La bomba de humo de Gerard Piqué

DEPORTES

PABLO MORANO | REUTERS

04 nov 2022 . Actualizado a las 08:08 h.

De Piqué, que no lo obviemos ha sido uno de los mejores centrales españoles de la historia, lo último interesante que hemos visto sobre un césped es como Busquets le deshacía los nudos de las botas. Koundé llevaba varios minutos acusando problemas físicos, pero Gerard aguardaba el momento en chanclas, sin medias ni espinilleras, como si estuviese en la poltrona de su casa viendo el Mundial de globos. A Piqué hace mucho que el fútbol le pasó por encima. Que se diluyó entre el pulso con la directiva del Barcelona, obcecada en pinchar el descomunal salario que arrastra desde que Bartomeu, un pésimo gestor, le firmara 142 millones por cinco temporadas, y su incansable obsesión por dar la nota.

Piqué ha ganado 36 títulos, entre ellos un Mundial, una Eurocopa y cuatro Champions. No es ninguna broma. Ha sido un central elegante, técnico y resolutivo. Le ha dado al Barcelona 30 trofeos. Y, sin embargo, no se marcha como una leyenda. Se va eclipsado por sí mismo, enredado en esa sociopatía que le convierte por la mañana en adalid del último derecho humano y por la noche le tiene negociando plusvalías con jeques árabes para repartir entre su empresa y su club.

Últimamente, Piqué ha sido más feliz en los negocios y en el espectáculo que alimenta desde su narcisismo infantiloide que jugando al fútbol. Ni en el Barcelona son buenos tiempos, ni las suyas ya condiciones para la élite. En contraste con la profesionalidad de Busquets, Gerard no ha querido dignarse a parecer implicado. Le honra aceptar su momento, vuelven a castigarle sus formas. Se marca una estrafalaria bomba de humo entre la jornada doce y la trece, con partido de Champions por medio, y su equipo a un punto del Madrid. Esperemos que, al menos, se ate las botas esta vez.