El imprevisto que tumbó a Unai Emery

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PETER POWELL | EFE

El Villarreal sostuvo el plan de su técnico hasta que un rebote lo dejó sin un discurso que está obligado a cambiar en la vuelta

28 abr 2022 . Actualizado a las 08:52 h.

Cuando estudiaba para técnico en Ferrol y se examinaba en Santiago, Unai Emery ya estaba obsesionado con el orden, con controlar los detalles, con que en los partidos sucediera solo aquello que había previsto. En Anfield se plantó así, convencido de que dejar al Liverpool sin espacios era dejarlo sin partido. En plena resaca de otra semifinal resuelta a base de metralla, Emery se empeñó en que en esta no pasara nada. En secar la pólvora a base de acumular piernas. El guion le funcionó poco más de medio tiempo. Hasta que un centro de Henderson tropezó en Estupiñán y se deslizó por la mano de Rulli. Al plan lo mató un imprevisto.

Emery perdió el control, una de sus tres reglas. La comunicación y la psicología, las otras dos, fallaron después. Sin levantarse del golpe, Mané encontró un escondrijo en el área, al filo del fuera de juego, para entregarle a Klopp el cuaderno del partido. Brillantes Thiago, Fabinho y Alexander-Arnold.

A Emery le gusta hablar por teléfono, jugar a las cartas y al pádel, y meterse en cama con un pijama de cuadros. Lo contó en su biografía, en la que se empeñó en distinguir entre las manías y las supersticiones. Aunque la divisoria resulte tantas veces difusa. Unai se pasó toda una temporada, la 2007-08, llevando la misma sudadera para entrenar. Se supone que tenía una buena secadora. En Almería, repitió traje en todos los partidos. Cuando dirigía al Lorca como local, se marchaba antes de jugar a comprarle el cupón de la ONCE al mismo vendedor. Antes de los partidos se toma un café solo. Unai no soporta la compañía en los minutos previos. Eso sí, «las supersticiones son un síntoma de debilidad», sostiene. Cuestión de matices.

La final pendiente

El idilio de Emery con las semifinales europeas no está en ese libro, quizá porque tenía capítulos pendientes. Hasta esta, el vasco había dirigido otras seis. Solo se quedó en la cuneta en la primera, con el Valencia. En las cinco siguientes —tres con el Sevilla, una con el Arsenal y otra en Villarreal— eligió traje para la final. Unai tiene un idilio con la Liga Europa —ha levantado cuatro títulos— pero la de Campeones solo le había dado disgustos hasta ahora. Nunca, ni siquiera con el PSG, había atravesado los octavos de final.

Tras semejante repaso, y sin tirar a puerta, el Villarreal llegará al partido de vuelta, ante un rival muy superior, con un mínimo hilo de vida. Emery necesita convencer a los suyos de otro plan. «Estuve tres temporadas con Unai y no habría soportado una cuarta. Nos ponía tantos vídeos que se me habían acabado las palomitas», contaba con humor Joaquín de la etapa a sus órdenes en el Valencia. Pero si algo ha hecho grande a Emery es la persistencia.