Javier Gómez Noya: «Tengo 39 años y me veo con margen de mejora en ironman»

DEPORTES

Sandra Alonso

El triatleta ferrolano traza su plan para el resto del 2022, con el Mundial de Kona como objetivo, explica sus nuevos métodos de entrenamiento y no ve cerca la retirada

18 may 2022 . Actualizado a las 09:00 h.

En cuanto terminaron los Juegos de Tokio,  (Lausana, 1983) cambió «casi de deporte», al dar por finiquitado el mejor palmarés de todos los tiempos en la distancia olímpica (1,5 kilómetros a nado, 40 en bici y 10 a pie) para dedicarse en exclusiva la extenuante prueba del ironman (3,8, 180 y 42,1 en cada uno de los tres sectores del triatlón). Apenas pisó su casa, cambió de entrenador, añadió renuncias a una rutina anterior de 20 años ya de constantes sacrificios. Y unos días de viajar al Mundial de la mítica distancia, que recuperaba la edición del 2021 y esta vez se disputaba el 7 de mayo en St. George (Utah) por el aplazamiento por el covid, cayó enfermo de coronavirus. Un palo físico y anímico del que todavía se repone. «Cuando volví a entrenar, estaba muy fastidiado. Al subirme a la bici, era como si el día anterior hubiese hecho pesas. Me dolían los músculos, la zona del Aquiles, todo... Ahora ya puedo entrenar casi normal, pero no muy fuerte», explica el triatleta, que este martes participó en la Carreira Camiño das Letras, una cita de 15 kilómetros entre el Pico Sacro y el Gaiás, como embajador de Ternera Gallega.

—Ausente en St. George, ¿cuál es ahora su plan?

—Intentaré hacer un ironman en julio o como muy tarde en agosto, pero aún no sé cuál, según vayan mis entrenamientos. Al haber faltado en St. George, necesito disputar uno para clasificarme para el Mundial en Kona, [en Hawái, el 8 de octubre].

—Perderse el Mundial de St. George, en una distancia en la que se compite tan poco, es un palo añadido.

—Sí. Todos los años hago sacrificios pero este año estaba muy centrado. Gané en enero el [medio ironman] 70.3 de Pucón, en Chile, y ya no volví a casa. Estuve entre Mallorca y Sierra Nevada, combinando concentraciones en altitud muy justas. Un domingo, [el 17 de abril], terminé un bloque muy duro de entrenamiento, y al día siguiente me puse mal, antes de ir de Sierra Nevada a Madrid para atender un par de compromisos antes de viajar a Estados Unidos. Pero tuve que irme a casa en coche y me quedé diez días bastante mal. Es muy frustrante. Llevaba muy buena preparación y en ironman compites poco. Si no estás listo el día justo, duele mucho.

— Ha dicho que hace un entrenamiento muy distinto al que realizó en el 2018 para el ironman. Le aconseja ahora Dan Plews, ¿en qué ha cambiado su trabajo?

—Hago una preparación más específica de larga distancia, en progresión durante muchos meses, con mucho trabajo específico en bici sobre la cabra para llegar a ser eficaz y consistente durante 180 kilómetros. En cambio, bajamos intensidad nadando y corriendo, aunque estaba haciendo tiradas muy largas y muscularmente me encontraba bastante bien. Quitamos tiempo a la piscina para dedicar a la bici y a los entrenamientos específicos de carrera.

—En octubre llegará con una única experiencia en un Mundial de ironman, la del 2018, cuando hizo un paréntesis en la distancia olímpica. ¿Lo ve limitante?

—Creo que no. La diferencia abismal está entre tener una experiencia en el ironman de Kona, con las condiciones especiales de calor y humedad que hay allí, y no tener ninguna. Gestionando la carrera de otra forma, en el 2018 habría tenido un mejor resultado, porque estuve en cabeza hasta que el cuerpo dijo basta. Nadé delante y ahí estuve hasta el kilómetro 150 de bici. Ahora sé los vatios que tengo que mover para estar con los mejores, la importancia de la alimentación y no perder ningún avituallamiento... Vi la dureza de ese ironman, cómo se complica todo a partir del kilómetro 100 en bici, con el viento, el calor, la deshidratación... Lo pagué corriendo, pero ese es uno de mis puntos fuertes. Había hecho antes otros dos ironman, pero no en Hawái, y ahora sé a qué me enfrento.

