El PGA Tour sofoca la fuga de superestrellas a la liga saudí

d. a. barro

DEPORTES

CAROLINE BREHMAN

La mayoría de los diez mejores jugadores del mundo declaran su fidelidad al circuito

23 feb 2022 . Actualizado a las 19:56 h.

La Superliga Saudí de Golf, antes de que se conozca al detalle en qué consiste, nace tocada. El misterio, la polémica y la notoriedad acompañaron los últimos meses de gestiones discretas para que el proyecto de Saudí Golf sedujese a las principales superestrellas para que relegasen sus calendarios tradicionales y desembarcasen en Oriente Medio. Los últimos días certificaron el rechazo de los más grandes reclamos de este deporte, Jon Rahm, Dustin Johnson, Collin Morikawa, Justin Thomas, Jordan Spieth, Brooks Koepka... Se unen a las voces ya muy críticas con el proyecto desde hace semanas, como las de Rory McIrloy, presidente del Comité de Jugadores del PGA Tour desde el año pasado,

La mayoría de jugadores del top 10 mundial han declarado ya su fidelidad el PGA Tour, el circuito americano, la gran industria del golf durante las últimas décadas. Con lo que el proyecto de LIV Golf Investments, apadrinado por Greg Normal, el australiano que ganó dos veces el Open Británico y lideró el ránking mundial, ahora con 67 años, se tambalea. En los últimos meses, la organización volcó sus esfuerzos en convencer a los agentes de las principales figuras, para diseñar un circuito muy exclusivo y con unos premios tan escandalosos que apartasen a las estrellas de eventos con mayor solera. En el bando de los convencidos figuraban Lee Westwood, Henrik Stenson, Adam Scott y Ian Poulter. Y en el de los arrepentidos, después de haber mantenido conversaciones para jugar la Superliga, destaca Bryson DeChambeau.

Pero en las últimas semanas las auténticas superestrellas dieron la espalda al proyecto. Rahm habló incluso de que no juega por dinero. «Declaro oficialmente mi lealtad al PGA Tour (...). Se ha hablado mucho y se ha especulado sobre la Superliga saudí. Simplemente no es algo que piense que sea lo mejor para mí y mi futuro, y creo que el mejor legado que puedo lograr será con el PGA Tour. No juego por el dinero, que es la única razón para ir allí. Te lanzan números y creen que te impresionan. Yo juego por el amor al golf y para convertirme en un campeón», indicó al tiempo que recordó el legado y la tradición como una de sus motivaciones como deportista.

La propia PGA difundió el comunicado de Dustin Johnson, quien, como otros jugadores, había mantenido una medida ambigüedad sobre el proyecto saudí, y disputó cuatro veces el principal torneo del país. «Estoy completamente comprometido con el PGA Tour y agradecido de poder formar parte del mejor circuito del mundo por todo lo que nos ha dado a mí y a mi familia».

«Creo que esto es el final. ¿Quién queda¿ ¿Quién ha dicho que se va a ir? Me temo que no hay nadie. En mi opinión es una vía muerta. Simplemente, no veo a nadie que pueda sumarse ahora mismo a ese proyecto», espetó McIlroy el domingo, después de la reciente desbandada.

Tiger Woods

¿Y Tiger Woods? Pese a sus 46 años y sus problemas físicos, todavía sin fecha de reaparición, representa el gran reclamo del golf en los últimos 25 años. Y, con el poso que le da su experiencia, se decantó por realizar mejoras en el PGA Tour y pidió algo de mesura: «Lleguen a un acuerdo y saldremos ganando todos».

Nada que ver con las declaraciones de Phil Mickelson, en una entrevista al periodista Alan Shipnuck para su biografía no autorizada. «[Los saudíes] son unos hijos de puta con los que da miedo involucrarse. Sabemos que mataron a [el periodista Jamal] Khashoggi y que tienen un historial horrible en materia de derechos humanos. Allí ejecutan a gente por ser gay. Sabiendo todo esto, ¿por qué iba a considerarlo? Porque esta es una oportunidad única para remodelar el funcionamiento del PGA Tour, que es una dictadura que utiliza el divide y vencerás porque saben que los intereses de los jugadores top no son los mismos que del resto».

Es decir, para Mickelson la Superliga, de la que abomina en privado, supone una herramienta de presión para cambiar algunas de las obsoletas estructuras y normas del PGA Tour. «No tengo ni idea de por qué ha quedado todo resuelto esta semana, pero los responsables de este proyecto han promovido más humo que otras cosas. Han difundido rumores y han tratado de enfrentar a unos jugadores con otros», razona McIlroy. El reparto del dinero está en el centro del debate, pero no solo eso. Sino la forma de vender el golf, los formatos de competición, hacerlos más atractivos para las audiencias televisivas, en la línea de algunos torneos de exhibición paralelos. «Quizá podamos cambiar eso de jugar cada semana torneos en formato de 72 hoyos», entiende el ex número uno mundial. Mientras, las especulaciones se centran en cuándo y qué anunciará la Superliga. Un proyecto que nace tocado, pero al que la inyección de petrodólares puede resucitar.