esquís con madera de roble». Los primeros esquís del campeón

Paco Fernández Ochoa accedió al equipo nacional con 15 años. Tan joven, dejaba atrás al equipo sénior. Como si no costase esfuerzo. La promesa ya comenzaba a forjarse. La escuela de esquí cambiaba en verano a lo que, hoy en día, sería una residencia de alto rendimiento. Situada a 1.800 metros, era un lugar perfecto para hacer un entrenamiento más efectivo. En 30 habitaciones, se hospedaron el equipo nacional de esgrima, baloncesto y ciclismo. Como uno más, Paquito se ejercitó pensando ya en los Juegos Olímpicos. Pero no en los de Sapporo. «Se entrenó haciendo bicicleta, haciendo de todo, pero nunca pensando que iba a ganar. Se estaba preparando para las siguientes olimpiadas», afirma el tercero de los hermanos.

Pero lo cierto es que el mayor del clan llegaba en un momento de forma espléndido. Y, con una cabeza tan privilegiada como la suya, y un alma de ganador, rompió todos los esquemas. Porque ganó mucho antes de lo que se pensaba. Porque, con 19 años, hizo historia. Nada más y nada menos que la primera medalla que tenía España en unos Juegos Olímpicos de Invierno. Dejó a Gustav Thöni, uno de los mitos del esquí, atrás. Se tuvo que conformar con la plata, porque el oro tenía dueño: Paquito. Este domingo se cumplen 50 años.

Familia Fernández Ochoa

Descendió con un ímpetu de campeón. Y, antes de saber siquiera su tiempo, ya celebró aquel triunfo. Una imagen que ya forma parte de la historia deportiva nacional. «Yo creo que ganaba las carreras en la salida. Antes de salir miraba a los contrincantes como diciendo ‘no tienes nada que hacer'. Tenía algo especial», cuenta entre risas Jesús.

Amanecían en el hogar familiar con una fiesta. Una celebración que terminó, como no podía ser de otro modo, en la nieve y en una nube de emociones. «Ángel Nieto se presentó en mi casa para felicitar a mis padres. Y al poco tiempo llamaron Severiano Ballesteros y Santana», recuerda Jesús. Tres figuras contemporáneas de Francisco con las que, ahora, se le compara al esquiador. Cambiaron el deporte en España, marcaron una época.

Pero la fiesta de verdad llegó cuando Paquito puso un pie en Barajas. «Nos fuimos todo el pueblo, éramos muchísima gente en una caravana de coches hacia el aeropuerto. Le esperamos al pie del avión y le trasladamos al edificio en hombros. No recuerdo quién le llevaba… ¡pero sí que todos intentábamos llevarle!», relata el hermano. A partir de ahí, los homenajes se sucedieron. Y la vida cambió para la familia Fernández Ochoa. 

«Nos marcó a todos. En algunos casos de forma muy positiva y, en otros, un poco negativa, como a Blanca», reconoce Jesús. Siguiendo la estela del hermano mayor, la esquiadora estuvo a la sombra. «Paco tenía una estrella, y Blanca logró todo a base de esfuerzo. Por supuesto tenía unas habilidades físicas tremendas, pero le faltaba la estrellita», afirma.

Familia Fernández Ochoa

Blanca: un éxito logrado a base de esfuerzo

Esperando que semejante talento fuera en los genes, la Federación becó a varios hermanos para que fuesen a un colegio en Vielha (Valle de Arán). Blanca, con 9 años, comenzó a ejercer de madre para Lola y Luis, los más pequeños. Entrenamientos por las mañanas, y estudio por la tarde. Sin descanso posible, se quedaban en el colegio todo el año. «Blanca contaba que era muy duro. Ella era muy buena, y ganaba a todas. Era la que más destacaba, y la odiada por todos los compañeros. Lo pasó fatal la pobre…», subraya Jesús.

A base de esfuerzo, sudor y muchas lágrimas, Blanca Fernández Ochoa se hizo un nombre. «Se tiraba horas y horas entrenando. Hasta que no le salía lo que quería hacer, no lo dejaba. Y sufría muchísimo por el frío», expone. Y es que la deportista padecía la enfermedad de Raynaud, un trastorno de los vasos sanguíneos que se exacerba con el frío. Pero la constancia y el trabajo la llevaron muy alto. Para los Juegos Olímpicos de Calgary, su hermano Juan Manuel se convirtió en su entrenador. La madrileña estaba en su mejor momento. Firmó una primera manga espectacular, muy por encima de sus rivales. Pero una caída terminó con sus posibilidades. «Si hubiera sido un poquito más conservadora, hubiera arrasado. Pero en unos Juegos, o vas a por todas, o no vas», concluye Jesús.

Blanca sintió que había defraudado a Paco. Pero lo que había hecho era demostrar su valía ante las compañeras y el mundo. «Sufrimos por ella, no sabes la admiración que le tenían por donde iba…», explica su hermano, recordando la cara de desesperación de la deportista al terminar la carrera. Sin embargo, la historia le tenía guardado un mejor final.

Familia Fernández Ochoa

Siendo la mayor del circuito del mundo, Blanca se plantó en Albertville buscando resarcirse. Los hermanos pusieron rumbo a los Alpes franceses para demostrarle su apoyo. «Estábamos todos en la meta con banderas, y nos dijeron que no podíamos entrar en esa zona. ¿Cómo no íbamos a poder animar a nuestra hermana? Nos lo saltamos, y fue una auténtica felicidad. ¡Fue apoteósico!», rememora Jesús. Ni la edad, ni los miedos del pasado. Nada. Nada pudo parar a la esquiadora en sus descensos. Blanca Fernández Ochoa se llevó el bronce pero, para sus hermanos y el resto del país, no había más medallas en el podio. Un bronce que supo a oro.

«Estaba feliz, exultante. Mi hermano Paco, igual. No se lo podía creer. Se lo ganó con muchísimo trabajo», cuenta Jesús. Y no fue para menos. Blanca acababa de convertirse en la primera mujer en lograr una medalla olímpica para España. Muchísimo sufrimiento que, por fin, veía recompensado. «Blanca renunció a tantas cosas… Empezó en el colegio de Vielha con 8 años y, hasta los 28 que consiguió la medalla, pasaron 20 años sin amigos, sin familia, sin nada… es muy duro», expone.

Estrella y esfuerzo. Con estas palabras Jesús define a sus hermanos, Paco y Blanca, respectivamente. Si algo está claro es que ambos lograron romper los estereotipos. Fueron capaces de tirar abajo las puertas de la historia. A día de hoy, no se concibe el deporte español sin ambas figuras. Dos hermanos que han grabado sus nombres con letras doradas. Dos hermanos eternos.

Seis de los ocho hermanos participaron en unos Juegos

La familia Fernández Ochoa lleva el esquí en la sangre. Paquito y Blanca pudieron ser los más reconocidos, pero desde luego no fueron los únicos hermanos que despuntaron descendiendo pistas. Juan Manuel, Ricardo, Dolores y Luis también acudieron a los Juegos Olímpicos. José María y Jesús optaron por no competir y alejarse un poco del esquí. «Yo no soy competitivo, y mi hermano, menos», reconoce Jesús. De hecho, en Sarajevo 1984, los hermanos establecieron un récord. «Es la única familia que tuvo cinco miembros en unas mismas Olimpiadas», concluye.