—En el 2019 dejó el ironman y volvió a la distancia olímpica, pero no subió al podio en Tokio y se perdió años de experiencia en ironman. Ahora es fácil verlo a toro pasado. ¿Se arrepiente de los cambios de distancia?

—Si supiese que iba a tener un mal resultado en los Juegos, lo más inteligente habría sido seguir en larga distancia para tener experiencia y hacerlo mejor. Pero no me arrepiento porque hice lo que me apetecía. Tenía la ilusión de hacerlo bien en Japón y tenía capacidad para ello. Tuve podios en las Series Mundiales y, por los entrenamientos, creo que tenía capacidad para hacerlo, aunque no saliese al final. Quizá después de no poder ir a los Juegos de Río en el 2016 lo más normal era hacer varios años de larga distancia y ganar experiencia, pero me apetecía otra cosa. Vivo el presente y mi cuerpo responde a entrenamientos en bici y corriendo más largos de los que hice nunca. Eso me anima a conseguir un buen resultado; y si lo consigo, será genial, y si no, no pasará nada. Sigo adelante, no me retiro y puedo demostrar cosas. Tengo 39 años y me veo con margen de mejora en ironman porque en larga distancia competí poco.

—Su objetivo es ganar el Mundial de Kona en octubre.

—Sí, sí. Intento prepararme para estar con los mejores. No sabes si lo conseguirás, pero por los números que tenía, creo que tenía mis opciones en St. George. Es complejo porque un error en el ritmo, la alimentación o los esfuerzos a destiempo te puede costar la carrera.

—Pero entrena para eso, para ganar en Kona.

—Es mi ilusión. La espina que tengo clavada de mi experiencia allí en el 2018 (fue undécimo) no fue por no ganar, sino por no hacer mi mejor prueba, por no rendir al nivel que podía por no elegir bien el ritmo y por los problemas de alimentación en carrera. Eso es lo que quiero, dar lo mejor y estar delante, no sé si tanto como para ganar.

—Ha tenido muchos contratiempos, la fractura de codo previa a Río 2016, la otitis previa a Tokio 2020, el covid hace unas semanas antes del Mundial de ironman. ¿Le mueven también esas ganas de revancha consigo mismo?

—En cierto modo, sí. Si antes de Río no me hubiese roto el codo y consiguiese un buen resultado, me habría ido a la larga distancia. Pero como no pude, quise demostrarme que era competitivo. Quiero recuperar un buen sabor de boca porque los Juegos no salieron y he tenido momentos de mala suerte, algunos errores míos, el covid pese a cuidarme todo lo que pude... No es que tenga que demostrar nada porque mi palmarés está ahí y estoy más que satisfecho con él. Pero si trabajas tan duro y no lo muestras en competición, te frustras.

—Antes, sin que le preguntara por ello, negó que se vaya a retirar. Tiene 39 años, pero en triatlón aún puede seguir un tiempo.

—Algún día me retiraré. No dependerá de mis ganas, sino de cómo responda el cuerpo. Siempre hay molestias, el cuerpo no se recupera igual. La locura del calendario de la ITU, al competir tan seguido, entrenar cansado, tener jet lag, me castigaba más el cuerpo. Lo bueno de la larga distancia es que el calendario te permite llevar una preparación con más orden, con bloques más largos de entrenamiento y poco a poco. Estos últimos cuatro meses entrené muy bien y el cuerpo respondió. Pero sé que un día no estaré al nivel que me gustaría y me dedicaré al deporte de otra manera.

—El Mundial de distancia olímpica se celebra en Pontevedra en el 2023. Tendría 40 años. ¿Lo contempla como una manera de cerrar un círculo?

—(Ríe). Con eso me marea mucho Carlos [David Prieto, su antiguo entrenador]. Pero correr por correr no me motiva. Sería bonito acabar ahí un ciclo, pero no me lo planteo. Tengo otras ilusiones.