Yahya Jabrane, el albañil que hace historia al jugar con Marruecos los mundiales de fútbol y fútbol sala

Iván Antelo REDACCIÓN

DEPORTES

SUHAIB SALEM

De trabajar con la paleta desde niño, a unas semifinales de la Copa del Mundo de Qatar 2022

13 dic 2022 . Actualizado a las 08:08 h.

El Mundial de Catar esconde historias maravillosas. Iguala a estrellas que ocupan portadas y derrochan contratos multimillonarios con futbolistas humildes, con infancias difíciles, que han tenido que trabajar muy duro para sobrevivir dentro y fuera del fútbol. Y en algunos casos ganan incluso estos últimos. Es lo que ocurre, por ejemplo, con Yahya Jabrane (Settat, 1991), veterano pivote del Wydad, que ha podido debutar en la Copa del Mundo de Catar con Marruecos sin haber jugado nunca en una liga competitiva. De hecho, trabajaba de albañil hasta no hace mucho, sin grandes esperanzas de que el balón sirviera para llevar dinero a casa.

De lo que sí puede presumir Jabrane es de haber jugado un Mundial en dos especialidades diferentes. Pocos pueden afirmarlo. Participó en el de fútbol sala en el año 2012, marcando incluso un gol en una fase de grupos en la que jugó contra España; y lo hace ahora sobre el verde de Catar (disputó 8 minutos contra Portugal y 5 ante Canadá). Mañana (20 horas, La 1) se enfrentará a Francia por un puesto en la final. Sería redondear una vida de película.

El arte del «Zellige»

Yahya Jabrane es ahora un ídolo en Marruecos por la hazaña que está perpetrando junto a sus compañeros. Si alguien se lo dice hace justamente dos décadas no se lo creería. Entonces, su vida estaba más bien enfocada a labores más mundanas. En su casa no llegaba el dinero y con 11 años se puso a trabajar en un arte aprendido de sus antepasados: el Zellige. Estos mosaicos hechos con una mezcla de arcilla marroquí y cortados a mano han inundado durante siglos suelos, paredes, fuentes y piscinas del mundo islámico y ahora son también souvenirs de turistas. A Jabrane se le daba particularmente bien, pero no siempre podía dedicarse solo a la confección de estos característicos azulejos, también le tocaba remangarse con otras labores más duras de la albañilería.

En Settat, una pequeña ciudad a 57 kilómetros de Casablanca, lo que se llevaba era el fútbol sala y ahí se apuntó, a pesar de que su envergadura desafinaba con el patrón característico de la especialidad. Ascendió al club de su localidad a Primera. Apuntaba maneras, a pesar de jugar gratis mientras la albañilería le daba de comer. Pero su equipo acabó desapareciendo y su única alternativa fue pasarse al fútbol de campo grande, a un conjunto de Tercera. Fue en ese momento, ya de retirada, cuando le ofrecieron jugar el Mundial de fútbol sala de Tailandia. Su último baile en el balompié bajo techo.

Eso le dio popularidad. Firmó por el Raja de Beni Mellal, con el que bajó a Segunda. Y también pasó por el Mouloudia y el Hassania. En el 2018 debutó esporádicamente con la selección en un duelo contra Sudán, suficiente para que un equipo de la liga emiratí (Fujairah) le firmase su primer gran contrato. Solo estuvo seis meses. Los suficientes para ganar el dinero necesario para hacerle una casa a sus padres. No fue hasta los 30 años cuando empezó a ser asiduo con su selección. La Copa de África 2021 valió para que el niño de los Zellige se asegurara plaza para este Mundial que saborea como nadie.